3 dic 2020

HISTORIAS EN LA CLÍNICA

 La tarea clínica se constituye como espacio privilegiado  para el conocimiento de los hechos que viven los seres humanos y de las mil historias que tejen la trama de sus vidas.
A la consulta llegan estas historias y siempre me fascinan por su riqueza y multiplicidad.
Estela logró su primer embarazo el mismo día que cumplía cuarenta años. Entonces relató cómo el mundo cambió para ella en los días siguientes "en los que todo lo veía ditinto, con otros colores, como si las calles las gentes se hubieran transformado..."
Y la significación en términos de vida que el hecho tuvo, cuando ella ya casi renunciaba a esa esperanza, pudimos evaluarlo mientras, en los meses subsiguientes se preparaba para la aventura de la crianza.
Andrés pudo enseñarme que los casilleros no valen, y las opciones pueden variar, cuando después de toda una historia de vínculo homosexuales, pudo contarme que se había enmorado de una mujer con la que inició una relación, la primera relación heterosexual en su vida, y que además se consolidaría.
Pablo pudo revisar sus propios  dogmatismos  y la adhesión irrestricta a la ortodoxia de un partido, (al que también habían adscripto su abuelo y su padre), para poder intentar más libremente sus propias elecciones.
También en consulta pude saber de una historia de amor semejante a la de Ana Frank, entre niños (escondidos por sus padres durante el proceso en una casa de campo donde compartieron un verano) que se reencontrarían muchos años después.
Y escuchar el dolor de Mirta, viuda los cincuenta años, después de haberse acompañado durante treinta y cinco con su esposo, dolor que durante un año la hizo despertarse a la madrugada, a la hora en que él había muerto.
Y las reflexiones de Graciela, respecto a las necesidad de toda niña de sentirse linda alguna vez, para poder llegar a ser una mujer. También de ella es el lúcido planteo en que concebía al ser humano como "lenguajeador del lenguaje" en tanto la palabra es usada como herramienta crucial y arma eficiente.
Y supe de Leonor, maestra en zona periférica que se planteaba si eran antagonistas o protectores los jóvenes con quienes trabajaba, y con quienes la ligaban vínculos tan contradictorios. Jóvenes de quienes podía esperar que la robaran, pero que al mismo tiempo salían en su apoyo cuando presumían que podía necesitarlos.
Jóvenes que apelaban a ella cuando quedaban detenidos, o cuando necesitaban que llevara a alguno asistirse al hospital, y que  también se solidarizaron y salieron en su ayuda cuando fue  ella la que requería protección.

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