21 dic 2020

PRIMERA PARTE

a T. D.,  N. D´B., G.D., C.C. y  A. A.

 
27 de junio
 En medio de estudios prequirúrgicos he recordado a las compañeras y compañeros en la tarea de vivir, que antes que yo, ya han pasado por esta expectativa que hoy estoy transitando.
Y recuerdo especialmente a dos de ellas, que con sus relatos me permitieron anticipar esto que hoy vivo.
Con su valentía, con su capacidad de lucha y de su esperanza perseverante son mis referentes en este momento.
Ellas pudieron hacer del miedo, el dolor y el desconcierto plataformas para seguir creciendo.
Sus preguntas resuenan: “¿Cómo sigo con mi vida? ¿Por qué sucedió esto? ¿Para qué? ¿Qué quiere decirme esto que estoy transitando?”.
Gracias por prepararme de algún modo. Lo vivido por ustedes y compartido en su momento cuando me lo relataban, me nutre en este presente. Vivo dicho presente conociendo la experiencia que viene.
 

Y recuerdo a una cuando me decía: “Voy a mirarme y mirarme en el espejo, hasta que me acostumbre a verme”. Y a la otra contarme que se proponía repensar su vida, y tomar las decisiones más sabias, después de lo vivido. Porque eso vivido le permitía otra mirada.
En algún sentido fueron mis maestras y maestros. Sin esa transmisión que generosamente  dispusieron para mí con su confianza, yo me sentiría más desamparada.
Me proveen la plataforma desde la cual pensar, pensarme, pensarlas, pensarlos.
Y también reconocer a quienes  con su valentía y su resistencia,  sobrellevaron la tormenta. Valentía y resistencia que me llevó a admirarlos. Son otros referentes para esta lucha.
Mi gratitud para ustedes. Y el deseo de poder llevar adelante mi propia batalla, con la misma dignidad.
 2016
 
SEGUNDA PARTE
DEDICADA  CON GRATITUD A ESTOS OTROS QUE ENTRARON EN MI HISTORIA
Germán, Lorena, Miriam, Alejandro y Walter

