El antes, durante y después del nazismo en:
“Competencia desleal”, “Good”, “Llegaron los turistas”
“Competencia desleal” 2002
Director: Ettore Scola, 1931
Guionistas: Furio Scarpelli, Ettore Scola, Giacomo Scarpelli, Silvia Scola
(Furio Scarpelli y Ettore Scola trabajaron en el guión con sus hijos Giacomo y Silvia)
Dos vecinos, un sastre católico y un mercero judío, viven en conflicto por razones comerciales. Sus hijos menores son amigos, los mayores están noviando, pero la irritación entre los jefes de familia crece, hasta desencadenar una pelea.
Se promulgan las leyes raciales de 1938 y afectan a la familia de religión judía. La película narra el proceso por el que el protagonista, el comerciante católico va tomando conciencia de la irracionalidad de lo que sucede y pasa del antagonismo a la solidaridad.
En “Competencia desleal”, refiere Scola en una entrevista, se propone “redescubrir los diferentes rincones de la memoria, que permanecen alertas como la mirada del niño que verá partir a su mejor amigo”.
La “culpa italiana” que aborda el film es la que acompañó la inercia ante la aplicación de dichas leyes y a la erradicación en guettos de los vecinos judíos.
El relato surge de la voz de ese niño, que es el que narra y dibuja sus impresiones, que habla de lo que va sucediendo, en ese barrio romano en 1938.
Que también habla de sus tíos. Uno hermano del padre, otro hermano de la madre.
El hermano del padre, Angelo, es la voz de la denuncia del proceso que se inicia y sus despotismos y arbitrariedades. El otro de los tíos, Peppino, hermano de la madre, es “vago y buen bailarín”, Ese personaje es el de un joven cuya vacuidad encuentra en la incorporación a los “camisas negras” el único lugar posible de inserción.
Alguien a quien la falta de capacidades, de identidad y de proyectos embarca en un espacio de reconocimiento: el fascismo al que adhiere, que le provee de una sensación de poder y autoestima. Este personaje entra fascinado por la jerarquía que le depara esa pertenencia, dada su inutilidad para obtenerla por propias capacidades.
Entre ambos el padre del niño, Umberto acusado por su hermano de pertenecer a “la mayoría silenciosa”, a quien se lo ve en un proceso personal que pasa de la enemistad con su competidor, el mercero Leone, hasta la resonancia con él. De esa pasividad al reconocimiento de su equivocación. Cuando el hijo mayor dice de sí mismo (por su cobardía en defender a su novia judía) : “Soy un idiota”, Umberto acota: “En estos días abundamos”.
La implementación de las leyes raciales que se van imponiendo y el film ilustra, agudiza el malestar y preanuncia lo que vendrá. Según ellas los profesores judíos no podían dar clase, los médicos y abogados no podían desempeñar sus cargos, los niños no podían asistir a la escuela pública, Le son confiscadas radios, máquinas de escribir y no pueden tener empleados “arios”.
Las intervenciones de Angelo, van marcando la intensificación de una opresión que él señala. A la muerte de un colega judío, supuestamente suicida después de su exclusión de la escuela en que enseñaba, y con la pena y culpa subsiguientes dice: “Antes del después, siempre hay un principio. O tenemos el coraje de mantener nuestras convicciones , o no.”
En ese momento llega Peppino, enfundado en su uniforme negro, haciendo ostentación de su nuevo rol y Angelo dice con sarcasmo: “-Mejor él, coherente, sin coartadas, indómito, inevitable…”
Peppino, prepotente desde su nueva inscripción, desde el poder que vicariamente le da pertenecer al fascismo, ordena prepotente: “Crispina, un café”.
Los niños de ambas familias son amigos y compañeros de escuela. Comparten su cotidianidad, tareas, paseos, la admiración por una bella vecina y el aceite de hígado de bacalao, (frecuente en esos tiempos) compensado por pastelillos, que como golosina preparaba la empleada católica totalmente integrada a la familia judía.
