Antes de escribir esta historia, le pedí a Pablo que cambiara la lamparita quemada de la habitación. Él se estiró, quitó la que estaba quemada y colocó la nueva. Entonces le dije, medio en broma, medio en serio: ¿Qué haría yo sin vos?
Qué haría sin un hijo alto y hermoso, que sin esfuerzo alza su brazo lleno de biceps y con los dedos índice y pulgar desenrosca, enrosca y ¡abracadabra! ¡problema solucionado! Donde yo tendría que haber buscado una escalera, trepar sudar y putear sin certeza de poder cambiar la lamparita, él lo hacía como lo más fácil del mundo
Y es que los hijos, (único hijo varón, después de la experiencia de una primera hija mujer) para los cuales una viene a ser la única madre, suscitan estos comentarios, como el de ¿Qué haría yo sin vos?
Cuando Iliana eligió para representar un viejo escrito, "El machista", en el que me refería a Pablo niño, ella sintió que podía identificarse conmigo, porque su hijo Julián se ajustaba perfectamente al perfil de lo relatado. En realidad cualquier madre de hijo varón atorrante y seductor podía resonar a lo planteado.
Y es que el tiempo pasa, pero los chicos siguen creciendo de manera bastante similar en casi todas las familias y dan lugar a situaciones que se reiteran a lo largo de generaciones. Y las madres establecemos entre nosotras una suerte de complicidades por ir viendo que nos pasan las mismas cosas. Tal vez por eso a Iliana le resonó mi cuento de hace 20 años.
En nuestro caso, como en tantos, después de los avatares de la adolescencia, del viaje a Europa con recalada en el barrio gótico de Barcelona, con caminatas con ocupas en Cádiz en las marchas contra las leyes de extranjería de los gallegos garcas, y con un retorno a Argentina que nos hizo recuperarlo, dijimos: Nuestro hijo está otra vez en casa. Su hermana, la única sensata en la familia, cedió los espacios necesarios y volvimos a la rutina.
Mi marido supo acotar: ¿Y te imaginabas que iban a estar tanto en casa?
Viene siendo la situación de muchas familias de hijos e hijas creciditos en tiempos de despegue, cuando a veces están y otras veces no.
En un entretiempo en la facultad, me encontré con dos amigas. Zulma contó : Franco se vuelve de España. Y la Negra, cuya hija también volvió de Dinamarca, y a quién comenté que acababa de pasar momentos antes por el hall (porque también estudia a allí como nosotras) dijo: ¡Ah, qué bueno que está acá, porque hace dos días que no la veo y necesitaba comentarle algo!
Esta situación de hijos en los veintipico, que a veces están y a veces no, que a veces se van y otras veces vuelven nos exige una adaptación que asombra a las abuelas. Claro, para ellas cuando un hijo se iba, se iba. Y se iba cuando estaba por casarse o cuando se iba a trabajar a otro lado. Esta etapa de tránsito mucho no les cuadra.
Para mí, el hecho de que Pablo se fuera y por un año en el 2000, fue toda una puesta a prueba, que pude sortear. Cuando Susana, la madre de Emilio el amigo que viajó con él a Europa, me preguntaba cómo sobrellevaba la ausencia le contestaba: Recurriendo a dos mecanismos fantásticos, a saber: "reprimir" y "negar". Reprimir la nostalgia y negar el nudo en el esófago y las cosquillitas en los ojos. Ella, y todos los que escucharon esa respuesta me miraban como si yo estuviera loca, pero a mí me resultó. Al menos durante ese año que por suerte ya pasó,
Pablo nos escribía y hablaba seguido, de vez en cuando daba noticias de los nuevos piercings y tatuajes que se hacía y acá temblábamos. Cuando antes de partir ya se había adornado con tachas de metal en la ceja, en las orejas y en el labio inferior nos inquietamos. Cuando se dibujó una serpiente en la espalda y una mandala en la panza ya estábamos acostumbrados y nos parecieron decorativas.
Había sido interesante recoger los comentarios de nuestros amigos al respecto. Porque descubrimos que, como con todo, cada quien lo hacía desde sí mismo. Así hubo quién preguntó: "¿Y no lo corriste a escobazos?" Otra que arrobada acotó: "¡Ay que les queda taaaan liiindo!" Y al fin, otra que aportó: "Y bueno, el hacer algo así es un signo de su autonomía. La mía se puso un arito en el pupo y uno en la nariz..."
Cuando Pablo regresó ya no tenía tachas visibles así que nos calmamos. Solo que al abrir la boca tenía uno nuevo que le atravesaba la lengua. Decía que le gustaba y que era erótico.
Para las minas de mi generación erótico era Serrat, pero obviamente los gustos han cambiado y él sabrá porque lo dice. Además si es por erótico me quedo con Sabina, que él me hizo conocer en uno de los primeros compact, ese donde figuraba: "Sentados en corro..."Aunque ningún tema como el de: "Más de cien palabras, más de cien motivos..." que viene siendo como un himno, no un himno patrio, sino existencial y al que me remito bien seguido.
Cuando a la vuelta él se reencontró con sus amigos volví a tener la casa llena de chicos, y valió la pena.
Andrea como nueva hija adoptiva y hermana postiza de Pablo luchaba para que me sembraran pastito en el jardín. Y José Luis, el otro hijo adoptivo, me traía de regalo salames del campo, como premio a mi postgrado.
El hecho de que Pablo se pusiera de novio fue mejorando el clima y las expectativas de la vida en común. El amor dulcifica y amansa. Mis primos se asombraban de que me hiciera solidaria, porque para el mito de suegras y nueras en competencia y conflicto esta complicidad parecía contra natura. Pero lo cierto es que verlo embalado y entusiasta era lo más que podía desear.
El transplante a Rosario estaba resultando.
Al llegar hablaba con modismos como que "tal chaval es muy majo" y traía el pelo rubio. Después rojizo. Después platinado. El tema de los cambios de color no tuvo ningún significado hasta la semana pasada.
Porque la semana pasada se lo cortó. Y pude ver su pelo natural después de mucho tiempo. Y estaba lleno de canas.
El bebé que ocupaba el exacto lugar en mis brazos cuando lo amamantaba. El plumón tibio que me costaba devolver al Moisés.
El preguntón que a los dos años me pedía cuentos antes de dormir diciendo: "Tame toria".
El viajero que mandaba sus cartas desde la computadora de una biblioteca que nos describía como la de "El nombre de la rosa" y desataba nuestra imaginación desde su barrio barcelonés.
Ya tiene canas. Ahora tiene canas.
¿Y cómo se es madre de un hijo que tiene canas?
Explíquenme por favor porque la melancolía me invade, y puedo encontrar respuestas para muchas cosas, pero ésta ¿Cómo se remonta?
Otoño, 2003
8 dic 2020
Qué haría yo sin vos
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