3 dic 2020

HISTORIA DE MARISA

 No quiero cerrar este apartado sin referir desde un recuerdo lleno de admiración y afecto por la que fue primero una paciente, luego una colega de la que me quedaron valiosas enseñanzas.
Cuando consultó  era una estudiante de los primeros años y simultáneamente trabajaba en lo que era la Asistencia Pública de Rosario, luego Hospital de Emergencias. Se desempeñaba en hemoterapia y tuve por ella noticias de ese mundo intenso en donde la inminencia de la muerte es una presencia constante e ineludible.
Traía a consulta el relato de todo lo referido a sus rutinas que transcurrían en una defensa de la vida tan dramática como en pocos lugares puede darse.Y sucedía que a ella particularmente, por sus características personales de una generosidad colosal y una entrega incondicional el trabajo la involucrara hasta los límites de lo sensato. Cuando trabajaba era un tromba, un huracán sin medir hambre, sueño o cuestiones personales.
Durante un tiempo dejé de verla, pero me avisó cuando tuvo a su último hijo y compartimos esa alegría que llegaba tardíamente.
Cuando Marisa se recibió de psicóloga siguió trabajando en Salud Pública a nivel  hospitalario hasta que recaló en una especialidad. Se ocuparía de pacientes terminales.
Tuve pocas noticias de ella, excepto alguna vez en que la consulté respecto a su tema, el de pacientes con patologías orgánicas graves que estaban por morir, y me dio una serie de pistas muy útiles para pensar la asistencia psicológica en esas circunstancias.
Un primero de diciembre, en la conmemoración de todos los años a las víctimas del sida, nos encontramos en la Plaza Montenegro. Allí me dijo :-"Estoy saliendo de un cáncer, me operaron hace un año,  pensaba verte para trabajar sobre algunas cosas"-
Así fue como volvió a consulta veinte años después. En ese tiempo ella asistía en las cárceles a los afectados con HIV.
Trabajamos un tiempo. En Navidad hubo necesidad de internarla porque había tenido un hemorragia. La vi en el Hospital Carrasco, no podía utilizar su obra social porque estaba atrasada en el pago de las cuotas. Ella, desde la cama del hospital se planteaba la urgencia de recuperarse para volver a sus pacientes en la cárcel. Me resultaba coherente que alguien como Marisa, que había gastado sus mejores esfuerzos en la asistencia a los más desprotegidos pasara su Navidad en ese hospital, en la primera de las internaciones que se fueron sucediendo. Y en las que se veía cada vez que su preocupación pasaba por lo que sucedería con "su gente", esto es, los pacientes que ella tomara a su cargo, de muy difícil derivación. También deseaba dejar previstas cierta protección para su hijo menor, gestionando una jubilación, que quedaría como pensión para él hasta la mayoría de edad.
Pudo terminar a tiempo  todas los trámites, con el apoyo de la sección de gremiales del Colegio de Psicólogos que la acompañó en ese tramo
Falleció en el invierno. Al tiempo hablé con el mayor de sus hijos. Me contó que la obra social había puesto trabas para reintegrar los gastos del sepelio.

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