El amor queda
redefinido no ya como el torbellino dantesco o la pesadilla kafkiana,
sino como una concreta y potente experiencia vincular, que le posibilita
a la mente, alcanzar grados crecientes de complejidad aumentando las
chances de enfrentarse a la experiencia emocional.
Leandro Stitzman
El
psicoanálisis nos plantea el carácter narcisista que tiene el estado de
enamoramiento, momento ilusorio e idealizado del vínculo.
Si no hay
posterior desilusión podemos decir que no se alcanza el amor, pues cada
uno ve al otro y se muestra desde una imagen ideal, no real. Será
preciso corregir esa imagen ilusoria e idealizada, para aceptar la
realidad del otro, y allí sí, podemos amarlo o no.
El enamoramiento como encuentro de carencias da lugar a malentendidos, pues el deseo empuja a querer transformar al otro.
Alcanzar
a concretar ese pasaje del enamoramiento al amor requerirá remontar la
crisis que surgirá de la verificación de que “las cosas no son como se
creyeron”, y a partir del conflicto que esto suscita, limpio el campo
(de proyecciones e introyecciones) avanzar en el mutuo descubrimiento y
determinar que es lo que cada uno quiere del otro.
Según plantea
S. Freud: El que está enamorado está humillado. Y es así que la
profunda perturbación que implica el enamoramiento, al desarraigarnos de
nuestra autoestima deberá ser remontada, para entonces sí, desde el
propio respeto, se podrá también respetar y dar garantías al otro que ya
no será necesario utilizarlo para el propio reaseguro.
Será a
través de este amor que devengamos libres del cautiverio y sujección del
enamoramiento. Amor y enamoramiento como radicalmente diferentes a
pesar de sus similitudes.
En el enamoramiento la sobreestimación
del otro se pone en consonancia con la propia subestimación. El
narcisismo se hace centrífugo, por lo tanto enajenante, y desplaza al
centrípeto, horadando la autoafirmación. El objeto de enamoramiento es
elevado a expensas de la propia subordinación.
Se lo ha comparado a la fascinación, a la sugestión, a la hipnosis.
“La
satisfacción está cerca y no está nunca, como un espejismo. Lo que está
siempre y creciendo es la sed del que ama, sed del enamorado, que
dramatiza trágicamente una carencia de amor decisiva: La del Yo ideal
con respecto a su Yo. El “enamorador” (el Yo ideal) es vestido con todas
las cualidades. Se torna maravilloso, perfecto, singularmente completo.
¿Quién lo provoca? Los sueños de la sed, de la sed insatisfecha del
enamorado. Pero el que sueña no lo sabe...” (Norberto Marucco)
El amor en cambio encuentra la mágica alternativa entre eso que Hornstein llama “la fusión mortífera o la soledad devastadora”.
Freud
define al narcisismo como un retraimiento de la libido que quita la
investidura libidinal al objeto. Pero resulta simplificadora la clásica
dicotomía narcisismo/ relación de objeto. No solo el narcisismo se
transforma en las experiencias (amorosas) sino que existen relaciones
narcisistas a medio camino entre amor de objeto y repliegue narcisista.
El
narcisismo implica la tendencia de hacer converger sobre sí las
satisfacciones, también implica la búsqueda de autonomía, y la negación
de la alteridad.
Y el otro cumple diversas funciones (realización de
deseos, prótesis, sostén) Así las relaciones pueden sustituir déficits
en la trama identificatoria.
En el enamoramiento el objeto se jerarquiza. Su pérdida es amenazante.
Amar es exponerse al abandono y reavivar las angustias de esa fusión mortífera o de esa soledad devastadora.
Al temor a la fusión, la distancia como defensa. (lo intolerable es la invasión).
Al temor a la soledad, la defensa será la dependencia y la búsqueda de unión (solos temen perder su identidad).
En ambos casos la alteridad es lo no aceptado.
Y es en la oscilación entre economía narcisista y objetal que se va forjando la continuidad del sentimiento de identidad.
El
enamoramiento implica una ceguera que es inevitable (Te amo con mis
ojos ciegos bien abiertos, cita Sergio Rodriguez). Ni cerrar los ojos,
ni dejarlos abiertos resuelve el conflicto.
¿Por qué necesitamos
creer que es posible el encuentro? El riesgo de la pérdida del amor es
el gran obstáculo. Tolerar esa posibilidad y animarse a vivir los amores
el gran desafío.
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