8 dic 2020

Una historia de amor

 Le dijo: Te estoy llamando sin que sepan. No quieren que vuelva a verte. Y no sabés cuánto te extraño.

Le respondió: Sabíamos que podía pasar ésto. Yo también estoy muy triste. Tengamos paciencia, ya comprenderán.

Le dijo: ¿Cómo vamos a poder con esta separación? No entiendo. ¿Por qué nuestro amor tiene que costarnos tanto? ¿ Por qué es tan difícil de llevar adelante? ¿Por qué son tan duros? Y sin embargo sé que están sufriendo, y hacen esto porque me aman y creen obrar bien.

Le contestó : No sé...Creo que le pesan los viejos mandatos, y solo pueden pensar las cosas desde allí. Pero si podemos mostrarle la fuerza de lo que sentimos, llegará un momento en que podrán aceptarlo.

Le dijo: Estuve recordando a Romeo y Julieta, no son cosas del pasado. Están sucediendo aquí, ahora.

Le contestó: Sucede muchas veces, sucede por muchas razones.

Sucede como una prueba que deberemos atravesar, y porque lo que sentimos tiene la potencia de lo verdadero.

Eso no cambiará. Aunque no podamos vernos. Eso nos constituye.
 
Les sucedió a tantos...

A Angélica y Suger les pasó porque ella era de familia católica y el de familia judía.

Y entonces era tan importante el peso de la oposición familiar, que solo pudieron volver cuando tuvieron su primer hijo.

A Elsa y Manuel porque ella le llevaba diez años. Era impensable que hicieran un proyecto.

Cuando se casaron ella tenía treinta años y él veinte. Y vivieron tantos años juntos, que cuando él murió, ella que ya tenía más de noventa, se pasaba los días llamándolo.

A Pedro y Liliana porque él era muy pobre y vivía más allá de la vía qué separaba el pueblo en dos. Iban a la misma escuela, pertenecían a mundos distintos.

A Luisa y Juan porque los padres de él no aceptaban a la que llamaban “esa advenediza”, extranjera, pobre y despreciada,

Toda historia de amor tiene su lucha.

¿Por qué pensar que la de ellas tiene que ser diferente?
Diciembre 2004

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