Las reflexiones de los niños, Petruchio y Lelé, van desde las preguntas sobre la invasión ideológica del fascismo: “¿El duche hizo la Fontana de Trevi?”, “¿El Duche es Dios?”, al desconcierto por las medidas que van despojando de sus derechos a las familias judías, y afectando sus vidas. Estas medidas culminan con la prohibición de asistir a la escuela pública de Lelé.
Es la primera vez que Petruchio, el cronista que con sus caricaturas va reflejando situaciones y personajes, queda impotente ante la página en blanco, sin poder dibujar el drama de la ausencia de su amigo.
Faltará aún el momento de la despedida, en que Lelé parte en un carro con su familia hacia el guetto, y él lo sigue con la mirada diciéndose: “-No hay nada que hacer, cuando tomas aceite de hígado de bacalao, se convierte en tu amigo para siempre”.
“Good” 2008
Dirección: Vicente Amorín, 1966
Guión: John Wrathall
Adaptación de la obra teatral de C.P. Taylor
Narra la historia del profesor de literatura John Halder, un “buen hombre”, un anti héroe en involución ética, desde que convocado por el Reich, para escribir un ensayo humanitario sobre eutanasia, va incorporándose en grados cada vez mayores de compromiso al nazismo. Su mejor amigo, un psiquiatra judío que solicita su ayuda, choca con su impotencia y cobardía para hacerlo salir del infierno.
Es recién con el grado de capitán de los S.S., que este “buen hombre” toma la dimensión de las consecuencias de su pasividad, su aceptación y su complicidad.
En “Good”, se narra precisamente como ese supuestamente “buen hombre”, profesor de literatura y padre de familia, se va deslizando en un proceso inevitable.
El protagonista, al principio del film, desbordado por las circunstancias de su propia vida, es alguien que va siendo capturado para quedar envuelto en una telaraña.
En una de las escenas iniciales se lo ve en medio de un caos hogareño, cocinando para sus hijos, mientras su esposa, absorta en el piano al que parece aferrada como a su tabla de salvación, se disculpa por su impotencia para asumir las responsabilidades cotidianas. La madre del profesor, gravemente enferma lo reclama a gritos desde el piso superior y llega el suegro que le reprocha su resistencia a afiliarse al partido.
Como contrapunto a ese escenario psicótico, se lo ve en la escena siguiente en el estrado, dictando clase en la Universidad y reflexionando, “sobre la memoria y la culpa”.
Hay señales de lo que se avecina cuando en medio de esa clase el tumulto de la quema de libros lo interrumpe.
En medio de su agitada y triste vida, una de sus obras de ficción, que había sido aquella por la que lo convocaran al Reich y le encargaran escribir un ensayo, llamada “El derecho a la vida”, es adoptada por sus consecuencias revolucionarias, por el régimen nazi para hacer con ella un film y justificar la eutanasia.
John no advierte la maquinaria destructiva, de la que ha entrado a formar parte hasta que es demasiado tarde. Como una “ruedecilla más” del demoníaco engranaje tan bien descripto por Hanna Arendt, para describir la banalidad del mal, no toma la dimensión de su responsabilidad hasta que los trenes, los hornos, las barracas, la destrucción irracional lo ponen de frente a la tragedia.
Es seducido por el honor que se le dispensa desde el Reich, (es designado miembro honorario) tanto como por una joven alumna, con la entabla una relación amorosa. Ella es ferviente admiradora del nazismo, “Siente esa energía”, “Algo que hace feliz a la gente no puede ser malo”. A partir de esto las objeciones de John caen y comienza un camino sin retorno.
Paradójicamente la imagen que le devuelve su primera esposa (a pesar de la separación) no favorece ningún cuestionamiento. “Siempre haces lo correcto”, “No soporto que mi padre piense mal de ti”, “Tus hijos están tan orgullosos”.
También la madre lo confirma cuando le dice: “Eres un chico tan bueno”. La madre, que en soledad declinará hasta la muerte.
Solamente un amigo, Maurice, decepcionado por la adscripción de John al nazismo le expresa su disgusto y se distancia. Es el que buscará su ayuda para salir de Alemania, cuando empieza la persecución a los judíos.
