17 dic 2020

La casa y los pájaros

La casa tiene un jardín. En el jardín hay un muérdago, una palmera, helechos, un arbusto que enrojece en otoño y una enredadera que en verano se llena de flores blancas. Lo notable es que los gorriones han establecido su lugar entre las plantas. Están tan confiados que la semana pasada encontré que se colaron por la puerta entornada, y había uno en el hall de entrada, posado sobre el modular y al lado del Buda, y otro en la biblioteca, junto a los libros de Farmacología. Me preocupé, porque las perras y la gata no son de fiar. Dejé abierto y se volaron.
Cerca de la Facultad hay varios perros amistosos. Se acercan al mendigo de las rastas, no le temen y lo acompañan, cuando èl lleva el ritmo en las canaletas de una botella de gaseosa vacía. En estos días de invierno se recuesta al sol. La señora que se le acercó era muy mayor y caminaba despacio. Vi que le ponía un billetito en la mano y escuché que le preguntó: ¿Tenés frío? Me quedé pegada a la actitud de esa mujer, que caminaba con evidente dificultad, que vestía humildemente, pero que resonó a la orfandad del mendigo, (un pobre de toda pobreza) tanto como para acercarse, hablarle, preocuparse por su desvalimiento. Un resonar que tal vez venga enlazado a su propia pobreza, a su propia  precariedad.
¿Y cómo será el vecino que deja migas de pan a los pájaros y palomas bajo el árbol, junto al Patio de la Madera?   ¿Será similar su sensibilidad a la de la anciana? Ambos se salen de sí para cuidar a otro, a otros. ¿No les da esa actitud, verdadera nobleza a su estatura?

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