El edificio tiene once pisos, más terraza. El sexto es el más lindo. Ya no está Camila, que se mudó hace un año. Ni Guido, que se volvió a Chaco para ejercer allá, después de recibirse. Pero hay una bebé hermosa que se llama Luna. Su papá y su mamá llegaron hace un tiempo y es la primera vecina tan joven en el piso. Nació hace unos seis meses. Y están al lado de Inés, que es sanjuanina y maestra. Del otro lado hay otros, que trajeron un caniche que parece un corderito. A veces nos cruzamos en el ascensor.
Cristian se preocupa cuando las puertas de los ascensores quedan abiertas. O se hace mucho ruido a la noche. O hay olor a hierba en los palieres. Y nos deja cartelones señalando los descuidos, las transgresiones y las faltas
Pero lo más maravilloso, mágico y hasta milagroso sucedió fuera del edificio, en el cantero central de Avenida Francia. Allí, hace casi un año, apareció en ese cantero, más cerca de Córdoba y alrededor de una de las palmeras, un pedazo en la tierra con sembrados diversos. Y un cartel que señalaba en un sector: PLANTAS MEDICINALES, en otro: AROMÁTICAS. Y al fin, en un extremo, uno que nombraba: HORTALIZAS. Yo lo miré con asombro y cierta desconfianza, respecto del destino de las plantitas. Pensaba: Se las van a robar, las van a romper, no van a durar. Pero se ve que soy muy mal pensada.
Porque pasó l otoño y cuando llegó el invierno, vi las plantitas de cantero cubiertas con una carpa de plástico, protección para las heladas. Y un sábado vi llegar a una chica en su bici, que estuvo arreglando, limpiando los yuyos y podando. No me animé a hablarle. Y hace unas semanas leí un cartel pegado en el tronco de la palmera que decía, con letras de imprenta grandes y claras: REGÁ, CUIDÁ, SERVITE.
Y sé que este sábado, los del grupo HUERTEREANDO, convocaron allí a una reunión para trabajar juntos.
Y si me parece maravilloso, mágico y hasta milagroso, es porque pese a las prevenciones de desconfiadas como yo (y me avergüenzo), la huerta se sostuvo, se preservó y continúa. O sea que al poner en marcha la iniciativa, se expresa la maravilla de que haya gente que aporta generosamente su trabajo A eso se agrega la magia sorprendente de ese oasis en medio del asfalto y del cemento, y hasta el milagro de que no actuaron los vándalos que yo presumía que iban a dañar las plantas (a veces solo por juego, como crueldad de niños).
Esa huerta es más que una huerta, es un símbolo de la generosidad y la esperanza de quienes sembraron allí, tantas semillas. Y además de menta, orégano y calabazas sembraron otras semillas, la convicción de que se puede hacer algo por el prójimo-próximo, y dejarlo allí como regalo al universo.
17 dic 2020
La primera
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