Rupturas matrimoniales que dan lugar a vínculos fraternos.
Dentro del estilo que asumen las nuevas relaciones de pareja viene insistiendo en el relato de quienes consultan por sus historias afectivas, una modalidad en donde el otro del vínculo, que fuera novio, amante o esposo, es sentido como amigo o hermano.
Después de la pasión, después de la separación en algunos casos y superada la hostilidad de la ruptura, se configura otra relación.
El cónyuge en proceso de separación o el ex- cónyuge es descripto antes que como pareja, como un referente más o menos confiable. Así escucho: "A Miguel, a pesar de las separaciones y reencuentros, lo quiero más que a un marido. Vamos a ser viejitos y vamos a ser novios. Yo se que siempre va a estar conmigo cuando lo necesite, aunque no vivamos juntos."
En otro caso: "Héctor es como otro hijo, en todo caso como un amigo, pero no lo veo como amante. No me significa más que una responsabilidad más como la de los chicos, que tengo que sostener."
Al respecto de éstos vínculos entre ex-esposos Angélica Gorodischer supo decir que pasados muchos años un ex-marido es algo así como un cuñado. La participación de ex- esposos en celebraciones familiares que pueden compartir sin resentimientos marca un cambio de funcionamiento en estos últimos años.
Persistencia de relaciones después de la ruptura en el vínculo entre quienes se amaron.
Después de la pasión, después de la separación en algunos casos y superada la hostilidad de la ruptura, se configura otra relación.
El cónyuge en proceso de separación o el ex- cónyuge es descripto antes que como pareja, como un referente más o menos confiable. Así escucho: "A Miguel, a pesar de las separaciones y reencuentros, lo quiero más que a un marido. Vamos a ser viejitos y vamos a ser novios. Yo se que siempre va a estar conmigo cuando lo necesite, aunque no vivamos juntos."
En otro caso: "Héctor es como otro hijo, en todo caso como un amigo, pero no lo veo como amante. No me significa más que una responsabilidad más como la de los chicos, que tengo que sostener."
Al respecto de éstos vínculos entre ex-esposos Angélica Gorodischer supo decir que pasados muchos años un ex-marido es algo así como un cuñado. La participación de ex- esposos en celebraciones familiares que pueden compartir sin resentimientos marca un cambio de funcionamiento en estos últimos años.
Persistencia de relaciones después de la ruptura en el vínculo entre quienes se amaron.
Lorena cuenta: "Aquel hombre fue importante. Con él tuve una relación que aunque se cortó, de algún modo sigue. El está en Estados Unidos pero estamos en contacto, me escribe o me habla, y cuando tenemos un problema. él o yo, sabemos que podemos contar con el otro."
Y Gracia trae: "Dejamos de vernos. Pero se que vamos a seguir sintiendo lo que sentimos más allá de no vernos. Hay un encuentro más allá de las presencias, pero no me quisiera comprometer con él, ni que se separara de su mujer, ni que me propusiera casarnos... "
Ex-esposos que reanudan clandestinamente sus amores
Y Gracia trae: "Dejamos de vernos. Pero se que vamos a seguir sintiendo lo que sentimos más allá de no vernos. Hay un encuentro más allá de las presencias, pero no me quisiera comprometer con él, ni que se separara de su mujer, ni que me propusiera casarnos... "
Ex-esposos que reanudan clandestinamente sus amores
Ha sido frecuente que los conflictos amorosos pudieran ser de tan difícil tramitación, que quedaran irresueltos, y muchas parejas permanecieran unidas en apariencia, aunque el vínculo estuviera profundamente fracturado.
Sabemos incluso de matrimonios que permanecieron por años “bajo el mismo techo” sin que mediara entre sus integrantes ninguna asistencia, intercambio ni comunicación.
