16 dic 2020

Una mirada desde la perspectiva de género

Fragmento de la tesis final de la maestría “La sociedad, el poder y las relaciones de género” sobre el tema “Género y Salud Mental”. La tesis, presentada en 1998,  se realizó sobre la exploración de los motivos de consulta de cincuenta y tres mujeres, tratando de determinar la incidencia de estereotipos de género en la conflictiva femenina.
 
La partición de la sociedad en dos modalidades de lo público y lo privado, asigna para el desarrollo de lo femenino el mundo privado sentimentalizado.
La conyugalidad hará posible una naturalización de la subordinación, la tolerancia a la postergación personal en función de la realización de los suyos.
Esta situación requerirá de la mujer una forma de subjetividad descripta por A. M. Fernández .como “ser de otro”, y de una conyugalidad instaurada como forma de apropiación y control.
Los mitos de una “naturaleza femenina” darán cuenta de un modo de ser de las mujeres, con una subjetividad sentimentalizada y fragilizada, dependiente y que sobredimensiona los vínculos amorosos. Esto influirán en su manera de insertarse en el mundo, en su relación consigo mismas y también en la relación con los otros que las posiciona en una actitud de servicio.
La subjetividad organizada en clave sentimental a la que aludíamos es frágil en tanto refleja situaciones de poder que desfavorecen a las mujeres, pues su dependencia emocional las hace referirse al varón como fuente de reconocimiento, del que necesita como suministro imprescindible.
En las mujeres coexisten ideales tradicionales vinculados a una hipervaloración del vínculo con un varón, junto con otros que tienen que ver con dar espacio a otro tipo de logros. Estos tendrían que ver más con inserciones en lo público a través del trabajo. Pero convengamos que estas aspiraciones entran en conflicto con la otra disposición, que es la de emplear todo el tiempo y energías en las funciones conyugal y materna. La identidad femenina ha estado regida por los ideales del amor romántico como eje de su vida y las mayores trascendencias posibles a través de la maternidad. El cuestionamiento de la identidad de la mujer concebida como madre y como tal regida por los ideales de altruismo, entrega a los demás y postergación personal ha conmovido los criterios sobre los que se estructuraba un modo de relación entre los géneros.
Este cuestionamiento no ha quedado solo en lo subjetivo, sino que trasciende a las relaciones que las mujeres y los varones establecen entre sí.
Aquellos varones cuyo equilibrio narcisístico, por un lado y sus inserciones concretas en la realidad por otra, estuvieron sostenidos por la distribución tradicional de roles y espacios pueden sentirse amenazados. Y puede concebirse una contradicción en las mujeres en donde sin duda coexisten los viejos mandatos con una necesidad de ser “sujetos activos de su destino”, viviendo sus propias vidas y no vicariamente, a través de los logros del compañero y /o de los hijos. También regirá una amenaza intimidatoria: la de no ser amadas. Es lo que Irene Meler plantea como:
“...por su dependencia del deseo de otro, su deseo de ser entra en contradicción con su deseo de ser amada.”
Al posicionarse de este modo, contrapone a la omnipotencia del hombre su propia inermidad, como si delegara en la relación con él, y en los logros que él obtenga la propia justificación.
La insistencia en la posición de objeto en la subjetividad femenina que todavía regula en parte los vínculos entre hombres y mujeres, responde al modo tradicional de intercambios. En este las mujeres circulan referidas a un varón que proveerá los sentidos necesarios, pero en función del cual ellas invertirán sus mejores esfuerzos.
Esta dependencia afectiva forma parte importante de la subjetividad femenina. Así las crisis que desencadena la perturbación de algún vínculo suelen ser sentidas como catástrofes personales, cuando este “ser para otros” que completa y afirma la identidad femenina se ve comprometido.
Esto sucede cuando existe la posibilidad de que ese universo orquestado en torno a lo sentimental quede jaqueado por las vicisitudes que desde lo personal, o desde lo vincular puedan surgir.
 
Al respecto de este tema, en la consulta suele registrarse  en las mujeres la tendencia a referirse a la persona con quien establecen una relación amorosa como eje de sus anhelos y proyectos. El varón, novio, esposo o amante es el depositario de la mayor cantidad de energía libidinal, y en función de ese vínculo se postergarán sus otros intereses, tendencia que interpretamos como forma de desubjetivación.
El aspecto más sobresaliente lo constituye la referencia explícita de muchas consultantes a los sentimientos vehiculizados en las relaciones de pareja.
Expresiones textuales recogidas así lo demuestran:
-              No me puedo terminar de separar. Mi ex-marido me proscribe el presente.
-              Si no hago lo que él dice, lo pierdo. Si hago lo que él dice, me pierdo a mí misma.
-              Se me pasaron las fantasías de suicidio cuando empecé a tener fantasías de divorcio.
-              Mi insanía es engancharme en relaciones conflictivas. Con tipos que son como el poema que dice: Hombre pequeñito...
-              Estuve preparada por mi mamá a buscarme un hombre así, que repitiera el dominio y yo quedara sometida.
 
Estos ejemplos elegidos por su carga de significación, pero que son solo unos pocos, nos permiten señalar, que los vínculos privilegiados en las consultas son aquellos que hacen a la relación amorosa con un varón (o dos, o más) o a la falta de dicha relación en el momento de la consulta. Decimos con un varón pero en el caso de elecciones homosexuales, la relación con una mujer como objeto amoroso se daría con similares características. (Monopolizar las inquietudes de la consultante).
 
