26 dic 2020

Vacaciones en Gessell 2014

 El hotel era realmente lindo. Tan lindo como para meterme en una contradicción igual a la de la mamá de Matías, que cuando él le pregunta si es de izquierda  o de derecha responde: “En los ideales y principios de izquierda, pero para los perfumes, los  spa, los restaurantes y los zapatos soy de derecha. Todo lo demás es de centro: el sentimiento de culpa, la angustia, los conflictos, las dudas”.
Bueno, así como la mamá de Matías, me sentía yo, en ese hotel tan hermoso con piscina cubierta con hidromasaje y piscina climatizada al aire libre. Con una habitación grande como un salón de baile y además con un desayuno monumental con tantas cosas ricas. Con un personal tan afable  y educado que invariablemente nos saludaba con una pregunta : “Cómo están?¿Todo bien?”
¿Todo bien? Y allí solo cabía una respuesta de compromiso, porque como vas a decirle, a alguien tan sonriente: “Según, a veces bien y a veces más o menos. Con el lío en Venezuela, las tormentas en Chaco y el dolor de las articulaciones…”.
A alguien, que cuando pedías una aguja, te regalaba un costurerito de viajero, que te dejaba llevar las toallas a la playa y que además te ofrecía el diario para leer en la habitación. Claro: Clarín o La Nación ¿qué querés? A pesar de andar mal vestidos, como siempre, igual nos trataban como a duques.
Por otro lado, nosotros sabíamos de antemano que algo así podía sucedernos. Pero perseveramos en la idea de un hotel lindo y las piletas nos salvaron de los nublados y la lluvia.
En el camino de la playa, desde el hotel al bosque, que hacíamos todos los días, íbamos reconociendo lugares. Lo primero que encontrábamos era la estatua del Che, sentado y con el cigarro en la mano. Siempre había gente tomándose fotos,  y yo pensaba que en muchos casos, de poder hacerlo, él Che se hubiera levantado para huir…Del otro lado de la calle, en el jardín de un edificio enorme una gigantesca reproducción de un Neptuno, más bien caricaturesco. Hasta allí  trepaban niñitos y adolescentes para fotografiarse a su lado. Si seguíamos, más adelante un Buda de piedra realmente artístico y más allá la escultura de una Stella Maris oteando el horizonte.
En Windi, un bar de la costa que imita a un barco, desde la calle, se podía ver sobre la cubierta a la sirena y a las figuras de Hemingway y de Carlos Gessell. Más lejos de la puerta, las de una foca y un lobo marino.
Mientras tanto en las caminatas, mirábamos el mar siempre encrespado con bandera roja, la gente, turistas, vendedores ambulantes y los perros. Bellos como un Golden, femeninas como una caniche que tenía el andar de una modelo, simpáticos como un ovejerito cachorro.
En el hotel coincidíamos en las piletas con niñitos salpicadores, pero en tren de vacaciones ¿qué importa? El papá de uno de ellos era muy serio y llevaba un rosario de hilo al cuello. El otro que sabía estar cuidando a su niño tenía aspecto azorado y no lo  perdía de vista.  Las mamás con sus hermosos vestidos largos contemporizaban entre ellas en el borde.
En el paseo a Mar de las Pampas vimos las bellezas expuestas en el Centro Comercial: unos Budas hermosos en diferentes materiales y antes de volver entramos a tomar un café en uno de los bares. Y sucedió algo: como sobre la mesa estaba el ejemplar de Página del día, yo lo tomé y  comenté muy suelta -¡Mirá Página 12!- Juro que solo eso. Y se allí se armó una discusión apasionada entre los asistentes, ni se imaginan! Entre los que la valoraban y los que la denostaban, parecía como si estuvieran jugándose la vida y la honra. Tal vez se estaban jugando la vida y la honra. Y en otro día, en un bar en Gessell, una señora preguntó qué había para leer, y cuando vio el mostrador, se fue diciéndole a su compañera: “No nos quedamos, solo tienen Clarín…” ¿Señales de algo que ya es estridente?
Bueno, poco más, las caminatas al bosque, las charlas…Cuando le comenté que iba a escribir esta crónica, me preguntó un poco inquieto si la iba a pasar por la censura. Claro una salida como ésta, sin la compañía e interferencia encantadora pero habitual,  de  hijos, hijas, amigos y amigas y todas las multitudes recurrentes, una salida así… tenía algo especial. Me pareció un requerimiento que tenía que escuchar. Así que sí, la pase por la censura.
 
M.C.M. marzo 2014

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