El cambio es inquietante.
Lo siento surgir desde lo más profundo como algo que crece dentro de mí, hasta expresarse en esta forma que a muchos espanta.
La serenidad cede el paso a una gran tensión. Es gradual pero implacable y me confronta con una terrible imagen de mí. Imagen abarcadora que me comprende toda. Metamorfosis que se prolonga cada vez más. Que surge bruscamente y ocupa períodos muy extensos de tiempo.
Metamorfosis que transforma mi dulzura en acidez, mi suavidad en aspereza, mi calidez en frialdad, y que influye sobre los otros que me miran con temor, que esperan con aprehensión el momento imprevisto del cambio dramático.
He escuchado a mis espaldas cuchicheos en donde se me asociaba a ciertos sucesos oscuros en la Transilvania de los condes, y también con los efectos misteriosos de la luna llena en el último de los hermanos, en una serie de siete.
Y aunque no estuvieran los cuchicheos...yo siento sobrevenir el cambio como una catástrofe temida y deseada.
El cabello se torna hirsuto, los ojos se estiran hacia las sienes y adquieren un brillo maligno. La nariz se vuelve ganchuda, los labios se afinan en una sonrisa siniestra y dejan ver los dientes que crecen agudos. El cuerpo todo se adelgaza y encorva. Las manos se arrugan y las uñas se afilan como garras.
Me miro y no me reconozco. Y sin embrago...¡esa bruja soy yo!.
Y toda esta transformación misteriosa y fatal ¿por qué?.
Porque me dejaron una Bic cerca, y se me ocurrió una idea para el próximo cuento.
1987
2 dic 2020
Metamorfosis
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