Esto que implica una manera de funcionar en donde la ficción de pareja es lo que prevalece, se ha dado y se sigue dando entre personas de diversas edades, aunque pareciera menos frecuente entre los jóvenes, más sinceros en el reconocimiento de las dificultades y menos atados a las convenciones. También lo podemos registrar en diferentes niveles socioeconómicos: en parejas de elegantes barrios privados, en la apaleada clase media en donde el argumento que he podido escuchar, para dar cuenta de esta forma de vivir es: “No tenemos la posibilidad de mantener dos casas...”, y también entre quienes instalados en la precariedad sobrellevan una convivencia conflictiva, que encubre una separación sin resolver.
Como este modo de funcionar atraviesa tiempos y espacios reiteradamente casi no sorprende. En cambio, viene sucediendo que lo opuesto a esto se insinue y se despliegue. El acercamiento afectivo de quienes en los hechos se han separado, insiste como modo no convencional, últimamente reiterado en las consultas.
Alejandra y Marcela tuvieron, cada una, al tiempo de su divorcio, un reencuentro con sus ex-maridos. Esto a despecho de las firmes desavenencias que las habían llevado al mismo.
Alejandra se sintió obligada a ocultarlo a sus dos hijos adolescentes y Marcela a sus padres. Suele suceder que los familiares se muestren entusiasmados ante la posibilidad de reconciliación o reticentes a la misma. En ambas situaciones se potencia la sensación de transgresión en los implicados, ya de por sí inseguros y temerosos de lo que pueda aún suceder. Porque a quienes se había criticado y a veces demonizado como causantes de la ruptura no siempre se los ha dejado de amar. De allí que se pueda comprender la cautela y la necesidad de resguardar el nuevo intento. Además suele avergonzar el hecho de retomar la relación con el/la cónyuge a quien públicamente se excluyó de la propia vida, pero que en lo privado de la afectividad y el erotismo sigue siendo importante.
En los casos mencionados, los hijos adolescentes de una y los padres controladores de la otra entraron a funcionar como eventuales sancionadores. Los moteles albergaron así la pasión de ex-esposos devenidos en amantes.
En otros casos de conflicto de pareja, en que se opta por vivir en diferentes casas, una puede convertirse en refugio para los encuentros, en principio clandestinos de quienes supuestamente están separados o separándose.
La censura de los jóvenes hijos suele ser agria en estos casos de avatares emocionales de sus padres, de quienes por su madurez ellos esperan mesura y prudencia.
También hemos registrado las quejas de una jovencita respecto al enamoramiento de la mamá de su novio, desde una actitud crítica (al más puro estilo superyoico), pues “Desde que mi futura suegra está de novia, quiere instalarlo a él y pareciera que nosotros le molestamos. Parece embobada y como quiere quedarse a solas con él viviendo allí, me botoneó con mi mamá contándole que me había quedado a dormir”.
Propuestas bizarras de unión.
Sabemos incluso de matrimonios que permanecieron por años “bajo el mismo techo” sin que mediara entre sus integrantes ninguna asistencia, intercambio ni comunicación.
Esto que implica una manera de funcionar en donde la ficción de pareja es lo que prevalece, se ha dado y se sigue dando entre personas de diversas edades, aunque pareciera menos frecuente entre los jóvenes, más sinceros en el reconocimiento de las dificultades y menos atados a las convenciones. También lo podemos registrar en diferentes niveles socioeconómicos: en parejas de elegantes barrios privados, en la apaleada clase media en donde el argumento que he podido escuchar, para dar cuenta de esta forma de vivir es: “No tenemos la posibilidad de mantener dos casas...”, y también entre quienes instalados en la precariedad sobrellevan una convivencia conflictiva, que encubre una separación sin resolver.
Como este modo de funcionar atraviesa tiempos y espacios reiteradamente casi no sorprende. En cambio, viene sucediendo que lo opuesto a esto se insinue y se despliegue. El acercamiento afectivo de quienes en los hechos se han separado, insiste como modo no convencional, últimamente reiterado en las consultas.
Alejandra y Marcela tuvieron, cada una, al tiempo de su divorcio, un reencuentro con sus ex-maridos. Esto a despecho de las firmes desavenencias que las habían llevado al mismo.
