3 dic 2020

LAS BROMAS

 Con respecto a las bromas, me ha sucedido a menudo el poder  incluirlas como parte de la reflexión a que nos lleva este trabajo de a dos. Pero ha sido también motivo de tropiezos y malentendidos.
Después de una sesión en que ella había dudado obsesivamente si aceptarlo o no, si intentar o no, y mientras se estaba yendo me preguntó: -Y qué hago? Lo correcto hubiera sido contestar: “Lo seguimos viendo en la próxima”. En vez de eso y queriendo hacer una broma, con un gesto teatral y voz profunda de telenovela respondí: “Eso tenés que preguntarle a tu corazón!”
Lo inesperado fue que en la sesión siguiente ella empezó diciendo cuánto le habían servido mis palabras finales y cuan esclarecida había salido a partir de ellas. Lo que había sido un intento de bromear de mi parte, había sido tomado como apropiada indicación terapéutica.
Otra vez  un caballero se refería a los escrúpulos de su esposa, a quien inhibían, para el encuentro erótico, las condiciones que a él lo estimulaban –por ejemplo la luz encendida- lo que creaba dificultades entre ellos. Y nuevamente, en este caso la broma surgió antes que la reflexión porque lo que pregunté fue. “¿Y el pudor?”. Yo intentaba chancear sobre los desafíos a los  modos tradicionales de hacer el amor, pero he aquí que mi interlocutor tomó mi pregunta en serio y pasó el resto de la sesión desarrollando argumentos que me mostraran que él era respetuoso aunque le gustara hacer el amor con la luz encendida, y que de ninguna manera atentaría contra el pudor de su dama.

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