John Helder ha escalado a Capitán, su novela, que escribiera años atrás, se está filmando, su cargo como consultor en hospitales, marca lo meteórico de su ascenso.
Pero la muerte de Von Rath que precipita la noche de los cristales rotos, imprime un viraje a su vida.
Intenta ayudar a su amigo Maurice, la conciencia lúcida que había desoído, pero ya es tarde.
En la búsqueda de su amigo llegará a descubrir que fue su joven alumna, convertida en su segunda esposa la que lo entregó a la S.S. la fatídica noche. Ella fue la delatora de Maurice que lo condena a ser capturado.
Valiéndose de su cargo, John llega hasta el campo de concentración en Silesia, al que supuestamente su amigo fue destinado.
Y recién allí toma la dimensión de la tragedia.
Los trenes que cruza en el camino, los prisioneros cavando fosas, las chimeneas de los hornos funcionando a pleno, la orquesta de prisioneros que acompaña a los que ingresan a las cámaras de gas, forman parte del escenario dantesco donde ese hombre supuestamente bueno despierta.
La música de Malher que ellos ejecutan es la que John había alucinado. La había alucinado en momentos diferentes de su vida: la primera vez ante los operarios que estuvieron en la quema de libros cuando remueven las cenizas, la segunda en la escena en que termina la filmación de la película con la que se consagra y a la que el asiste, con su segunda esposa embarazada. La tercera la noche de los cristales rotos y los desmanes en que busca a Maurice. Alucinaciones que fueron parte de una realidad paralela, que recién toman cuerpo y sentido en ese momento en el campo, en que con la mirada extraviada deambula entre las barracas sin terminar de comprender, de que cosa es que él está formando parte.
La historia del protagonista es la de alguien en involución ética, que metaforiza el descenso moral del pueblo que empieza aceptando la discriminación y termina enviando a millones a las cámaras de gas.
Y la mayor ironía está en el nombre elegido: el hombre descripto como “bueno”. Requiere un esfuerzo pensar en lo que ha quedado oculto lo que nos haría advertir otra faceta, implícita pero escamoteada.
Queda para construir por el espectador una versión completa que lo incluya en las responsabilidades sugeridas en el film, pues lo malo, en él (la pasividad, la complicidad), no sale a la luz, no está subrayado. Debe ser deducido a partir de señales, apelando a la reconstrucción de los hechos.
Hay en el film, dos viajes en auto, que parecen significativos. El primero, iniciando el film, en que se lo ve con la inquietud de haber sido citado ante las autoridades sin saber el motivo, marca un momento. Aquel en que se pone en marcha la mecánica que lo incluirá en el nazismo. El segundo, cuando viaja ya como Capitán SS, a Silesia en busca de huellas de su amigo, marca otro. El de la angustia de descubrir el callejón sin salida al que ha llegado. Es posible que ambos viajes metaforicen otros. Aquellos viajes que en su interioridad se van desplegando para que llegue al punto en que con incredulidad, caminando el campo de muerte como un loco se diga: “Esto es real”.
El director dice al respecto: “Basta con dar el primer paso. Cuando uno toma una decisión equivocada, siempre hay consecuencias”. Coincidente con Angel, el personaje del maestro crítico en “Competencia desleal”.
“Antes del después, siempre hay un principio. O tenemos el coraje de mantener nuestras convicciones , o no.”
“Vivimos sin explorar lo que hay alrededor, empujado por necesidades personales, y así posibilitamos la tragedia”.
Imposible predecir los efectos devastadores de la complicidad de hombres y pueblos a la irracionalidad despótica de un líder mesiánico.
John Helder el “buen” hombre que puede ser tomado como metáfora de un pueblo al que la pasividad sumió en uno de los dramas del siglo XX.
“Llegaron los turistas” 2007
Director: Robert Talheim, 1974
Guionista: Bernard Lange. Hans C. Schmid
Sobre novela de Bernard Schlink
En el tercer film “Llegaron los turistas” me centraré en el personaje del joven, Sven, que llegado a Auschwitz inicia un proceso de concientización del significado del lugar y de la historia allí transcurrida, de la cual el anciano, Stanislaw, al que va a acompañar, es un testigo implacable.