Alejandra se sintió obligada a ocultarlo a sus dos hijos adolescentes y Marcela a sus padres. Suele suceder que los familiares se muestren entusiasmados ante la posibilidad de reconciliación o reticentes a la misma. En ambas situaciones se potencia la sensación de transgresión en los implicados, ya de por sí inseguros y temerosos de lo que pueda aún suceder. Porque a quienes se había criticado y a veces demonizado como causantes de la ruptura no siempre se los ha dejado de amar. De allí que se pueda comprender la cautela y la necesidad de resguardar el nuevo intento. Además suele avergonzar el hecho de retomar la relación con el/la cónyuge a quien públicamente se excluyó de la propia vida, pero que en lo privado de la afectividad y el erotismo sigue siendo importante.
En los casos mencionados, los hijos adolescentes de una y los padres controladores de la otra entraron a funcionar como eventuales sancionadores. Los moteles albergaron así la pasión de ex-esposos devenidos en amantes.
En otros casos de conflicto de pareja, en que se opta por vivir en diferentes casas, una puede convertirse en refugio para los encuentros, en principio clandestinos de quienes supuestamente están separados o separándose.
La censura de los jóvenes hijos suele ser agria en estos casos de avatares emocionales de sus padres, de quienes por su madurez ellos esperan mesura y prudencia.
También hemos registrado las quejas de una jovencita respecto al enamoramiento de la mamá de su novio, desde una actitud crítica (al más puro estilo superyoico), pues “Desde que mi futura suegra está de novia, quiere instalarlo a él y pareciera que nosotros le molestamos. Parece embobada y como quiere quedarse a solas con él viviendo allí, me botoneó con mi mamá contándole que me había quedado a dormir”.
Propuestas bizarras de unión.
Y así como las separaciones y divorcios toman una forma diferente, también las propuestas amorosas tienen otra tonalidad, sobre todo las que surgen después de la convivencia de quienes tal vez ya tienen hijos como resultado de la misma.
Gilda trae en forma casual y como comentario: "Capaz que nos casamos por civil. Y el nene nos lleva los anillos."
Mariela cuenta: "Nos invitaron al Líbano, al casamiento del hermano de Angel Y me dijo: ¿Y si ya que se casa mi hermano, por qué no vamos y nos casamos nosotros también?" (Ya tenían dos hijos)
Esto puede resultar atípico para tías y abuelas que se plantearon decisiones de este tipo con una formalidad y sacralidad que parece eludida hoy, en estos casos.
Contrapuesta a ésta, pero también sorprendente, estuvo la historia de la propuesta recibida por una amiga. Ella se sentía profundamente atraída por un hombre. Se trataba de un solitario, y ella también lo era. Habían compartido exposiciones, a las que los dos llevaban sus obras, pero él se había mostrado siempre reticente, distante y elusivo. Ambos eran solteros, tenían cerca de treinta años y el arte como una pasión que los desbordaba a ambos. Cuando él la invitó a tomar un café, modo de acercamiento de la década del sesenta, que todavía tiene vigencia, (en aquel tiempo tal vez significaba más que ahora) ella tuvo que calmar su emoción porque era lo que había estado esperando largamente. Y una vez sentados frente a frente los que él le dijo fue: “- Tengo que hacerle una pregunta intempestiva, usted ¿se casaría conmigo?”
Ella, con un hilo de voz, totalmente trastornada, conmovida y agitada, haciendo un nudo con su terremoto interior contestó simplemente: “- Sí.”
Entonces él sacó un estuche de su bolsillo, lo puso frente a ella. Tenía el anillo más bello que se pudiera imaginar, engarzado con un escarabajo petrificado, negro y brillante como el ónix.. Mientras se lo colocaba le dijo: “- Mañana le presentaré a mis padres y brindaremos juntos.”
Hace más de cuarenta años que comparten vida y éxitos. Dolores y labores. Viajes, incertidumbres y un reconocimiento que trasciende las fronteras. Y desde ese día, el de la pregunta “intempestiva”, no fueron más solitarios.
