24 dic 2020

Homenaje

 Adriana era poeta.
Sus versos serenos avanzaban firmes  porque ella estaba detrás sosteniéndolos y dándoles sentido con su vida.
Sus hijos también caminaban con certeza sus pasos aún niños.
 
Ella había escrito cuál amor elegía cuando dijo:
"Quisiera quererte
sin obligación de compra
sin recibo de reclamo.
Querernos porque sí
porque se nos da la gana..."
 
Y nada parecía entonces más ajena que la idea de la muerte al amor que ella proclamaba y sostenía, a la libertad por la que ella se jugaba, a la vida que la alentaba y que se desplegaba en sus días siempre plenos.
Tal vez por eso, cuando la muerte interpeló a Adriana, ella se sobresaltó, la miró de frente y le dijo: -Dame un tiempo para que me crezcan más versos y para que mis hijos puedan estar más fuertes y enteros.
También porque tenía aún cosas por decir, denuncias por formular, como por ejemplo que:
"Matan la vida
        de a pucho
le ponen un batón por la mañana
y la echan a dormir
en los pliegues de las cuentas banacarias...
Matan el amor
En una olimpíada de la estupidez humana..."
 
Adriana le dijo todo esto a la muerte que entonces se detuvo, se sentó en el suelo y quedó con los ojos fijos en ella, señalando que no se iría, pero como dispuesta a esperarla.
Le dió un tiempo de descuento, en que pudo seguir diciendo lo que vivía y viviendo al decir verdades que quedarían sembradas para  nosotras.
Un tiempo en que pudo escribir aquello de:
"Que no me mate la desesperanza
si he de vivir
que sea de veras,
a todo trapo
con un fuego ileso en la cabeza..."
 
Y también clamar:
"...Que no derroten nuestro amor, amor
que no nos quiebren.
Con coraje y con lágrimas
Y con versos que desenfunden dientes
amor
aún bajo la tierra
seremos combatientes."
 
Y fue allí que perdió la muerte, porque Adriana había dicho su palabra y ya nunca se iría del todo.
Y aunque se acabaron los plazos y la muerte alcanzó a Adriana y la tomó de la mano y se la fue llevando, eso fue solo apariencia, en realidad ella quedaba. Solo sucedió que su cuerpo no pudo sostenerla más y por eso partió al principio del invierno sin poder soportar otro frío.
Quienes amamos a Adriana reunimos sus poemas, esos donde ella está en pleno, para que pueda llegar a otros tanta vida, tanto fanatismo por la transparencia y la luz, tanta lucha por la dignidad de la palabra.
Es un poco mentira esto de la muerte cuando se dejan versos y cuando se dejan hijos.
Es un poco cierto esto de la vida que quedó sembrada y que hace que ella esté, de algún modo que puede ser mágico, ahora, aquí, con nosotras.

María del Carmen Marini
 

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