Sven., el joven, debe asistir a un anciano sobreviviente que reside allí y trabaja en la conservación de las maletas de los prisioneros asesinados en el campo y que están en el Museo, y también en dar clases sobre lo que fue el campo a los contingentes de estudiantes que llegan al lugar.
La relación entre ambos es áspera al principio, hasta que el joven va descubriendo la inhumanidad de lo que fue el campo, a través de los relatos del anciano, y la prolongación de aquel desprecio en la industria turística montada en la actualidad. Al punto que cabe la duda respecto al deseo de hacerse responsables desde la memoria histórica, o simplemente montar un negocio más.
Sven, el joven berlinés va a descubrir en Polonia su propio papel en la preservación de dicha memoria histórica.
En una de las visitas guiadas se les pide a los estudiantes que refieran sus impresiones de alguno de los lugares visitados y el sentimiento que les genera, y una de las jóvenes dice que le impresionó “la sala 6 donde vio en vitrinas ropas de niño, entre ellas unos pantaloncitos, la chaqueta y las medias. Le generó una sensación de desamparo y el deseo que ese pasado jamás se olvide.”
Pero la mirada de Sven va pudiendo registrar también, la indiferencia y el desprecio sobre el pasado de los campos, de parte de quienes apuestan a una reconversión en destino turístico y a la reinstalación de fábricas.
Como recién llegado y después de la hostilidad que recibe como alemán entre polacos, empieza a advertir la presencia de aquel pasado, generador de resentimiento, que aún hoy tiene sustento.
“Pregúntale si su abuelo trabajó aquí” escucha como broma macabra de uno de los amigos del anciano. Deberá atravesar un proceso de aprendizaje para hacerse cargo de la memoria y lo que ésta implica.
El anciano portador de los recuerdos incómodos es que lo conducirá en este camino.
Cuando los estudiantes que piden ver los números impresos en su antebrazo, y uno comenta: “Casi no se ven”, la respuesta sarcástica del viejo es: “Es que no los hice renovar”.
Y cuando decide renunciar a su misión de testigo histórico, sobreviviente del campo, Sven insiste en que allí lo necesitan, el viejo dice con amargura e ironía: “Que les muestren la lista de Schlinder. Es más impactante”.
Son estas cuestiones las que van afectando a Sven.
El anciano en una de las charlas a estudiantes refiere que vino de Tarnov a un campo de 9.372 prisioneros. Y que de los 102 de Tarnov sobrevivieron 4. Por su perseverancia en quedar a vivir en el campo, y acusado de terquedad por su hermana, el explica a Sven: “Yo debo quedarme aquí. Tengo una obligación. No entiende que aquí me necesitan…” Es la primera vez que se dirige a Sven sin aspereza ni arrogancia y que agradece al joven su compañía.
En la disertación para unos pasantes de una fábrica reciclada, en la inauguración de un monumento a Auschwitz, cuenta sobre su experiencia como prisionero: “Solo nos juzgaban por el valor que teníamos para ellos” (en ese campo de trabajos forzados, en base a ello se decidía la muerte o la vida de los prisioneros) Cuando está hablando es interrumpido por la Directora.
Cuando Sven le dice: “Debió dejarlo terminar. Solo necesitaba hablar un poco”, ella replica: “No todos pueden lidiar con el pasado como tú”.
Y cuando el joven conecta aquel pasado a la situación del presente, en que también en la planta se han despedido trabajadores polacos cuando no les sirven, ella se incomoda y considera la comparación “de mal gusto”.
El anciano es relevado la tarea con las valijas, quitándolo de uno de los lugares de pertenencia. Queda despojado de una tarea que los museólogos califican como de conservación y él realizaba como tarea de restauración, Y vale considerar el matiz de esas palabras. (No es igual conservar algo igual, momificándolo, que intentar la reparación de lo que quedó dañado)
Sin esa tarea con las valijas y saboteado e interrumpido en sus charlas, decide dejar el campo donde transcurrió su vida.