(Cuando le pedí autorización para incluir este relato, la protagonista me pidió que señalara la formalidad de la propuesta matrimonial y el trato de usted, que signó los primeros tiempos de la relación.
Al fin ¿por qué habría de sorprendernos?, también Sartre trató de usted a Simone de Beauvoir durante toda la vida.)
En el cauce dado a los encuentros, y en esta línea de modalidades atípicas voy a referirme a las historias de dos amigas.
Una de ellas tenía 14 años (como Julieta) cuando acompañada de su mamá fue a colocarse la vacuna antivariólica a lo que era entonces la Asistencia Pública. El practicante a cargo de la tarea, comedido y cortés, le requirió el nombre para completar la ficha. También la dirección. Y por último el teléfono. La madre de mi amiga se extrañó por lo completo del cuestionario, para una cuestión de rutina. Según les explicó él, en esas cosas de la Salud Pública se llevan estadísticas y había que ser muy preciso. Esa precisión también implicó que llamara al día siguiente para saber cómo seguía y si la vacuna había producido algún efecto secundario. Hizo un prolijo seguimiento del caso...tan prolijo y continuado que duró durante años en la asistencia a largo plazo de gripes, apendicitis y al fin, de los embarazos de las hijas que tuvieron.
La otra historia comenzó en la Facultad de Filosofía y Letras , donde mi amiga conoció al que ahora llama “el infame seductor de mi marido”. Pero en aquél tiempo en que el peso de lo religioso se hacía sentir más que ahora, graves obstáculos se habían de interponer al encuentro y a los intentos de la pareja. La familia de ella era de un catolicismo militante y contumaz y la de él de un judaísmo a ultranza. No existía la menor posibilidad de que los padres de ambos conciliaran y dieran su aprobación a los díscolos para seguir la relación. Cada uno era rechazado por la familia del otro. Se trataba de un amor imposible.
¿Qué les quedaba por hacer? ¡Huir juntos!
Lo que implicaba preparar modo y momento.
¿Qué es lo que puede llevar una joven bien educada, crecida en el seno de una familia como Dios manda, en esas circunstancias?
¿Qué es lo que puede resultar imprescindible para una mujer que se va escapando, no sabe adónde, no sabe por cuánto tiempo, no sabe con qué consecuencias?
¿Una muda de ropa interior?
¿El documento de identidad para atravesar la frontera?
¿El cepillo de dientes?
Bueno, lo único que ella llevó fue la lima de las uñas.
VARIABLES
El humor
Gilda trae en forma casual y como comentario: "Capaz que nos casamos por civil. Y el nene nos lleva los anillos."
Mariela cuenta: "Nos invitaron al Líbano, al casamiento del hermano de Angel Y me dijo: ¿Y si ya que se casa mi hermano, por qué no vamos y nos casamos nosotros también?" (Ya tenían dos hijos)
Esto puede resultar atípico para tías y abuelas que se plantearon decisiones de este tipo con una formalidad y sacralidad que parece eludida hoy, en estos casos.
Contrapuesta a ésta, pero también sorprendente, estuvo la historia de la propuesta recibida por una amiga. Ella se sentía profundamente atraída por un hombre. Se trataba de un solitario, y ella también lo era. Habían compartido exposiciones, a las que los dos llevaban sus obras, pero él se había mostrado siempre reticente, distante y elusivo. Ambos eran solteros, tenían cerca de treinta años y el arte como una pasión que los desbordaba a ambos. Cuando él la invitó a tomar un café, modo de acercamiento de la década del sesenta, que todavía tiene vigencia, (en aquel tiempo tal vez significaba más que ahora) ella tuvo que calmar su emoción porque era lo que había estado esperando largamente. Y una vez sentados frente a frente los que él le dijo fue: “- Tengo que hacerle una pregunta intempestiva, usted ¿se casaría conmigo?”
Ella, con un hilo de voz, totalmente trastornada, conmovida y agitada, haciendo un nudo con su terremoto interior contestó simplemente: “- Sí.”
