Este trabajo empezó llamándose: Memoria, Palabra y Verdad. Olvido, Silencio y Mentira
Me movía al enunciarlo de ese modo, la intención de aportar una serie de reflexiones acerca de los sucesivos Genocidios desplegados a lo largo de nuestro siglo y su relación con estos conceptos, y me planteaba detenerme en dos de ellos: El Holocausto nazi y la Dictadura Argentina de los 70.
Mi propósito era denunciar el olvido de tantos recuerdos que la memoria trae, cuando nombrar se hace posible. Valorar la palabra que adviene después de largos silencios para decir aquello acallado.
Las verdades que surgen entonces y se contraponen a tantas mentiras.
El escrito recorre tres ejes:
1- La palabra y sus posibilidades en la construcción de la propia dignidad.
2- La memoria como aquello que nos constituye y nos interpela.
3- El respeto a la otredad, concepto valioso y poco utilizado. Se refiere a la reconstrucción de una mentira que asimila diferencia a inferioridad. Esa mentira implica una jerarquización entre diversos. En cambio el respeto a la otredad surge de una verdad: una aceptación activa de la diversidad como enriquecedora,
Si la diferencia de raza, de religión, de opción sexual, de ideología política es considerada con referencia a otro, con el que se comparte nada menos que la condición humana, se desarticula la posibilidad de denigrar, descalificar y excluir a ese otro. Ese Otro que tiene tanto más de igual que de diferente.
Otro que pasa a ser considerado desde las similitudes, desde aquello que en común nos define.
Como rasgo reiterado y repetitivo, los genocidios han requerido una devaluación de ese “otro” despojándolo de su humanidad para cosificarlo, para convertirlo en este “otro” que porque es diferente se piensa como inferior. Sobre esa primera premisa será factible avanzar sobre sus derechos, a partir de que ya no se lo considera un igual.
En cambio la consideración respetuosa que me merece la otredad del otro, si lo pienso como un Igual, haría inadmisible toda discriminación despreciativa, toda manipulación interesada, toda crueldad.
En ese “otro” se encarna, según Bejla Rubín de Golman la metamorfosis kafkiana, ya no como referencia a una trágica transformación, sino como un nuevo real, en donde en Auschwitz el prisionero era visto como “cucaracha, rata, musulmàn, deshecho o una nada”. O como plantea Ricardo Feierstein era llamado “figuren” (trapo, marioneta).
En la misma posición, en coincidencia con esto, estuvo lo escuchado por los prisioneros en los campos de la dictadura: “No existís”, “Fuiste”.
Se negaba así lo que de más valioso tiene el ser humano: su historia y su memoria. Así, la memoria es un componente misterioso, casi indefinido, que hace a nuestra mismidad, se relaciona con algo que quizá no recordamos con precisión, pero que nos empuja a entrar en contacto con dimensiones, con sucesos, con sensaciones que no sabemos definir, pero que sucedieron y forman parte de nuestra historia.
¿Hasta dónde existe la posibilidad de trazar una línea divisoria nítida entre el pasado, el presente y el futuro, entre el recuerdo de lo vivido que dejó sus marcas, entre lo que nos interpela hoy y lo que nos tironea desde el porvenir?.
LOS HOLOCAUSTOS PRIVADOS
Una aclaración inicial es que utilizaré la palabra holocausto en el sentido más difundido en que ha sido empleado para designar la destructividad total que arrasa en forma cataströfica y en la que es inmolado un pueblo. Para designar dicho drama en el pueblo judío se ha utilizado con más precisión y menos frecuentemente el vocablo “shoa” y también “vernichten” que remiten a una destrucción deliberada sin el sentido sacrificial de Holocausto.
No obstante, me inclinaré por ésta denominación, pese a su menor exactitud, porque entiendo que su empleo al ser más frecuente, tiene una llegada más amplia.
Me he referido como Holocausto al del pueblo judío y al de las víctimas de la dictadura de los 70 en Argentina, pero también al del pueblo armenio, al de los indígenas americanos, al de los pueblos de Àfrica y al de todos aquellos que pesan en la historia y duelen en el presente.
He buscado establecer relaciones entre dichos Holocaustos con mayúscula y los dramas personales, que elijo llamar Holocaustos privados, en tanto marcan un quiebre en las historias de quienes los padecieron y los refieren.
Para ello he registrado testimonios de lo que di en llamar holocaustos personales. Me guiaba el intento de hallar ejemplos en los que pudiera dar cuenta de sucesos que imprimieron en esas historias personales “un antes y un después”.
Ejemplos de sucesos que fueran tan vertebrales para las historias personales, que sin ese suceso no serían las mismas. El acontecimiento señalado en esa vida única e intransferible como equivalente de lo que fueron para la humanidad el infierno del Holocausto y para nuestro pueblo el peso y el abismo de la Dictadura.
He intentado encontrar rasgos en común, que permitieran un desarrollo del tema que hicieran posible una correlación entre los grandes dramas que han afectado a la humanidad en su conjunto y las penurias que como tragedias personales, alguna vez en nuestra historia, nos afectan en tanto individuos sujetos a contingencias y conflictos en el área de lo privado. ¿Quién puede considerarse al margen de duelos, decepciones de sí mismo o de los otros o fracturas de proyectos en que se invirtiera toda la energía?
Aceptando que duelos, rupturas, fracasos, manipulaciones forman parte de nuestras historias personales, y que en función de ellos muchas veces sentimos un dolor cuyo potencial destructivo resulta arrasador, me puse en el intento de establecer relaciones entre ambos.
Así surgieron algunos rasgos, que pienso vàlidos, tanto para las víctimas de calamidades en lo sociopolítico, como para aquellas que forman parte de nuestras trayectorias de sujetos sujetados por el mundo de los conflictos, entre afectos contrapuestos.
Inexplicabilidad El sentimiento que se expresa en las preguntas perturbadores: ¿qué pasó?, ¿cómo fue que pasó?, ¿por qué no pudimos evitarlo? Este sentimiento tuvo sus expositores en muchos de los sobrevivientes de los genocidios que mencionamos. ¿Cuántas de esas preguntas acompañan la cavilación de quien en su vida, se ve frente a la necesidad de elaborar alguno de los dramas que lo involucran en lo que tiene de personal e intransferible? Ante la quiebra del proyecto en que se invirtiera tiempo y trabajo, ante la pérdida que nos deja en la orfandad, ante la ruptura de un afecto que se creía sólido, esas preguntas, formuladas por Hanna Arendt en relación al Holocausto, vuelven a tener vigencia.
Irreversibilidad: de hecho sucedió y eso no se puede borrar. Existen derrumbes de los que no se vuelve. Teorizado como derrumbe civilizatorio para el Holocausto, cabe también pensarlo para contingencias vitales que marcan un antes y un después en las historias individuales.
Los duelos, sean por muerte, por pérdida del objetivo al que se apostara todo, por mutilación física o por otras causas que lleven a otra ubicación en la propia vida, implican un viraje en la historia que impregnará el futuro.
Paradoja que lleva a que la víctima terminada acusada, preguntándose si será culpable de algo que no supo.
El sentido común que planteaba: “por algo será” para dar cuenta de la tragedia de los desaparecidos, parece reiterarse algunas veces en los conflictos de relación interpersonal, como las violencias que nos impregnan. ¿Si los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, ¿las personas tienen los dramas y tragedias que se merecen?
Destructividad implícita. Cuando el dolor supera lo soportable, puede suceder que sea obturada la posibilidad de pensar y resolver. El suicidio como respuesta ha dado cuenta de la magnitud de la erosión. Y sabemos de suicidios consecutivos a tragedias como genocidios y guerras, tanto como de parálisis y estancamientos (una forma de suicidio) consecutivos a dramas personales donde no es posible la elaboración. Duelos por muerte del ser amado, fractura de las relaciones amorosas, vínculos traicionados, exilios y destierros, quiebres de proyectos en los que se estaba empeñado…
Todas estas consideraciones me llevan a plantear ¿Los derrumbes civilizatorios implicados en los genocidios a nivel de los social, como el Holocausto nazi o la Dictadura en Argentina ¿pueden ser descriptos como equivalentes a las hecatombes personales, como holocaustos privados? Apunta a esto el que en los dos casos la inscripción de los sucesos no puede ser historizada, o exige para ello un esfuerzo titánico, muchas veces estéril.
Solo la insistencia de lo vital parece proveer la chance de una restauración no siempre completa. Tal vez es en esa insistencia de la vida que pueblos e individuos pueden intentar poner su esperanza.
TIEMPO DE PREGUNTAS
En las primeras oportunidades que hablé esta hipótesis con colegas y amigos encontré respuestas estimulantes que me aportaron elementos para continuar.
Fue a partir de estas primeras aproximaciones que continué una indagación que aportó sucesivos enriquecimientos. Pero fue una indagación que tuvo como exigencia la disposición a avanzar con mi pregunta rozando la indiscreción. Se trataba de pedir a mi eventual interlocutor ejemplos de lo que consideraban sus propios quiebres personales, sus Holocaustos privados.