En la última conversación con Sven, el viejo relata:
“Sólo teníamos una hora para sacarle las maletas y los bolsos a los que estaban en la rampa. Yo le prometí a esa gente que recuperaría sus maletas…”
Al advertir la falta de respeto por lo vivido, y por las secuelas de un desgarramiento no cicatrizado, el joven toma partido por la memoria.
Es entonces que Sven retrocede sobre la decisión tomada de irse también él, y ya en la Estación y listo para partir, vuelve sobre sus pasos al acompañar a un grupo recién llegado e indicarles (él que ya sabe sobre la comunidad, desde lo vivido) donde está el Centro Juvenil donde se alojarán.
Quedan las palabras del profesor que guía a al grupo cuando como a modo de cierre dice: “Nuestra civilización será juzgada por como lidiemos con este período oscuro de la historia”.
* * *
Pueden establecerse entre estos Films algunas conexiones, que tal vez hagan más abarcativo su sentido.
1-¿Por qué digo antes, durante y después del nazismo?
Creo que “Competencia desleal” refleja los prolegómenos en Italia, de lo que sería el avance del nazismo en Europa. Se inicia en 1938 y culmina con la salida de la familia judía hacia el guetto.
Éste se muestra en su fuerza y despliegue en “Good”, sobre todo en las escenas finales, en 1945 que muestran al Capitan Halder, que insistía en seguir siendo llamado “profesor”, deambulando por el campo de concentración de Silesia con la extrañeza y la mirada de un loco.
Y “Llegaron los turistas” transcurre en los años actuales y remite a lo que ha quedado pendiente como deuda de Alemania y de la humanidad a lo que fueron los campos de exterminio.
2-Elegiré para centrar la atención en algunos de los personajes de estas tres películas.
En “Competencia desleal” así como en “Llegaron los turistas”, los directores de ambas, Ettore Scola y Robert Talheim, refieren situaciones de su biografía que coinciden con las de los protagonistas.
Ettore Scola, nacido en 1931, en ese pasado en el que se desplegó el fascismo, vivió la experiencia de exclusión de un compañero de escuela, por las leyes raciales del 38 en Italia, tal como sucede en su film.
El otro, Robert Talheim, nacido en 1976, cumplió en 1996, con el servicio civil obligatorio (optativo al servicio militar) en la Alemania actual, que es lo que acontece al protagonista de su historia.
Lo traigo porque parece interesante considerar que es desde su propia biografía que estuvieron motivados para filmar.
En una reciente entrevista, Ettore Scola interrogado sobre esta película afirma su convicción sobre el racismo que aún hoy impera en Europa. Y en lo particular expresa su decisión de no volver a filmar, mientras Berlusconi esté en el poder.
Luego, cabe para esta afirmación recordar lo dicho por Adorno; “No se puede escribir poesía después de Auschwitz”, a lo que muchos respondieron que más que nunca habría que hacerlo, solo que hacerlo no de la misma manera, sino de otra que implique lo acontecido.
Edmond Jabés responde a Adorno: “Sí, se puede e incluso se debe. Es necesario escribirla a partir de esta fractura, de esta herida constantemente reactivada”.
Escribir poesía, filmar, pintar, esculpir, componer, como apuestas contra la barbarie. Como imprescindibles.
Scola reconoce, que si bien los films no pueden cambiar la realidad, pueden plantear dudas en los espectadores, que les permitan pensar cosas que antes no se habían planteado.
3-Las tres historias coinciden en relatar el clima imperante en tiempos que precedieron y acompañaron el apogeo del nacional socialismo y en las perspectivas con que desde el presente se considera esa época.
En las tres historias la relación creada y sostenida por los protagonistas, permite situar el drama al que remite. En los tres casos, la relación más relevante se da entre dúos: vecinos en conflicto en “Competencia desleal”, amigos entrañables en “Good” y un joven berlinés y un anciano polaco sobreviviente de los campos en “Llegaron los turistas”. Más allá de las otras personas que intervienen en las historias y que componen el coro, son éstas las parejas en que se despliega la trama.