Entonces él sacó un estuche de su bolsillo, lo puso frente a ella. Tenía el anillo más bello que se pudiera imaginar, engarzado con un escarabajo petrificado, negro y brillante como el ónix.. Mientras se lo colocaba le dijo: “- Mañana le presentaré a mis padres y brindaremos juntos.”
Hace más de cuarenta años que comparten vida y éxitos. Dolores y labores. Viajes, incertidumbres y un reconocimiento que trasciende las fronteras. Y desde ese día, el de la pregunta “intempestiva”, no fueron más solitarios.
(Cuando le pedí autorización para incluir este relato, la protagonista me pidió que señalara la formalidad de la propuesta matrimonial y el trato de usted, que signó los primeros tiempos de la relación.
Al fin ¿por qué habría de sorprendernos?, también Sartre trató de usted a Simone de Beauvoir durante toda la vida.)
En el cauce dado a los encuentros, y en esta línea de modalidades atípicas voy a referirme a las historias de dos amigas.
Una de ellas tenía 14 años (como Julieta) cuando acompañada de su mamá fue a colocarse la vacuna antivariólica a lo que era entonces la Asistencia Pública. El practicante a cargo de la tarea, comedido y cortés, le requirió el nombre para completar la ficha. También la dirección. Y por último el teléfono. La madre de mi amiga se extrañó por lo completo del cuestionario, para una cuestión de rutina. Según les explicó él, en esas cosas de la Salud Pública se llevan estadísticas y había que ser muy preciso. Esa precisión también implicó que llamara al día siguiente para saber cómo seguía y si la vacuna había producido algún efecto secundario. Hizo un prolijo seguimiento del caso...tan prolijo y continuado que duró durante años en la asistencia a largo plazo de gripes, apendicitis y al fin, de los embarazos de las hijas que tuvieron.
La otra historia comenzó en la Facultad de Filosofía y Letras , donde mi amiga conoció al que ahora llama “el infame seductor de mi marido”. Pero en aquél tiempo en que el peso de lo religioso se hacía sentir más que ahora, graves obstáculos se habían de interponer al encuentro y a los intentos de la pareja. La familia de ella era de un catolicismo militante y contumaz y la de él de un judaísmo a ultranza. No existía la menor posibilidad de que los padres de ambos conciliaran y dieran su aprobación a los díscolos para seguir la relación. Cada uno era rechazado por la familia del otro. Se trataba de un amor imposible.
¿Qué les quedaba por hacer? ¡Huir juntos!
Lo que implicaba preparar modo y momento.
¿Qué es lo que puede llevar una joven bien educada, crecida en el seno de una familia como Dios manda, en esas circunstancias?
¿Qué es lo que puede resultar imprescindible para una mujer que se va escapando, no sabe adónde, no sabe por cuánto tiempo, no sabe con qué consecuencias?
¿Una muda de ropa interior?
¿El documento de identidad para atravesar la frontera?
¿El cepillo de dientes?
Bueno, lo único que ella llevó fue la lima de las uñas.
VARIABLES
El humor
Uno de los reclamos masculinos que vengo oyendo con insistencia es el que se refiere a la benevolencia, o al humor que se espera de las mujeres y que se expresa en su sonrisa o en su risa. Sonrisa y risa convocadas, deseadas, necesitadas.
No he escuchado esto de las mujeres como expectativa respecto de los hombres. La risa masculina no significa para las mujeres lo mismo.
Reflexionando sobre el tema y esa necesidad masculina al respecto recordé el aporte de Juan Carlos Volnovich al referir que uno de los temores profundos de los hombres es el temor a la ira femenina. ¿Qué más oportuno que el gesto que por el contrario confirma una disposición afable?
Este reclamo parece ocupar un lugar significativo como si a través de la sonrisa se sintieran resguardados. Un joven me contaba que lo intimidaban las chicas "muy lindas, o muy inteligentes, o mayores que él", y que cuando se veía en esa circunstancia lo que trataba era de divertirlas con alguna ocurrencia, y que si lograba hacerlas reír, se quedaba tranquilo, como habiendo aventado quién sabe qué peligro.
Otro refería que la risa de su novia lo predisponía al amor, hacía que le dieran ganas de estar con ella.
El escritor Roberto Bolaños se refiere también al poder seductor y a lo inolvidable de la risa de una amiga. En lo cotidiano también he escuchado esa disposición a la risa fácil un factor de enamoramiento en colegas que por otro lado no parecían interrogarse al respecto.
Y es que creo que se juegan aquí cuestiones que hacen al subterráneo desequilibrio de poder entre los géneros, que llevan a los varones a demandar esa sonrisa como aceptación de un estado de cosas y certidumbre de que no hay hostilidad (la ira femenina tan temible).
Marta Mercader se refiere al tema en "Para ser una mujer".En esa época ella estaba exilada en Francia, con su marido y sus dos niños pequeñitos. Tenían dificultades para insertarse en la vida académica para la cual los dos estaban debidamente acreditados y además serios conflictos matrimoniales, por desacuerdos en la distribución de responsabilidades domésticas y extradomésticas. Eso hacía a asperezas en la relación. Por ello deciden buscar ayuda. Ella recuerda esa etapa agotadora como la de "limpiar culitos". El inicia su análisis con Monsieur Lagache que a su vez la deriva a ella para trabajar con Madame Lagache.: "Yo consulté entonces a Madame Lagache. Ella me decía: -Usted hace un gran esfuerzo, es muy meritoria, pero su marido quiere que haga todo eso (atender a los niños) con una sonrisa.- Todo (el desmoronamiento de la pareja) fue por culpa de la sonrisa. De la sonrisa que no salía de mi boca..."
Así considerado, el hecho de que a los varones los enamora una sonrisa pierde ingenuidad y puede ser leído en función de una mayor complejidad en las relaciones inter-género.
¿Tendrá que ver con la desconfianza masculina a un encuentro con la mujer que no venga acolchonada de gentileza según lo prescripto?
También puede suceder que la risa se asocie a permisividad y licencia, y que para las normativas tradicionales, en que “la decencia” era la virtud enaltecida en las mujeres, la risa fuera censurada. Así, el reír se asociaba, en la evaluación que pude escuchar de una madre reprimida y represora a “cosa de putas”.
No he escuchado esto de las mujeres como expectativa respecto de los hombres. La risa masculina no significa para las mujeres lo mismo.
Reflexionando sobre el tema y esa necesidad masculina al respecto recordé el aporte de Juan Carlos Volnovich al referir que uno de los temores profundos de los hombres es el temor a la ira femenina. ¿Qué más oportuno que el gesto que por el contrario confirma una disposición afable?
Este reclamo parece ocupar un lugar significativo como si a través de la sonrisa se sintieran resguardados. Un joven me contaba que lo intimidaban las chicas "muy lindas, o muy inteligentes, o mayores que él", y que cuando se veía en esa circunstancia lo que trataba era de divertirlas con alguna ocurrencia, y que si lograba hacerlas reír, se quedaba tranquilo, como habiendo aventado quién sabe qué peligro.
Otro refería que la risa de su novia lo predisponía al amor, hacía que le dieran ganas de estar con ella.
El escritor Roberto Bolaños se refiere también al poder seductor y a lo inolvidable de la risa de una amiga. En lo cotidiano también he escuchado esa disposición a la risa fácil un factor de enamoramiento en colegas que por otro lado no parecían interrogarse al respecto.
Y es que creo que se juegan aquí cuestiones que hacen al subterráneo desequilibrio de poder entre los géneros, que llevan a los varones a demandar esa sonrisa como aceptación de un estado de cosas y certidumbre de que no hay hostilidad (la ira femenina tan temible).