Antes de esta carta hubo un informe. Al leerlo, no quedaban muchas dudas, y supe que debía aceptar lo que el médico, Germán, indicara en la consulta . Pero desde el 23 de mayo al día de la consulta, 7 de junio, mediaban  quince días, cada uno de 24 horas. Cada hora de 60 minutos.
La indicación más probable era de una cirugía. Y después … La información que ya disponía era clara y permitía delinear el rumbo. No obstante, lo más difícil era decidir cómo manejar dicha información con los míos. Qué decir? Cuándo? Cómo? No quería preocuparlos, pero tampoco excluirlos. Así que decidí esperar a tener la consulta que orientaría en el camino a seguir. Por eso esos días de espera fueron los más largos.
La consulta con Germán fue esclarecedora, y esa misma tarde vi a Lorena. Juntos se harían cargo de la cirugía. Germán, amigo de mi hija, creo que se sintió interpelado a darme todo el apoyo. Y sospecho que también la sostuvo a ella, a mi hija, en su ansiedad. Lorena se sumó solidaria a la batalla que empezaba.
Vinieron los estudios previos, y el 27 se fijó la fecha para la intervención. Esa mañana, antes, debía realizar una marcación que situara con precisión el ganglio centinela. Y allí encontré, en esa sala de espera  a otra mujer, que también se internaba ese día.
Y allí empezó un encuentro que se extendería a  otras mujeres para darme pistas de la diversidad de modos de atravesar la situación a vivir. Mujeres que estarían allí en otros roles y que me iban a enseñar a transitar esta experiencia. Mujeres en diversos lugares, como pacientes, como médicas, como enfermeras, administrativas.
En esa sala donde se haría el estudio, estábamos, ella, la otra que también, como yo, esperaba. Y le dijo a su hija algo que yo registré como una reflexión. Una reflexión que surgía desde la consternación y el descubrimiento. Dijo en voz baja, como para sí misma, pero audible:  “Esto no es para mí ”. Qué cosa no era para ella: la espera, el estudio, la enfermedad? Estábamos en el mismo barco y se preveía un mar agitado.
Cuando llegué al Sanatorio, gestionamos el ingreso, y me asignaron una habitación.  Mientras hacía los trámites mi hijo me acompañaba. Había intentado, con poco éxito enseñarme una aplicación en el celular para poder escuchar la lectura de los diarios. No tenía yo la atención disponible para las noticias del mundo.  Cuando accedí al cuarto, mi compañera estaba instalada en su cama. Era una mujer bella y lo que me llamó la atención fueron las pulseras, anillos y collares que llevaba. Maquillada y adornada, parecía preparada para una celebración. Contó que estaba internada por anemia. Le indicaron transfusiones, que ya se habían realizado y ella esperaba ansiosamente el alta. Y su anemia tenía que ver con un régimen que había sostenido para verse tan delgada y juvenil como anhelaba. Pero fue al precio de su salud. Había que  poner dicho régimen en cuestión. La acompañaba su madre.
Otra vez madre e hija atravesando la peculiar situación de estar a la expectativa de lo que se decidiera.
Para ella, la necesidad del alta parecía imperiosa, y la impaciencia se fue acentuando hasta hacer crisis en la noche. Eran complementarias, madre e hija, en tanto a sus enojos y reclamos, la madre respondía desde una paciencia y disponibilidad, que en vez de calmarla la exasperaba. Me pareció extraño, pero era un juego que se ponía en marcha más allá de la adultez de una y la ancianidad de la otra. Y me sorprendió que en su disgusto por la demora, la hija no protegiera a la madre y la expusiera de tal modo a su llanto y a sus quejas.
Yo había insistido a los cirujanos, en que me comentaran luego de la cirugía sus impresiones, antes de ver a mi familia, por la misma razón en que antes había sido cauta. Pero lo cierto es que no tengo recuerdos de ese momento, el del final de la operación, y fue a la noche en que me pusieron al tanto de lo acaecido.  Extirpación del nódulo y del ganglio centinela. El análisis de éste permitía pensar que se había resuelto la amenaza. Pero había que continuar con radioterapia.
La cicatrización del pecho se dio sin tropiezos, la de la axila implicó una hematoma que requirió más cuidados.
Las consultas con los cirujanos, German y Lorena fueron  tranquilizadoras.
De todo esto vivido me quedan tres estampas: 1- La de la paciente a la que escuché cuando se dijo: “Esto no es para mí”. Y me llevó a preguntarme: “¿Y para mí?”. ¿Quién elegiría estar en ese lugar?
2-La compañera de habitación en protesta encarnizada en esa tarde y esa noche. Como una niñita a la que no la consolaba ningún argumento. Que en mi duermevela escuchaba como cadena interminable de quejas, de improperios y de amenazas.
3-Y la médica que se asoció a mis esfuerzos por reintegrarme a mis proyectos. Así, cuando le conté a Lorena que esa semana quería asistir a la presentación del libro de Horacio, dijo: “Claro, y por qué no?”. Y que días después, cuando  ella drenaba mi  hematoma pude bromear: “Mis hijos dicen que menstrúo por la axila”. Y que, al fin, recurrió a su propio  apósito para completar la curación. Algo que solo una mujer hubiera podido hacer.
Y ahora queda encontrar la energía para comenzar  esta nueva etapa. Contando con ellos, contando también conmigo. Y registrando esta experiencia como lo que era. Un hecho que daría otra dimensión a lo que habría de vivir.
