17 dic 2020

La primera

 El edificio tiene once pisos, más terraza. El sexto es el más lindo. Ya no está Camila, que se mudó  hace un año. Ni Guido, que se volvió a Chaco para ejercer allá, después de recibirse. Pero  hay una bebé hermosa que se llama Luna. Su papá y su mamá llegaron hace un tiempo  y es la primera vecina tan joven en el piso. Nació hace unos seis meses. Y  están al lado de Inés, que es sanjuanina y maestra. Del otro lado hay otros, que trajeron un caniche que parece un corderito. A veces nos cruzamos en el ascensor.
Cristian se preocupa cuando las puertas de los ascensores quedan abiertas. O se hace mucho ruido a la noche. O hay olor a hierba en los palieres. Y nos deja cartelones señalando los descuidos, las transgresiones y las faltas
Pero lo más maravilloso, mágico y hasta milagroso sucedió fuera del edificio, en el cantero central de Avenida Francia. Allí, hace casi un año, apareció en ese cantero,  más cerca de Córdoba y  alrededor de una de las palmeras,  un pedazo en la tierra con sembrados diversos. Y un cartel que señalaba en un sector: PLANTAS MEDICINALES, en otro: AROMÁTICAS. Y al fin, en un extremo, uno  que nombraba: HORTALIZAS. Yo lo miré con asombro y cierta desconfianza, respecto del destino de las plantitas. Pensaba: Se las van a robar, las van a romper, no van a durar. Pero se ve que soy muy mal pensada.
Porque  pasó l otoño y cuando llegó el invierno, vi las plantitas de cantero cubiertas con una carpa de plástico,  protección para las heladas. Y  un sábado vi llegar a una chica en su bici, que estuvo arreglando,  limpiando los yuyos y podando. No me animé a hablarle.  Y hace unas semanas leí un cartel pegado en el tronco de la palmera que decía, con letras de imprenta grandes y claras: REGÁ, CUIDÁ, SERVITE.
Y sé que este sábado, los del grupo HUERTEREANDO, convocaron allí a una reunión para trabajar juntos.        
Y si me parece maravilloso, mágico y hasta milagroso, es porque pese a las prevenciones de desconfiadas como yo (y me avergüenzo), la huerta se sostuvo, se preservó y continúa.   O sea que al poner  en marcha la iniciativa, se expresa la maravilla de que haya gente que aporta generosamente su trabajo A eso se agrega la magia sorprendente de  ese oasis en medio del asfalto y del cemento, y hasta el milagro de que no actuaron los vándalos que yo presumía que iban a dañar las plantas (a veces solo por juego, como crueldad de niños).
Esa huerta es más que una huerta, es un símbolo de la generosidad y la esperanza de quienes sembraron allí, tantas semillas. Y además de  menta, orégano y calabazas sembraron otras semillas, la convicción de que se puede hacer algo por el prójimo-próximo, y dejarlo allí como regalo al universo.

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