Acerca de las coincidencias
Ellas no se conocen.
Las dos trabajan en un espacio, que yo creía maravilloso antes de escucharlas.
Trabajan en librerías.
Y desde afuera ¿qué más fascinante que un espacio, ahí nomás, a la mano, un espacio con todos los libros.
Yo me creía eso. “La ñata contra el vidrio” miraba los libros, las publicaciones y se me caía la baba hasta dejar charquitos delante de las vidrieras de cada una de las dos librerías. Pero desde adentro, parece que no es así.
Los negocios donde cada una de ellas trabaja, tienen dueño y dueña respectivamente.
Ellos imponen las condiciones: horarios extendidos y sueldos encogidos, tirando a miserables.
Así que coincidían en describir su trabajo como un problema que resolver.
Ellas lo habían tomado como salida provisoria, mientras completaban sus carreras.
Laeleuna ya hacía varios años que se había recibido, pero no lograba insertarse en la profesión. Ella continuaba tirando puntas, dejando curriculums y hablando con colegas para ver si se abría alguna posibilidad.
En el tiempo en que veníamos trabajando había pasado poco.
Algún Seminario de postgrado. Algún trabajo de investigación.
Alguna cátedra fuera de Rosario.
Y por fin ¡la Maestría en Misiones! Que se decidió a cursar y significó algo importante.
Pero en el horizonte laboral: nada. Nada que fuera significativo. Que acercara la posibilidad de dejar la librería, ese trabajo provisorio que se eternizaba.
Había amigos en España, que la alentaban a presentarse a becas y amigos en Argentina que marcaban algunas pautas.
En lo personal, llevando un inventario de timideces y en lo laboral apostando a una renuncia. que siempre postergaba.
Ella se había saboteado, como sin querer queriendo, alguna de las otras chances que se presentaron. Como aquella vez en que iban a publicarle una monografía, pero equivocó el tipo de letra en la computadora, y en el cambio, el escrito tenía mucha más extensión que la solicitada por la revista y no pudo ser.
Y aquella otra en que no leyó las consignas para un cargo y no pudo hacer la oposición en el concurso, estando ya casi en capilla.
En fin, lo que Laeleuna venía cuestionándose era la necesidad de trabajar más en sí misma para remontar estas cosas y dejar de sentirse un personaje de Puig. Para ello debía desarrollar algo: herramientas para sobrevivir en la selva. En los momentos más difíciles había bromeado: “pareciera que tengo una especie de discapacidad para vivir” y “si no me sale algo me voy de mochilera donde sea…”
Laotraele también había tomado el trabajo en la Gran Librería Gran, como medio de solventar sus estudios. Pero los estudios se interrumpieron a pocas materias del título, y el trabajo se fue convirtiendo en algo que ordenaba su vida.
Como la otra actividad, el teatro.
Luego vino la ruptura de una relación y el tiempo caótico de la bohemia. Y por esos azares, el encuentro con un hombre distinto, cuyo lema era: “Porque te quiero te alimento” y cocinando para ella ganó su corazón. Después vino el embarazo y un reordenamiento como no imaginara posible.
Lupe colmó todas las fantasías. Hasta pensaron inaugurar un club de enajenados: “Boludos por Lupe”, que integrarían madre, padre y tía.
Más tarde, vino lo que creyó otro embarazo, pero que no era, y que precipitó un drama con resultado incierto y quimioterapia.
A los dos años le dieron el alta, pero los fantasmas quedaron por más tiempo.
Cuando la conocí, todavía estaba bajo el peso de esa historia y en el anhelo que empezaba a insinuarse de otro hijo.
¿Otro hijo para confirmar que estaba viva?
¿Qué había salido indemne de la quimio y el horror?
¿Qué podía darse permiso para volver a intentar algo del lado de la vida?
Ella decía que era “dark”, como Lucas, el personaje de Sendra. Decía que habitaba una grieta entre Kierkegaard y Kafka . Que le parecía difícil eludirla.
Y el diagnóstico de su traumatólogo fue: “Tu columna está bien, lo que tenés es un problema de posición ante las cosas”.
Ella planteaba: “Tengo tan mala relación con el tiempo, que parece que no soy normal. Soy discapacitada en relación con lo cotidiano, con la sensación de no estar del todo en ningún lugar. No se como funcionan las relaciones humanas. No tengo sentido común, pero me parece que eso me da más libertad….”
Decía que se sentía identificada con la ardilla de “La era del hielo”, la que fracasa siempre.
Se tomaba, ese desajuste en su relación con la realidad, como un destino. Pero, argumentaba: “como esa disfunción no esta en el nomenclador, no lo consideran y no entra en las Obras Sociales”.
Laeleuna y Laotraele coincidían en algo más que en su trabajo. Coincidían en esa idea de sí mismas como falladas, como incompletas, como provisorias…
Coincidían en una provisoriedad tan larga que parecía permanente, pero ambas traían anhelos estridentes “de otra cosa” que diera más color, más respuestas. A veces pensé en reunirlas y hacer que compartieran sus dudas.
Y algo sucedió en la misma semana. Ellas dos saben que digo la verdad. A los demás puede parecerles cuento.
Laeleuna trajo noticias: una de las inscripciones a becas, de las tantas que había enviado como botella al mar, llegó a destino y tenía una respuesta. ¡Había sido aceptada!
Iba a poder investigar en su tema, dejar la librería y participar de un proyecto con otros becarios.
Y Laotraele, además de inscribirse en la Facultad para completar un título intermedio que la habilitaría para alguna otra tarea, trajo la noticia de un embarazo. Su hija había sido la primera en registrarlo: “Soñé que tenías un bebé en tu pancita”.
Entoces pasó que Laeleuna empezó a sentir que le empezaba a gustar leer y producir. Que la beca le había puesto pilas y las ideas eran “como una explosión”. “No me conozco, voy por la calle y todo parece distinto…dan ganas de sonreír. Me estuve tratando de acordar del nombre de ese libro que me dijiste que lea…¿Cómo era? ¿La mujer transgresora?”
Entonces me dije que si Eleuna podía pasar de ser un personaje de Puig, a transgredir viejos mandatos y ser una protagonista de su propia vida, entonces, la cosa podía andar.
En los mismos días, la grieta entre Kierkegaard y Kafka que habitara Laotraele se iluminó. Dejaba de ser “Dark” como se nombraba a sí misma.
Y el diagnóstico de su traumatólogo: “Tu columna está bien, lo que tenés es un problema de posición ante la vida”, pudo ser mejor considerado. A poco dijo: “Escuchamos su corazoncito”, no puedo dejar de estar tan felíz…”
Para las dos L, se abrían, se están abriendo, nuevas dimensiones. La vida puede ser otra cosa.
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