Y eso nuevo que habría de vivir, implicó que interviniera a Miriam, la oncóloga que continuaría asistiéndome, luego de la cirugía, y a Alejandro, que estaría a cargo de la terapia radiante. Más compañeros en el camino que transitaba. Conocí a Miriam y me encontré tejiendo lazos con ella, que continuaría mi tratamiento, y que me conectó con Alejandro.
Ellos delinearon el camino que transito todavía y que se extenderá hasta que lo indiquen.
También se, que posteriormente  recibiré una medicación (antiestrógenos) que evite recidivas, y que deberé tomar  aunque me inquiete su eventual repercusión y efectos colaterales. Tal vez los efectos sobre el erotismo y la sexualidad que se vean afectados  (disminuidos?). Esa es una  presunción que me ronda.
Comenté ya. la enorme ayuda que supuso para mí el diálogo con amigas, que antes que yo, habían atravesado esta experiencia, y cabe insistir en ello con quienes están implicados en recibir y asistir a quienes como yo, llegamos con diagnóstico, expectativas  y  angustia. ¿Podrán pensar los médicos en incluir esta posibilidad?
Por qué no pensar en grupos de acompañamiento entre expacientes y pacientes, tal como existen en afectados por otros cuadros. (Recuerdo a los que comparten diálisis, que suelen establecer lazos entre ellos, y también los grupos coordinados de varones en tratamiento por tumores de próstata. El efecto subjetivo de dichas reuniones, muestran sus posibilidades de sostén que vale jerarquizar.)
Estampas
Comencé el contacto con el centro donde efectuaría la terapia radiante. La entrevista con Alejandro, reforzó la descripción que ya tenía respecto al tratamiento. Creo que fue muy astuto cuando me describió el tratamiento que haría bajo su supervisión como “muy aburrido”, quitándole así dramatismo. Y fue muy gentil cuando me dijo que había buenas perspectivas, entre otras razones porque “si bien yo era joven, no era tan joven”. Una inteligente manera de usar ese dato.
De la clínica en donde efectúan la terapia radiante me quedan tres momentos de la primera sesión. Una fue del clima solidario de los pacientes que conversaban en la sala de espera. Un señor mayor que cuando comentaban la necesidad de mantener la capacidad de lucha y no decaer, me dijo: “ Me parece que usted estaba triste cuando llegó”.
Antes de la sesión me pintaron la zona que debía ser irradiada, y no pude evitar asociar con el body pint. Aunque traté de bromear con Picasso y Dalí, también se me superpusieron imágenes de apaches preparados  para la guerra. Deberé pasar esas semanas con esos trazos en la piel, significando la lucha que llevo adelante en otra contienda. Los técnicos, pincel en mano son los que operan los aparatos. Los “chicos del pincelito” fueron los que día a día manejan los aparatos de terapia radiante, y controlan los efectos en la piel. Entre ellos, todos amables,  fue Walter especialmente  cordial, en circunstancias en que cada gesto importa.
Otras imágenes, surgen del contacto con otros pacientes. Una fue la efusiva y cariñosa manera en que recibieron a una señora, los dos jóvenes ¿hijos? cuando ella salió de la sesión. El muchacho la condujo del brazo después de besarla en la frente. La joven rubia que estaba con él la abrazó y la retuvo un rato así.
Otra estampa, fue el pudor con que nos miramos al cruzarnos en bata y pantuflas, con un paciente que salía, cuando yo estaba por entrar, ya dentro de la sala que llaman “El bunquer”. Experiencias que registro minuciosamente. Ese pudor no tenía solo que ver con nuestro bizarro aspecto, también con reconocernos en nuestra condición de pacientes.
Pacientes a ser pacientes, a sostener  y llevar adelante la empresa de asistirnos en este desafío. Que nos miramos con pudor y algo de vergüenza, tal vez por el hecho de estar allí compartiendo ansiedades y esperanzas. ¿Pudor y vergüenza de nuestra fragilidad?
Sucedió también que (como otras veces) no me situaba en las palabras que indican el modo de vivir diagnóstico y tratamiento. Tuve que escucharlo de otra mujer que se definió como paciente oncológica. Allí sentí que no me había pensado en ningún momento bajo ese nombre. Que en ese trance, y por solidaridad con ella y casi sin pensarlo le dije: “Yo también”. Pero tengo que seguir porque advertí que, aún ¿esquivo, soslayo? la palabra cáncer.
Creo que se crea una suerte de hermandad entre quienes transitamos este momento, varones y  mujeres, adultos, jóvenes y ancianos, ricos y pobres, católicos, israelitas,  musulmanes  y agnósticos, sabios e ignorantes,  kirchneristas  o macristas…todos nosotros, más allá de profesiones u oficios, más allá de humildades o arrogancias, nos miramos, aun sin conocernos, sabiendo el tema en común que nos liga, más allá de nuestras particularidades. Más allá de la vida que vivimos antes, de nuestras expectativas actuales y del futuro en que cada uno se encamine. Pocas veces he registrado esa fuerza que da solo mirarse con iguales.
Me preparo para que este octubre me deje enseñanzas. Me preparo para que me aporte un saber para la vida.
(¿continuará?)
 
 
María del Carmen Marini
mariadelcarmenmarini@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario