Querida amiga: Tu correo me disparó una serie de reflexiones que te comparto, porque existe entre nosotras amistad y afecto. M.C.M.
Vos escribís: “Nunca habíamos tenido una Argentina tan peligrosa por tanta inseguridad, tanta violencia, tantos muertos por robos, secuestros, asaltos con tomas de rehenes, etc., miedo por nuestros hijos en las calles...”
Lo leo en un correo enviado por una amiga.
Entonces recuerdo sensaciones y relatos:
Los Falcon verdes recorriendo las calles…y el sudor frío en la espalda…
Las embestidas en medio de la noche por las patotas que entraban rompiendo las puertas…
Las víctimas secuestradas que eran tiradas al piso de los autos y mantenidas bajo los borceguíes en el trayecto a los centros clandestinos…
Las manos atadas con alambre y las vendas en los ojos y la boca…
Los golpes, hasta llegar a la mesa de “interrogatorio”…
Los muertos sin sepultura tirados a la vera de un camino…
Los muertos arrojados al río marrón…
La espera interminable de las Madres y las Abuelas, sin poder hacer el duelo, ni honrar a sus hijos con una flor…
Los quinientos niños arrancados de sus familias, muchos de ellos apropiados por los asesinos de sus padres…
Los documentos que prueban la magnitud de la tragedia…
Los libros testimoniales de los sobrevivientes …
La historia clama y no puedo aceptar que “no habíamos tenido una Argentina tan peligrosa” ya que aunque hoy la inseguridad, la violencia y la muerte nos afecten (inseguridad, violencia y muerte que son de carácter global ya que no hay país exento) no tienen el carácter siniestro de aquella Argentina de los aterrados, los enterrados y desterrados. No debemos olvidarlo.
Entonces, aunque asuma que siempre orar por la paz del presente es legítimo, válido, esperanzador y tiene efectos y consecuencias positivas, tengamos la perspectiva que nos dan los años y las experiencias.
octubre 2012
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