4-Ettore Scola coincide con Vicente Amorím en referir no el escenario central donde se despliega la historia sino la trastienda, lo que sucede a gentes comunes que viven sus dramas sin la trascendencia de personajes públicos.
Alguien menciona: No se pone la mirada en el desfile si no en el fondo, en el patio trasero. Los espacios de las personas, sus sueños, disputas, anhelos.
5- Dos personajes lúcidos.
Angel, el hermano de Humberto y tío de Petruchio de “Compentencia desleal” es el que va haciendo la crítica de lo que se vive y el que anticipa lo que vendrá.
De la misma manera, en “Good”, es Maurice, el amigo y confidente de John, el que prevee en el nazismo la barbarie que terminará chupándolo.
El despojo, bajo la forma de incautación de bienes (radios, máquinas de escribir), que como señal marca el avance de la barbarie, esta mencionada en los dos films, como una de las primeras medidas, que se acrecentaran para terminar confiscando vidas.
Las empleadas arias que deben dejar las casas judías replican como otro de los signos de esos tiempos, de acatamiento temeroso a las ordenes arbitrarias que se imponían. Descripto como humorada en “Competencia Desleal” en que llorando la de la familia judía dice: -“No quiero irme, no quiero…¿Tengo la culpa yo de haber nacido católica?”
6-Puede leerse la diferencia, pero también la muda escalada entre lo vivido por Peppino, el vago de la película de Scola, buscando que “el fascio”, le provea la identidad de la que carece, y el profesor universitario de “Good”. Este se resiste afiliarse al partido hasta que la seducción del grado de Capitán, más las prebendas que le traen aparejada, lo llevan insensiblemente cada vez un escalón más alto en su compromiso con el nazismo y uno más abajo en la imagen de sí mismo por su erosión moral.
Ambos quedan igualmente encuadrados en una afiliación al despotismo, pero mientras Peppino, el parásito de Scola encuentra en su incorporación como cuadro al fascismo un lugar deseado y valorado, a la inversa de esto, al profesor John Halder, el hombre culto convocado por el Reich como miembro honorario, resiste porque intuye la oscuridad que se avecina, aunque finalmente, abrumado por cosas de su propia vida “se deja llevar”.
En ambas películas hay, en cada una de ellas, una escena significativa que es aquella en que por primera vez, visten el uniforme que signa su lugar.
Ambos se miran al espejo, investidos con su nuevo ropaje, y son esas dos escenas reveladoras.
Mientras Peppino satisfecho se solaza en su imagen, agrandado en su nuevo rol, y al hacer una flexión rompe sus pantalones en el trasero en gesto de bufón, del payaso que encarna, llamando a la risa del espectador, John Halder también se mira a un espejo. Se contempla con la angustia de encontrarse en el momento que según dice “pensaba que no iba a llegar jamás”: convocado como reserva a reprimir a los habitantes del guetto judío en la fatídica “noche de los cristales rotos” (En la que se irrumpió en el barrio, rompiendo las vidrieras de negocios, quemando sinagogas y apresando a familias enteras).
La joven segunda esposa es la que lo lleva a mirarse en su recién estrenado uniforme, seducida y seductora, iniciando una fellatio, en la clara intención de persuadirlo para ocupar el rol con convicción y orgullo: “Solo vas a ayudar a mantener la paz…”
7-Contrapuesto, pero simétrico a la entrada de estos dos personajes en la irracionalidad de la época, está la paulatina toma de posición del joven que despierta a la verdad histórica disimulada tras la reconversión de Auschwitz en destino turístico.
Las dos primeras películas muestran el ingreso de los protagonistas a la barbarie y el despotismo, del fascismo y el nazismo, en un caso voluntariamente, y en el otro por no resistirse. El joven de “Llegan los turistas” hace el camino inverso de despertar dimensiones de una historia que aún duele, de ingresar a un universo que desconocía.
Cuando en la última escena en vez de partir decide volverse desde la estación con el nuevo grupo de visitantes dice, como justificando el hecho de volver: “Igual olvidé algo…” Frase reveladora si la hacemos resonar en todas sus dimensiones.