Marta Mercader se refiere al tema en "Para ser una mujer".En esa época ella estaba exilada en Francia, con su marido y sus dos niños pequeñitos. Tenían dificultades para insertarse en la vida académica para la cual los dos estaban debidamente acreditados y además serios conflictos matrimoniales, por desacuerdos en la distribución de responsabilidades domésticas y extradomésticas. Eso hacía a asperezas en la relación. Por ello deciden buscar ayuda. Ella recuerda esa etapa agotadora como la de "limpiar culitos". El inicia su análisis con Monsieur Lagache que a su vez la deriva a ella para trabajar con Madame Lagache.: "Yo consulté entonces a Madame Lagache. Ella me decía: -Usted hace un gran esfuerzo, es muy meritoria, pero su marido quiere que haga todo eso (atender a los niños) con una sonrisa.- Todo (el desmoronamiento de la pareja) fue por culpa de la sonrisa. De la sonrisa que no salía de mi boca..."
Y Eva Giberti también expresa su posición al respecto.
"El aprendizaje social de complacer se inspira en la creencia de que las mujeres tienen la obligación de producir placer para el género masculino, modelo que tiende a cronificar las distintas formas de sometimiento que aún persisten en algunas congéneres. Históricamente se les enseñó a las mujeres que deben gustar, es decir, que deben ser simpáticas y gentiles, lo que significaría no discutir en situaciones socialmente agradables, sobremesas y fiestas, por ejemplo. En particular aceptar los comentarios de quienes disponen el poder. (Así) algunas mujeres aceptan de manera risueña el agravio o la burla. El diagnóstico indica que esa respuesta forma parte del dispositivo de la complacencia. La complacencia, analizada en este marco, privilegia una actitud cercana a la tontería y el sometimiento, regulados por la presencia enmascarada del placer, porque la palabra complacencia encierra el vocablo placer (com-placer) que, en este ejemplo compromete a los protagonistas de una conversación."Así considerado, el hecho de que a los varones los enamora una sonrisa pierde ingenuidad y puede ser leído en función de una mayor complejidad en las relaciones inter-género.
¿Tendrá que ver con la desconfianza masculina a un encuentro con la mujer que no venga acolchonada de gentileza según lo prescripto?
También puede suceder que la risa se asocie a permisividad y licencia, y que para las normativas tradicionales, en que “la decencia” era la virtud enaltecida en las mujeres, la risa fuera censurada. Así, el reír se asociaba, en la evaluación que pude escuchar de una madre reprimida y represora a “cosa de putas”.
Lo cotidiano 1. Acerca de hogares, refugios, nidos y moteles.
El ámbito necesitado por el encuentro íntimo choca muchas veces con la inadecuación del espacio doméstico. Si la pareja desea romanticismo y privacidad, en el lugar que comparte con el resto de la familia, esta necesidad suele frustrarse. Las interrupciones por los motivos más bizarros acechan a los amantes para devastar lo que pudo ser pura pasión. Si hiciera la lista de las mismas resultaría increíble. Desde venir a devolver un taladro a pedir ayuda para mirar los resultados de una radiografía. De buscar cambio para el cole a avisar que en Discóvery están dando un corto sobre los pingüinos “superinteresante”...y así siguiendo, los “interrumpidores” pueden hacer un infierno del intento romántico, del que los protagonistas saldrán tensos y frustrados.
De allí que para muchos, la gestión de un refugio o el encuentro en un motel den la posibilidad que la casa común niega. Muchas parejas de adultos casados se dan así una oportunidad y la que más me sorprendió fue la excusa usada ante los hijos por un matrimonio para su salida erótica: "Para poder salir dijimos a los chicos que íbamos al Supermercado. Porque la que usábamos antes, en que le decíamos que íbamos a reuniones de catequésis ya se nos gastó. Con el crecimiento de ellos, más que síndrome del nido vacío, tenemos el síndrome del nido superpoblado. Con todos los amigos que traen en el fin de semana estamos invadidos, así que el argumento de ir a hacer las compras nos vino bien."
Compartir el mate (entre quienes lo toman habitualmente) implica una suerte de intimidad que vehiculiza y expresa reconciliaciones. Negarse a ello es el indicador de un disgusto y una distancia difícilmente franqueable.
