3 dic 2020

¿SUERTE EN HABER CONOCIDO HOMBRES EN EL CONSULTORIO?

 Tal vez me dieron una dimensión de lo masculino a la que no hubiera tenido acceso de no haber medido esta posibilidad.
José dudaba respecto a hablar a una joven con la que quería contactarse, y buscaba excusas que lo autorizaran a llamarla. En sesión imaginaba mil formas para lograr un acercamiento y ninguna lo satisfacía. Pero sucedió que fue ella la que lo telefoneó y él en ese momento, que hubiera sido oportuno, olvidó plantearle que deseaba verla, tal su timidez.
Walter había conocido a una joven con la que había hecho una cita. Pero cuando pasó a buscarla le pareció tan hermosa, que entró en un estado tal de angustia   que sin mediar palabra pegó media vuelta y se fue. La eludió por la intensidad de afecto que le había suscitado, pero no pudo decirlo.
Damián  que recibió encantado una invitación a bailar y aunque se sintió muy halagado por eso, no supo como iniciar conversación y retener a la chica que se había  acercado y bailaba con él.
 
Y también los escuché hablando del vínculo con sus hijos e hijas.
Juan escribiendo el poema de amor al despertar de Julieta, uno de los más bellos que he leído.
Norberto refiriendo su  sentimiento"como el primer  amor de la adolescencia" en el que "no es posible pensar en otra cosa que no sea en ella", cuando nació Laura, Y el tiempo le era largo hasta correr junto a la cuna.
De no haber mediado mi trabajo con todos ellos, desconocería estos aspectos atípicos de la masculinidad..
 
Respecto a las razones por las cuáles podían llegar desencajados, me pareció reiterativa una: el que en cuestiones amorosas se sintieran desplazados por alguien a quien devaluaban. Nestor llego a pedir consulta al borde de las lágrimas. Cuando pudo contar lo que le pasaba habló de su conflicto por su romance con una joven. Ella estaba casada, no obstante eso no era motivo de conflicto. Este surgió en el momento en que supo de la relación de ella con otro muchacho, un apenas adolescente que le suscitó toda la  inseguridad y la angustia. El que él hubiera sido "el otro" de la pareja conyugal no le significó el cuestionamiento que sí puso en juego el que en la vida de la mujer supuestamente amada se instalara alguien que describía con algo de desprecio como "un mecánico huérfano, pobre, iresponsable, casi un chico de la calle"
Eduardo trajo sentimientos similares, de una urgencia desmesurada en encontrar explicación y alivio, cuando supo que la muchacha con quien esperaba establecer una relación amorosa lo disuadió con el argumento de que ya estaba enamorada ¡y de otra mujer!
Muchas veces me pregunté si tras el quiebre de Nestor y Eduardo además de la pérdida del objeto amado, naufragaba el narcisismo de saberse desplazados de modos atípicos para su androcéntrica visión, en donde solo otro hombre jerarquizado hubiera podido ser sentido como rival respetable.
 
Una nueva problemática de los varones que empieza a aparecer en la consulta, a veces a  través de otros miembros de la familia, es la de hombres de edad mediana, en dos situaciones inusuales para las generaciones anteriores.
1-Aquellos que en el caso de separación o divorcio se instalan  en un principio solos, en un departamento que luego deben dejar como consecuencia de la crisis económica, y entonces vuelven a vivir con sus padres ya mayores, o con su madre viuda. He registrado el sentimiento de malestar que suele acompañar esta precaria solución, que los lleva a ellos y a sus padres, a un retroceso en el que esta "vuelta al hogar" a edad tardía los coloca en una situación familiar cuasi adolescente con pérdida de la autonomía y vivencia de fracaso.
2-Otra modalidad que viene registrándose es la de hijos jóvenes  que crecieron con sus madres, por separación de la pareja paterna y que se constituyen en protectores de sus padres adultos, de los cuales estuvieron separados desde niños. En uno de los casos, el joven en cuestión, de 22 años asumía preocupado el que su padre, un bohemio que vivía en la precariedad de una cabaña isleña, no tuviera un trabajo estable, obra social prepaga y suficientes frazadas en invierno. Y aunque compartían salidas los fines de semana en que iban juntos a bailar, la responsabilidad de prever soluciones a las exigencias concretas de vivir parecían correr más por cuenta del joven. Lo último que éste comentó es que en las vacaciones que programaba con su novia, como  mochileros, el padre iba a adosarse como uno más del grupo.
Otro padre, a quien sus desventuras amorosas de eterno Don Juan, complicado en romances lo hacía salir maltrecho, comentó que admiraba la estabilidad de su hijo veinteañero. Este  tenía una relación armoniosa de noviazgo y no padecía las tormentas que a él lo habían hecho tener una vida tan accidentada.
Otro caso fue el de un muchacho que consiguió un trabajo por el que pudo alquilar una casa y la independencia fue alegremente celebrada, hasta que su padre, recientemente separado le solicitó albergue y se mudó con él.
En estas situaciones la paradoja se planteaba por el hecho de que la madurez parecía ser asumida por el miembro más joven de la pareja paterno-filial.
 
Empiezan a escucharse en las consultas reflexiones de hombres, que por las nuevas articulaciones dentro de la familia se desempeñan en roles domésticos de los que anteriormente estaban excluídos. Así oyendo a  Daniel advertí que por primera vez en mi historia  me resultaba familiar el tema y extraño el protagonista, cuando él se refería a sus corridas para que la comida estuviera a tiempo, a las estrategias para ahorrar tiempo y esfuerzo al ordenar antes que llegaran los otros miembros de la familia, y sus viscisitudes de papá taxi llevando y trayendo a los chicos de sus actividades extra escolares. Me parecía escuchar otra vez las quejas que durante mucho tiempo desgranaron las madres y amas de casa sobrecargadas de obligaciones y sin reconocimiento por ello. El contenido y el tono eran exactamente los que durante años acompañaron la queja femenina respecto de estas cuestiones, y el escucharlo de un hombre tuvo ese efecto que describe Freud de lo siniestro, en donde en lo más familiar se conjuga lo más extraño.
Otro caso fue el de una pareja de padre e hijo que quedaron a cargo de la casa y de sí mismos durante el lapso en que  esparaban sus papeles para emigrar con la madre. Esta, que se había adelantado y les posibilitaba a ellos seguirla fuera del país les había dejado indicaciones para que se manejaran dentro de una precaria organización en lo cotidiano. Y era entre enternecedor y desopilante escuchar las tribulaciones, descubrimientos y logros de esos dos hombres, uno maduro y otro joven para responder a cuestiones que les permitieran comer, vestirse y mantener habitable la casa.
Una de las áreas conquistadas y disfrutadas por los varones de la última generación es la referida a la crianza. Niñitas y niñitos vienen siendo descubiertos por sus padres como universo fascinante. Y proveyéndoles la oportunidad de ampliar el área de experiencias más allá de lo que era habitual.
 
Una problemática entre varones que viene insistiendo es la de padres maduros que en función de su esfuerzo y de las posibilidades que brindaba el país en su juventud, pudieron constituir  empresas. Empresas que fueron exitosas y se instauraron como señal de prestigio y que desean legar a sus hijos para que éstas tengan continuidad, pero que se constituyen en una carga para esos hijos. Esto es, que la obra de la vida y la concreción de los sueños en los padres opera como carga agobiante en sus hijos, inhibidos de desarrollar sus propios sueños pero tentados de aceptar ese salvavidas de plomo que no obstante, en épocas como la actual parece irracional rechazar
El más dramático fue el caso de un muchacho cuyo padre que fuera huérfano de niño, logró por sus propios medios iniciar y dar continuidad a un taller. La historia familiar circulaba en torno a ese hombre tan perseverante que cuando con mucho esfuerzo pudo comprar la primera máquina esa noche durmió abrazado a ella, tal era la sensación de logro que lo acompañaba. De él decía su hijo, que la empresa era para él el hijo más importante y que los otros existían en función de ella, como apéndices destinados a cuidarla y a servirla.
 
También existen las identificaciones, a veces en cuanto al area de intereses y otras veces en cuanto a la actitud con que se asumen éstos.
 En cuanto al área de intereses es posible que se vea como más obvio en médicos de la misma especialidad. Abogados que litigan en la misma área. Comerciantes que continúan con el mismo rubro.
En cuanto a afinidad en la actitud recuerdo un abogado que refería su malestar porque estaba convocado a desarrollar un micro radial en relación acuestiones jurídicas, y sentía que eso era como bastardear su profesión, y lo ejemplificó aludiendo a lo que le había sucedido a su padre, un ebanista de oficio cuando aceptó una propuesta tentadora desde lo económico, para confeccionar mesas de nerolite. El y su padre  consideraban que era renunciar a sus principios el aceptar la actividad que  despreciaban, pero a la que "se vendían" como Judas por las veinte monedas de plata.
 
También continúa el anhelo de padres que vieron frustrados sus anhelos adolescentes y que quieren verlos realizados vicariamente a través de sus hijos. Carreras universitarias incompletas que los llevan a insistir en esas metas para sus hijos, sin atender a las que ellos puedan estar proponiéndose.
Vale aquí lo planteado por Gabriel García Marquez:  "Mi padre quería que yo tuviera un diploma.  Empecé a estudiar abogacía, pero la abandoné por un primer y oscuro puesto en un diario. Muchos años despues gané el premio Nobel, pero mi padre no se alegró demasiado: seguía añorando mi diploma..."
¿Qué juego de espejos lleva por identificaciones y proyecciones a estos padres a no poder ver a sus hijos ? Los lleva a sobreimprimir a quien ya es, un "debiera ser" ciegos y sordos a la genuina presencia del otro.
 
Un último punto en relación a los desafíos a la masculinidad tradicional lo escuchamos de consultantes que refieren estas puestas en jaque desde lo que van viviendo.
Así, una mujer comentaba respecto a su padre anciano, que toda su vida había sido atendido en lo cotidiano, y jamás realizara ninguna tarea doméstica, la sorprendió una vez con la elaboración de una comida especial para agasajarla. Y que cuando ella lo festejó por el resultado, el con suficiencia respondió: "Si, si... salió muy rico. ¡Pero hay que estar!" En ese "¡Hay que estar!" ella pudo leer la evaluación que él hacía del esfuerzo que por primera vez realizaba, y con ese comentario dejaba bien asentado el trabajo que se había tomado.
 
Otra muchacha comentó que dejó a su bebé al cuidado del esposo y cuando volvió lo encontró con "la caracúlica expresión del amo de casa". Que se sintió conmovida porque "hay que ser muy macho para bancarse el cuidado de el bebé sin quejarse". y ella valoró todo eso, pero no se animó a decirle "te entiendo" porque 2hubiera parecido que lo estaba cargando".
 
El colmo lo constituyó la situación del padre de una consultante que durante toda su vida había sido asistido en su exitoso desempeño profesional por su esposa y una empleada. Ellas vivieron por años en función de su promoción y lo sostuvieron en todos los logros de su carrera. Cuando este hombre llegó a la jubilación y los tres a la ancianidad, ellas debieron ser atendidas por él ya que la esposa y la empleada padecían cada una un diferente cuadro invalidante, por lo cual requerían de cuidados constantes, y el era el único en la casa en condiciones de procurárselos.

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