3 dic 2020

RECIPROCIDAD EN LA AYUDA

             Una de las cuestiones más importantes desplegadas en los ultimos años fue el interrogante respecto a cuánta reciprocidad en la ayuda se jugaba en algunas consultas. Esto a partir de a valorización de la palabra del paciente, que muchas veces trae respuestas que no sabíamos que estábamos buscando. Que nos llevan a efectuar aprendizajes que quedarán impresos con toda su carga. Que nos llevarán a parafrasear aquellos versos : “De cada amor que tuve tengo heridas, heridas que no cierran y sangran todavía...” para decir- decirnos: “De cada paciente que tuve  tengo marcas, saberes que siguen fluyendo para armar el mapa de las conflictivas de hombres y mujeres...”
            En algunas ocasiones ese mapa  se arma más dramaticamente. Valga este ejemplo, fragmento de un trabajo más extenso: "Marta, ex -presa política, ex –exilada trabaja en su historia para recuperar los recuerdos. Su historia se va reconstruyendo en el espacio de la palabra que puede nombrar, al fin, después de tanto silencio. Pero hay algo en común: Marta y yo tuvimos a nuestro primer hijo en el 74. Ella en la cárcel, yo en eso que se dió en llamar el exilio interior, que todavía recuerdo con angustia. Ella cuenta y yo la escucho. Damos forma a la historia en un largo relato que después de mucho tiempo, esfuerzo y lucha puede enunciarse. Nuestro trabajo es la historia del silencio, del relato y de la escucha. Se va corriendo una cortina. Se van perfilando detalles, se definen escenas, se recuperan recuerdos. Trabajando sobre el silencio aparecen las palabras. Las suyas, primero las suyas, pero también después, sigilosamente, las mías.  Si ella nombra, yo también. Me lleva ella, al reconstuir su historia a que yo asuma parte de la mía. ¿Cómo me convoca? ¿Y qué sucede con esto?
            Sin darse cuenta, su recordar -que es volver a pasar por el corazón y pagar los costos por ello- tiene una reverberación que me alcanza. Y así como en ella la toma de conciencia fue la de que creyendo proteger al hijo que gestaba , había sido protegida por él, para mí fue advertir que creyendo ayudarla me ayudaba a mí misma. Al ayudarla a regresar de aquel exilio de si misma que era el olvido, sucedió que también me ayudó en un impensado retorno: el de aquello exilado de mí que hizo eco a su voz recuperada. Abriendo un espacio para su palabra también se empezó a insinuar la mía, como por un mismo cauce abierto en el encuentro. La palabra pronunciada como avalancha, trayendo espisodios, trayendo imágenes. Y el escribir como restañar, reparar, cicatrizar al contar, contarse, contarnos la historia desde las resignificaciones que surgen, que pueden surgir, recién entonces.
            Le proveo la posibilidad de recuperar su propia memoria y al hacerlo corro un riesgo, y no es banal, el de efectuar un buceo en mi misma. Ella vuelve a algún rincón de sí y me lleva a buscar en los míos.
Ella dice: -"Encontré una palabra. Es la más fiel para designar lo vital, es la palabra amor, el amor de la familia, de los compañeros. Es lo que me sostuvo entonces, es lo que me permitió seguir adelante. Es lo que brota y se despliega en los reencuentros de cada una consigo misma, cuando mirando las fotografías de entonces armamos el rompecabezas de nuestras historias".

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