La visita al Supermercado, especialmente los domingos, marca también una profundidad en el compromiso a que solo acceden quienes ya están dispuestos de algún modo a compartir mucho más que el llevar las bolsas de provisiones Es aceptar una cotidianidad que tiene que ver con la convivencia, y una convivencia mostrada públicamente.
En cuanto a la cercanía establecida vía Internet es fuente de continuo asombro y sus consecuencias vienen sorprendiéndonos a diario.
El/la amado/a me ha sido descriptos/as de todas las maneras imaginables en función del lugar que ocupan en la vida, expectativas y proyectos de quienes los nombran.
Valgan ejemplos: "Es el premio para mí, que al fin llegó, y yo soy el premio para él"
"Es mi té de tilo que me alivia el stress"
"Es un tumor maligno que tengo que extirpar si quiero salvarme"
"El es un freezer y yo una sanguijuela, así que te imaginarás..."
“¿Cómo hago para quererme a mí misma y a él, si él me desdibuja cuando está?”
“Es mi pastillita de Rivotril, cuando llega se me calman los nervios”
“¿Es mi tutor y sin él me caigo”
“Sin ella soy como un avión sin motor”
Al fin convengamos que ese otro/a es un profundo misterio, un enigma que rodeamos más o adornamos menos con nuestras floridas fantasías. Lo que nos lleva a confrontaciones cuando la realidad de ese otro/a se sale del casillero previsto para gritarnos en la cara algo de sí mismo que no encuadra en lo que creíamos o queríamos creer.
Lo cotidiano 2. El mate, el Supermercado e Internet en los vínculos amorosos.
Parece extraño ver juntos en un mismo parágrafo temas tan diversos. Pero en los hechos funcionan como diferentes modos de expresarse la vinculación entre miembros de una pareja.Compartir el mate (entre quienes lo toman habitualmente) implica una suerte de intimidad que vehiculiza y expresa reconciliaciones. Negarse a ello es el indicador de un disgusto y una distancia difícilmente franqueable.
La visita al Supermercado, especialmente los domingos, marca también una profundidad en el compromiso a que solo acceden quienes ya están dispuestos de algún modo a compartir mucho más que el llevar las bolsas de provisiones Es aceptar una cotidianidad que tiene que ver con la convivencia, y una convivencia mostrada públicamente.
En cuanto a la cercanía establecida vía Internet es fuente de continuo asombro y sus consecuencias vienen sorprendiéndonos a diario.
El otro/a en el amor
¿Quién está a salvo de confundir a su hermano con un rival y a la mujer que ama con su propia sombra? Eduardo GaleanoEl/la amado/a me ha sido descriptos/as de todas las maneras imaginables en función del lugar que ocupan en la vida, expectativas y proyectos de quienes los nombran.
Valgan ejemplos: "Es el premio para mí, que al fin llegó, y yo soy el premio para él"
"Es mi té de tilo que me alivia el stress"
"Es un tumor maligno que tengo que extirpar si quiero salvarme"
"El es un freezer y yo una sanguijuela, así que te imaginarás..."
“¿Cómo hago para quererme a mí misma y a él, si él me desdibuja cuando está?”
“Es mi pastillita de Rivotril, cuando llega se me calman los nervios”
“¿Es mi tutor y sin él me caigo”
“Sin ella soy como un avión sin motor”
Al fin convengamos que ese otro/a es un profundo misterio, un enigma que rodeamos más o adornamos menos con nuestras floridas fantasías. Lo que nos lleva a confrontaciones cuando la realidad de ese otro/a se sale del casillero previsto para gritarnos en la cara algo de sí mismo que no encuadra en lo que creíamos o queríamos creer.
Las palabras desilusión y desencanto dan cuenta de ese sentimiento, que según Daniel Ferioli puede ser celebrado tal como se celebra la corrección de un equívoco. Corrección que permitirá una mejor adecuación de nuestras expectativas a la realidad. Pero aunque para quien se “ilusionó” o se “encantó” puede ser conveniente salir del error, nadie duda que es penoso.
Tal vez uno de los sentimientos más dolorosos con los que lidiar en la empresa de crecer.
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