Uno de ellos me aportó una perspectiva, y fue la de que para él, todos tenemos para señalar al menos uno, y a veces varios de esos holocaustos en nuestras vidas, que fueron influyendo en la dirección que dábamos a nuestros pasos.
Una joven sugirió una diferencia entre los Holocaustos con mayúscula y los Holocaustos privados, en el sentido de que los Grandes Holocaustos, quedan impresos como tales en la memoria colectiva, sin que se desvanezca su significación en el tiempo. En cambio, un suceso que pudo funcionar y ser registrado como Holocausto privado en determinado momento, puede con el transcurso del tiempo y el advenimiento de nuevos sucesos, cambiar la significación al ser incorporado en otra totalidad.
En cuanto a los ejemplos variaron desde la convicción en alguien de no poder referir ninguno, a la duda y sorpresa en algunos hasta a la descripción pormenorizada en otros que aceptaron referir su experiencia.
Así uno de ellos aportó:
1- Indudablemente, hay un momento de holocausto en mi vida, que marca un antes y un después, y en donde se quemaron etapas, y es el de la muerte de mi hijo.
2- Otra aportó: -Mi holocausto no fue mi cáncer, sino en el mi separación. Eso fue definitivo.
3- Y aún un tercero: El Alzheimer de mi madre fue el momento que marcó una conmoción en mi vida, de tal modo que ya nada fue lo mismo para mí.
4- Otro aporte consignó el sentimiento de impotencia, frente a sus hijos, en encontrar muerta a la maestra, (en un hecho de violencia que quedó sin develar), cuando fueron los primeros en entrar al Jardín al que los niños concurrían. Los llantos y gritos de sus hijos y de los otros niños la marcaron en un sentimiento de estupor que señala como un quiebre en su vida.
5- El momento de diagnóstico de miastenia gravis para una mujer en la plenitud familiar y laboral. Ese diagnóstico implicaría el fin de un modo de vida, para iniciar una ineludible y penosa dependencia, fue designado como su Holocausto personal, en tanto a partir de allí, todo su desempeño quedaría condicionado a la ayuda de aquellos que la asistían .
6- En la misma línea, la colostomía radical de un joven, implicó su Holocausto. El grave compromiso de los órganos afectados llevó a plantear a dicha colostomía como irreversible. Así planes y proyectos, quedaron suspendidos, en tanto su vida quedaba condicionada por dicha mutilación.
7- Una joven planteó como de significación de Holocausto, el momento en que tuvo la certeza de que el problema de enfermedad de su madre (bipolaridad o psicosis maníaco depresiva) sería recurrente, y difícilmente podría resolverse. Significaba para ella resignarse a una carga grave y prolongada, que había eludido hasta entonces, pero que cayó sobre ella con todo su peso cuando tuvo la certidumbre del cuadro y lo oscuro del pronóstico.
8- Una mujer describió como Holocausto, para ella, lo que había significado la fractura en la imagen del vínculo con su compañero, que llevó a la ruptura de la pareja, y en la imagen de sí misma por los afectos negativos, que, según planteó nunca se había sentido capaz de albergar. Encontrarse a sí misma con una capacidad para sentir, decir y desear desde afectos tan hostiles, tuvo el efecto de llevarla a dudar de si misma y su propia ética
9- Una reflexión fue sobre el quiebre que significó la crisis socioeconómica del 2001/2. en un hombre maduro, proveedor de su familia, que se habían sentido reconocidos a partir de ese rol. La pérdida de su trabajo, la dificultad y hasta imposibilidad de reinserción por su edad, como causa de una fractura de la propia estima, y situaciones límite en lo familiar y lo social, se precipitaron en dominó, para sepultarlo en la peor crisis de su vida.
(Es tarea pendiente teorizar desde lo sociológico acerca de las depresiones subsecuentes a la desocupación de esa etapa. Tuvieron significación de Holocausto para esos trabajadores cuya identidad se veía conmocionada en la impotencia para recuperar el sentido del propio valer, que había estado anclado en su desempeño laboral).
10- Para otra fue la discapacidad de su hijo, cuando supo que la posibilidad de una vida autónoma para él quedaba descartada. Y que operó, en este caso, en la decisión de intentar un nuevo embarazo que antes de la constatación de la discapacidad, no estaba previsto. Si atendemos a la significación que en la vida afectiva tiene el vínculo con los hijos y la significación de los mismos para la propia valoración, puede pensarse ese segundo embarazo en el propósito de remontar el drama que transitaban con el nacimiento del primero, inscripto como el suceso traumático que marcaría un antes y un después en la vida de esa mujer.
