Las piezas con que fueron confeccionados estos pisapapeles tienen más de 60 (sesenta) años.
El juego consiste en imaginar los sucesos que transcurrieron desde entonces y elegir uno, el que sea más significativo y rememorarlo.
Situado ese suceso, que será el preferido, se procederá a abrir el envoltorio y leer el pisapapeles para descubrir en él, la escritura del propio nombre.
El propio nombre, ¿qué más personal?, esta vez, escrito con las viejas letras será el mismo y distinto nombre. Las letras son antiguos tipos de imprenta, y en este caso, funcionarán como fichas de un rompecabezas irrepetible y único que armarán la historia de cada una desde otro lugar.
Si conecta el suceso de la historia que eligió, con su propio nombre, tendrá un entramado entre aquella historia y la propia vida. Y habrá ganado un casillero en este juego, que, como el de La Oca, tiene que continuar. Y que tiene que continuar, de una única manera: siempre descifrando enigmas.
Armando el entramado de una red en donde la vida palpita y se expresa de mil formas. Instaurando lazos, compartiendo sucesos, teniendo por delante la carga y la gloria. Hebras tenues en la redecilla que nos sostiene y nos potencia. Nos fecunda y nos fortalece.
Navidad del 2008 en La Redecilla
21 dic 2020
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