Tulio Allperín Donghi, en un viejo programa de “Los siete locos” y en una entrevista con Cristina Mucci, cuestionando las certezas que nos habitan, dice una frase memorable: “¿Al fin que era Europa antes de la Modernidad? ¡Sólo una modesta península de Asia!”. Luego con el oro de América y la sangre de África, Europa se vestiría con los brillos que ¡reconozcámos! nos vienen deslumbrando. Por varios siglos…A mí al menos los espejitos me fascinaron como a la costurerita del mal paso. La Europa que admiramos no era tal en los tiempos en que Oriente era sede de la grandeza y el saber. La expresión “desorientarse” cuando se perdía el rumbo de la sabiduría, tiene esa connotación. A veces la etimología nos despierta a verdades que estaban allí, y no lo advertíamos.
Y reconociendo las ambigüedades que me constituyen, no pude menos que asombrarme primero y considerar después, la apreciación del historiador. Y si digo ambigüedades, es porque la baba que se me cayó ante San Marcos en la Venecia de las góndolas, donde bebimos champagne (en vasitos plásticos, eso sí), casi no la pude disimular. Y porque cuando se encendieron las luces de la torre Eiffel, aquel anochecer de mayo, casi se me pianta un lagrimón… Y porque ante La Sagrada Familia, en Barcelona, por poco no me hago pis de la emoción… Y a pesar de todo eso, hay algo en todo ello que chirría.
Porque pone el dedo en la llaga de mis contradicciones. Ese boato tiene que ver con la expoliación de bienes, la usurpación de tierras y el genocidio de poblaciones. Y vivimos tan colonizados, que está bien poder repensar a Europa opacada por aquella magnificencia de Oriente, que menciona Allperín Donghi, pero también vale considerar nuestra inserción en el mundo desde este Cono Sur, y respirando los aires de éstos tiempos.
Porque es posible que el Machu Pichu, las pirámides Mayas y “La ciudad perdida de Colombia”, también nos susciten profundo interés y hasta apasionamiento. Pero más tardíamente entraron a formar parte de nuestros afectos. La consideración de esta América del Sur como sede de maravillas recién se inicia, al menos para mí.
Tal vez, un poco por nuestros orígenes de “descendientes de los barcos”, La Alhambra, Versalles, el David, estuvieron desde siempre como referentes. Y La Cibeles, vía Venetto y El Arco de Triunfo son insoslayables como parte de la geografía que anhelamos transitar (que tal vez y legítimamente seguimos anhelando transitar, pero desde otro lugar: la certeza de que ya no somos los “primos pobres del campo” en este mundo maravilloso, que justamente los supuestamente “desarrollados” ( Europa y los vecinos del norte), son quienes más agravian y lastiman. Desde otra certeza también: la de que estamos pudiendo vernos cuando nos miramos ).
Así creo, estamos despertando a una nueva forma de situarnos ante mundo que habitamos, desde el descubrimiento de lo que somos y de lo que podemos como sudamericanos.
La referencia de Europa como “modesta península de Asia” en la antigüedad, hace simetría con la idea de una vieja Europa desgastada, ante la fuerza de un Sur que se redescubre en su vigor y que pugna por surgir.
diciembre 2014
24 dic 2020
Europa 2014
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