11- Una mujer refirió que la muerte en un accidente de su mejor amiga, detonó en ella una conmoción que la llevó a tomar de manera inmediata, decisiones fundamentales que había postergado por mucho tiempo. Como si esa muerte hubiese significado una calamidad que fue impulsora de importantes cambios.
12- Otra situación, del mismo cariz, fue la provocada por un accidente que sufrió conduciendo una moto una mujer, que al ser despedida tuvo la experiencia de sentirse, por segundos, frente a la inminencia de su posible muerte. El relato fue que en ese momento, una visión de su vida pasó en ráfaga ante sus ojos, y también la determinó, al salir con vida de esa instancia, a resolver una situación pendiente y a dar un nuevo curso a sus esfuerzos y proyectos.
(En estos tres últimos casos, el hecho que provocó la crisis y delimitó un antes y después, tuvo la virtud de poner en marcha decisiones que resignificaron lo acontecido traumático)
Los ejemplos referidos pueden ser pensados en su diversidad, como sucesos traumáticos que exigen replanteos existenciales abarcativos y que comparten una matriz de profundo autocuestionamiento y desde una perspectiva, pueden ser pensados como crisis existenciales rotundas y definitorias.
La inexplicabilidad, irreversibilidad, ineludibilidad de dichos sucesos así como su carácter paradójico y destructivo dan cuenta de su inserción como bisagra en las historias personales de sus protagonistas. ¿Todos nosotros?
También implican la necesidad de salir de la impotencia posterior al momento de estupor que los signa y que por último deja la tarea de hallar nuevas respuestas que puedan reemplazar a las que fueran demolidas.
Si analizamos las problemáticas precedentes, citadas por sus protagonistas como Holocaustos privados, encontramos la reiteración en temas que pasan por:
Fracturas en vínculos amorosos (1) y en la propia imagen (8)
Duelo por pérdida del hijo (2) o por discapacidad del mismo. (10- Duelo del hijo soñado)
Deterioro de la relación con la madre por enfermedad mental (3- Alzheimer, 7- Bipolaridad)
Grave lesiòn física y psíquica por enfermedad progresiva (5- Miastenia) y cirugía mutilatoria e irreversible. ( 6- Colostomía)
Pérdida de la inserción laboral como serio ataque a la identidad y repercusión en lo social y familiar. (9)
Impotencia para proteger a sus hijos y a los otros niños de un suceso violento.(4)
La irrupción de lo impensado, de lo sorpresivo, tanto en la muerte imprevista, por un accidente de la amiga más cercana.(11) como en el accidente con riesgo para la propia vida.(12)
Los ejemplos planteados permiten algunas reflexiones: La pérdida de referentes (como lo son los vínculos primarios con padres y madres en su declinación), la ruptura amorosa, y peor aún, la muerte y/o enfermedad de los hijos son frecuentemente registradas como situaciones bisagra en la vida.
El cuestionamiento de sí mismo, se trate del descubrimiento de las propias oscuridades, o de la limitación que suponen enfermedades crónicas, implica una injuria de difícil resolución, y que marca un pivote que cabe tomar en cuenta. En este mismo cuestionamiento entrarían los sentimientos de desvalorización e impotencia. Todos ellos implican afrentas narcisísticas.
Por otro lado la abrupta confrontación con la violencia propia y ajena, la existencia de asesinatos y accidentes que, o bien nos afecten de cerca o nos impliquen de lleno, marcan otra de las connotaciones de estas situaciones que referimos como holocaustos privados
.
Pérdidas irreparables, autocuestionamientos vitales y el choque frontal con lo impremeditado parecieran notas características de estos Holocaustos privados. Es decir que a la par del dolor que pareciera abatirse, juega el sentimiento de la propia insuficiencia para afrontarlo y el matiz de abrumador del momento tanto mayor cuanto más abruptamente se precipite el drama.
Por el carácter inexplicable, irreversible, ineludible, a veces paradójico y casi siempre destructivo es que enlazamos dichos sucesos personales bajo la denominación de Holocaustos privados, como marcas en las historias personales, tal como pueden pensarse los Holocaustos que asolaron la Humanidad con su potencial de sucesos trágicos, como marcas ineludibles y cicatrices imborrables.
Marcas, las unas y las otras, de las que, si cabe una esperanza, es la de que nos hayan permitido aprender algo.
22 dic 2020
Planteos iniciales a Holocausto y dictadura
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