Pues aunque el final queda a medias abierto, está insinuado que será justamente es el que asumirá los recuerdos, el que no olvidará y ayudará a otros a preservar la memoria.
8- En el fisgón, un personaje que recorre las calles observando y escuchando a los vecinos, que aparece en varias escenas de “Competencia desleal” y que termina apropiado del negocio del mercero Leone, está insinuada la figura de la delación.
Peppino, el cuñado de Umberto es el más claro cuando se solaza en el pedido de denuncias de judíos como abriendo posibilidades para él, de ocupar esos lugares de trabajo, que a ellos les quitarían.
La segunda esposa del profesor Halder, Ana, en “Good”, es la que con convicción denuncia al amigo judío de John. Es el personaje que activamente toma la posta traicionando el pedido de su esposo de ayudarlo en su huída de Alemania. Es la más definidamente cómplice de los SS de los personajes, contrapunto del timorato John.
9- Respecto a la música: Hay en “Good” una referencia a la música de Malher, que el profesor alucina como anticipando la que encontrará en el campo de concentración ejecutada por prisioneros músicos para los que van a morir. Son escenas muy extrañas puestas para indicar algo del orden de la precognición?
Para sugerir un grado de desequilibrio en el personaje?
Y hay en “Competencia desleal” un mendigo que ejecuta un instrumento de viento en tres escenas clave, al principio, cuando de insinúa la rivalidad de los comerciantes. la segunda cuando el drama de la exclusión de judíos se ha puesto en marcha, y al final, cuando la familia judía parte en el carro hacia el guetto. Scola ha de haber querido significar algo del orden del destino, del vaticinio, como en aquellas tragedias griegas donde la acción ha sido anticipada o acompañada por el oráculo.
También las tormentas (truenos y aguaceros) que estallan en el film de Scola parecen puestas para subrayar momentos de la trama.
La música significada en ambas películas como elemento enigmático queda allí por razones que quedan pulsando.
Resta una última asociación, el clima turbio y de fermentación que impera y que se despliega dramáticamente en el desenlace de “Good”, es esencialmente opresivo. En un momento se aquietan los sonidos, para dar lugar a la música que ejecutan para los condenados a muerte, pero la música desaparece y se vuelven a oír los disparos, los ladridos, los gritos de los recién llegados que irán a engrosar las filas de los que van a morir.
(Es una escena similar a la del final de otro film. “El método” y similar a otra de “El niño del piyama a rayas”)
En “Llegaron los turistas” hay una escena inicial en que Sven va a un lugar en el que se hace música de rock, uno de los intérpretes que va a la barra, se burla de él cuando sabe que es alemán y berlinés: “El ejército alemán en Polonia”.
En una segunda secuencia la guía de turismo con la que entabla una relación, y que es además su casera, lo invita a ir a bailar con unas amigas y charlando con ella, entra en confidencias respecto a su indecisión respecto a su futuro, y la idea de tomarse ese año para pensar a que dedicarse.
Y en una tercera escena cerca del final, cuando el anciano ya se ha ido, y Sven carga con la sensación de decepción y fracaso, se lo ve bebiendo en el mismo lugar y metido, en medio del grupo de jóvenes que ante el escenario y los músicos saltan en un desenfrenado pogo.
Tres momentos de su itinerario en un aprendizaje del que saldrá cambiado.
10-Si tomamos los tres Films en una secuencia que marque un cierto hilo conductor. Se verá la primera, “Competencia desleal” como los prolegómenos de los que fue la entrada a ese infierno, la segunda “Good” como la plena instalación en el mismo, en los más profundos abismos de la irracionalidad, y en esta tercera una reflexión, que asumiendo la responsabilidad que como especie nos cabe en ese derrumbe civilizatorio, marque una pequeña luz al final del túnel. Queda en nosotros, en estos tiempos de negacionismo recorrerlo, si somos capaces, a partir de la memoria y la palabra.
26 dic 2020
Trabajo sobre el nazismo en el cine. 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario