El grave conflicto desatado entre la familia de sangre y la mujer que la crió, se produjo cuando la niña tenía trece años, y trascendió a los medios en toda su dramaticidad. Quienes recordamos el dolor de las imágenes de aquel momento, podemos escuchar hoy el balance de lo vivido.
En entrevista a Jimena Vicario se le pregunta: ¿Qué fue lo que te permitió luchar y continuar con tu vida a pesar de todo? “Darme cuenta de que estaba sola. Durante el largo proceso judicial cada uno cuidaba su parte. Entonces me dije: “Algo tengo que hacer para seguir viviendo”. Desde ese momento decidí hacer la mía, como pude”.
En el caso de Jimena Vicario la Justicia nunca logró determinar si hubo o no apropiación ilegal por parte de la madre adoptiva, ¿su madre adoptiva actuó de buena fe o fue cómplice de una apropiación?
“Eso depende de quien quiera creer una cosa u otra. Mi familia dice que fue apropiación y mi madre adoptiva dice que ella no sabía nada. Yo tengo mi propia creencia, pero no la quiero decir, para no lastimar a nadie”. (7)
Nos encontramos en su reflexión con el absurdo de que es ella, la que asume la responsabilidad de “no lastimar” a quienes litigaron en la justicia, declarando en versiones contrapuestas respecto a su apropiación.
7- Rodolfo Montes: “Historias de vida de dos jóvenes que fueron botín de guerra del Proceso”. La Capital, 25 marzo 2007
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