17 dic 2020

Historias con jóvenes

Una: Ella había padecido un asalto con arma blanca el año anterior. Escribí esa crónica de lo que resultó en un cuento: El robo. Algunos lo encontraron desopilante, ella después de un tiempo también. Esta vez cuenta que pasó algo distinto. Cree que perdió su celular cuando caminaba por un lugar con gramilla. Por eso no escuchó la caída. Un celular viejo y castigado que apenas funcionaba. Tenía una música pegadiza cuando la llamaban, así que debieron encontrarlo cuando sonó, allí, abandonado en el pasto. Ella intentó comunicarse pero le cortaron.
Al rato llegó su hija alarmada. Le habían enviado un mensaje desde ese número de su celular perdido diciendo que tenían secuestrada a su mamá y que “Si querés verla con vida, tenés que pagar”. Y continuaba: “El rescate es de 1 peso”. Sonaba a sarcasmo. Y entonces ella se ofendió. Con razón. El celu era viejo, feo y rotoso…Pero no daba para descalificar a su dueña con esa cachada de ofrecer ¡UN PESO!
Y después quedó preocupada por la ola de asaltos. Pero se olvidó. No sabía que pronto iba a ser víctima de otro.
Entonces cuando sucedió el otro, Ella escribió en Facebook: Otra vez me pasó…Un asalto con violencia, el disparo que no salió del arma que gatillaron, los golpes con la culata del revolver que produjeron cortes. Y los cortes requirieron puntos…Y otra vez el hospital de emergencias…
Y hubo resonancias de los amigos que le ofrecieron una palabra de consuelo, un celular para suplir el que se habían llevado. Y sobre todo, la de un amigo que con mayor lucidez pudo evaluar: Sos muy afortunada, el azar estuvo de tu lado.
Yo pensé muchas cosas. Por ejemplo que efectivamente tuvo mucha suerte. Una suerte que tal vez tenía que ver con alguna luminosidad especial. Que ¿quién sabe?  un ángel de la guarda se interpuso para que la bala quedara detenida, para que otra vez ella pudiera salir del momento con una cicatriz más, pero también con más vida por vivir por delante. No se lo dije porque nos íbamos a poner a llorar como pavotas y no es el caso de andar haciendo papelones…
Mas
Ella comentó lo sucedido con sus conocidos, pero no llegó a dimensionar lo extendido de su temor hasta el final de la fiesta de ese cumple, un mes después. Su lindo sobrino adolescente se preparaba para irse cuando lo miró calzarse el gorrito, subir la capucha de la campera y después de subir el cierre, levantar el cuello hasta cubrirle la boca y la nariz. Cuando se subió a la moto ella se dio cuenta de algo y le dijo: - Con gorrito, capucha y el cuello levantado solo se te ven los ojos, igual que el que me robó!
-Sí, claro dijo él…me disfrazo de motochorro para que los motochorros  crean que soy uno de ellos y no me asalten!
Entonces ella no pudo menos que largarse a reìr.
 
 
Otra: Él es joven y atlético, inteligente y desenvuelto. Por eso no es sorprendente que tenga facilidad para establecer relaciones. Pero a sus tíos no les preocupaba, hasta que empezó a salir con una mujer hermosa, diez años mayor que él, presumiblemente rica y profesional en el área de la salud. Cuando  invitó a Iván a Punta del Este y el respondió que no tenía con qué, ella dijo que no se preocupara, que lo invitaba, que fuera a sus expensas, los tíos se empezaron a inquietar. El tema de la salida del país, en condiciones de dependencia económica (y posible inermidad) con una señora con muchos recursos y muchas conexiones con acceso a salas de cirugía, les sonaba raro. Y se persiguieron a tono con noticias truculentas. Esas de tráfico de órganos a jóvenes incautos. ¿Qué estrategia implementar para saber si las intenciones de la invitación y  cortejo implícito, no merecía desconfianza? ¿Y si existían peligros respecto a otros propósitos? ¿La dama en cuestión, quería sòlo su pasión y su compañía? ¿O un riñón saludable?
Quería otra cosa. El último día que pasaron juntos, ella le planteó que quería que tuviesen relaciones sin protección. Él dudó por un momento, pero se negó. Lo despidió en el puerto y desde allí, ella no contestó sus mensajes.
Febrero 2013
 

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