El nacimiento de hijos, así como el fallecimiento de familiares cercanos, marcan la vida de las personas como acontecimientos de peso sin igual.
La muerte del padre me ha sido descripta en muchas oportunidades.
Mencionaré tres como paradigmáticas de las actitudes de quienes he visto confrontar al misterio. Ana era enfermera universitaria, cuando su padre estaba por morir quedó acompañándolo y fue tomando el pulso en sucesivos momentos. Sintió como iba disminuyendo, quedó al lado mientras constataba la debilitación y espaciamiento de los latidos. Su formación profesional la instrumentaba para seguir paso a paso el suceso. Cuando los latidos cesaron avisó a los otros familiares que descansaban. ¿Hubo una actitud prevalentemente signada por el conocimiento en este caso? ¿cómo intervino la fuerza del vínculo para registrar cada momento y respetar el acontecer?
Teresa acompañaba a su padre en la que iba a ser su última noche. En determinado momento la respiración de él se fue haciendo más y más tenue y ella percibió que moría. Había leído en algún lugar que cuando se produce la muerte, hay una suerte de desdoblamiento en quien parte, que puede ver desde arriba la escena, a si mismo y su propio cuerpo del que se desprende y a quienes están en ese espacio. Así que antes de despertar a su madre miró buscando señales que le indicaran esa otra manera de estar de quien se estaba yendo.
Marisa visitába a su padre en la sala de terapia intensiva, sabía que su estado era irreversible. No obstante, y por eso mismo se acercó a abrazarlo y él le susurró algo que ella atesoraría y que luego me refirió. Lo que él le dijo, en voz muy baja fue: "El hombre está solo..."
Tal vez estaba precipitándose una gran verdad: frente a determinados misterios estamos solos. Aún los que nos aman solo pueden acompañarnos hasta el límite.
3 dic 2020
LA MUERTE DEL PADRE EL DOLOR DE LAS PÉRDIDAS
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