Con respecto al sentimiento de soledad por la falta de un compañero, la encontramos en consultantes de diferentes edades y en forma reiterada.
La conflictiva por la ausencia de un hombre, parece ser la contrapartida de la conflictiva por la presencia de ese hombre cuando la relación con el mismo es insatisfactoria y dificultosa. Esta puede darse en el vínculo conyugal, en un vínculo extra-conyugal, o aún cuando son tortuosos los lazos que quedan con el ex cónyuge.
También registramos como expresiones de esta conflictividad las vacilaciones en retomar un vínculo interrumpido o la indefinición entre dos solicitaciones amorosas.
 
La asociación establecida por algunas consultantes entre su conflictiva relación amorosa y el conflictivo vínculo con la figura materna fue reiterada y en algunos casos expresada en forma dramática.
-Una de las consultantes señaló mientras relataba muy conmovida una situación angustiosa con su pareja, que mientras hablaba habían aparecido en ella dificultades respiratorias. A continuación asoció que cuando era una niñita esas dificultades aparecían cuando gritaba para llamar a su mamá. Ella había quedado a cargo de la abuela.
-Otra consultante que comentaba críticamente la relación de sometimiento que había soportado con un esposo muy autoritario expresó: -Parece que lo hubiera elegido a la medida de lo que mi mamá quería para mí, que lo hubiera elegido para seguir sujetada...
-Una consultante que insistía en que su principal anhelo era encontrar un hombre con quien establecer una relación amorosa y que se decía abrumada por el sentimiento de soledad, llegó en una oportunidad exultante. Había asistido a una conferencia, y la disertante, una religiosa, la había deslumbrado por su sabiduría, sencillez y profundidad. Lo que dijo para cerrar el relato de su balance de este encuentro fue: -Si yo hubiera tenido una madre como B., una persona tan estimulante, tan bondadosa, no necesitaría ni  siquiera el amor de un hombre! Con eso en la vida sería suficiente. (Ella describía situaciones de exigencia, descalificación y hostilidad de su madre).
 
 
Los procesos de descentramiento (vinculados al silenciamiento de su especificidad), desjerarquización (vinculados a la subordinación) y desubjetivación (vinculados a la asignación al mundo privado sentimentalizado y a los roles de servicio) precipitan el malestar psíquico denunciado en la consulta por las mujeres.
Si bien tienen su origen y sostén en el androcentrismo que impregna las relaciones sociales, su eficacia estriba en la forma que han sido internalizados y han entrado a formar parte constitutiva del psiquismo femenino.
La relación amorosa es particularmente significativa entre los motivos de consulta. La manera en que dicha relación es planteada se vincula a los procesos de descentramiento, desjerarquización y desubjetivación mencionados. En parte porque el modo en que se posiciona la mujer frente al varón depende de dichos procesos, pero en parte también porque realimenta y refuerza a los mismos.
La relación amorosa se coloca como causa de displacer y eventual fuente de reparación. Esto es, parece pedírsele a la relación demasiadas respuestas. El conflicto con el hombre ambivalentemente amado-odiado, la vacilación entre dos hombres o el anhelo de encuentro que no se produce, y entonces, el doloroso sentimiento de soledad, son reiteradamente mencionados en las consultas.
 
El primer vínculo establecido con la madre, tendrá repercusiones a largo plazo, sobre todo en relaciones especialmente conflictivas, en donde lo que quedó inscripto es una carencia, y en que lo planteado es una cristalización de la frustración.
Parecen existir equivalencias entre la forma que adopta el deterioro de la relación amorosa actual y el que tuvo el vínculo inicial con la madre. Como si estuvieran constituidas sobre una misma matriz, y en donde la subjetividad femenina tropezara dos veces en la misma piedra.
 
Consideramos que mientras las mujeres estén compelidas a justificar la existencia logrando la confirmación que provenga de un varón persistirá el conflicto.
Y que mientras la demanda de amor y cuidados iniciales recaiga solo sobre uno de los dos progenitores, sobre una mujer, que antes que concebida como persona lo es como madre, esa relación, la relación primera estará sobrecargada. Y es posible que la exigencia padecida en lo emocional lleve a equívocos: el de esperar que el dar la vida la haga acreedora permanente de ese hijo, como si éste fuera el único camino para sentirse potente y jerarquizada. O que no pueda con las cargas que se le adjudiquen y las delegue o las abandone.
 
Creemos que existe un nexo entre el modo de instaurarse la presencia de la madre como referente en la vida de la mujer, y el modo en que la mujer se posiciona en las relaciones de pareja. Que es obvio el vínculo entre relaciones materno-filiales afectuosas y satisfactorias y las chances de establecer mejores relaciones de pareja.
También que aquello que contribuye a que el sesgo de androcentrismo sea cuestionado y se puedan establecer relaciones más igualitarias entre varones y mujeres, les permitirá a ambos desempeñarse en el cuidado de los hijos con menos ansiedad, disminuyendo las probabilidades de conductas sobreprotectoras tanto como de conductas abandónicas.
 
Que permitirá que haya menos mujeres conflictuadas que se aferren a la conyugalidad como coartada legitimadora y a la maternidad como contradictoria justificación.
Que permitirá que conyugalidad y maternidad puedan ser elegidas desde un marco de mayor libertad.
 
Otoño, 2004
 
 
 
 
Nota aclaratoria: El trabajo precedente: “Una mirada desde la perspectiva de género” parte de la consideración de las relaciones amorosas en la vida de las mujeres. El eje está puesto en la subjetividad femenina.
Sería interesante incluir una mirada que centrándose en la vida amorosa de los varones, pudiera dar cuenta del modo en que ésta afecta la constitución de la subjetividad masculina. Pero ese es un trabajo pendiente.
 
 
  

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