26 dic 2020

Green Books

 “GREEN BOOK”  y “3 TRES ANUNCIOS POR UN CRIMEN”
El oficial Dixon (gran trabajo físico y de composición de Sam Rockwell), es un policía racista y borracho que juega algunas de las secuencias más memorables de un filme
La  película de McDonaugh ofrece una exploración profunda de la ira y el proceso del duelo, que es un elemento que une a los tres personajes principales de este relato.La madre que busca justicia por el asesinato de su hija (a cargo de una intensa Frances McDormand), el sheriff que lidia con un cáncer terminal (otra gran labor de Woody Harrelson) y el policial racista que perdió el rumbo de su vida y su oficio.
El policía, y un tanto furioso al inmaduro oficial Dixon (Rockwell), es un nene de mamá conocido por su temperamento volátil, y su afición por repartir golpes gratuitos cuando se trata de sospechosos afroamericanos. Sí, Dixon es un racista (entre muchas otras cosas) avalado por sus compañeros que no mueven un pelo ante sus exabruptos. No es gente ‘mala’, solo ignorante, al menos ante los ojos de McDonagh. Su transformación es lo notable.
Green Book
Todo arranca cuando a Tony “Lip” Vallelonga (un Viggo Mortensen especialmente engordado para la ocasión) le anuncian que el bar en el que trabaja como seguridad cerrará durante dos meses. El dinero escasea en la economía de esa familia amuchada en un departamento del Bronx, por lo tanto es necesario encontrar un ingreso extra para soportar la clausura. Un trabajo a priori sencillo como chofer y guardaespaldas de un prestigioso doctor asoma como la salvación. Pero hay dos problemas: la tarea y la raza del músico.
La gira, entonces, como escenario de la transformación.
Durante el devenir de la historia, Tony descubre la música inmensa del Stainway en los dedos de Don, y aprende a escribir cartas a su mujer gracias a las metáforas de éste. Negro, homosexual, adinerado, Don Shirley parece desencajado de todo lugar. Sus dedos ni siquiera conocen el aceite del fried chicken con el que Tony le incentiva.
La  situación de desempleo desemboca en la inminente relación con Shirley. El guion de Farrelly, Brian Currie y Nick Vallelonga (hijo de Tony) juega con las referencias al crimen organizado en un sentido estrictamente cinematográfico: años después de los hechos retratados en Green Book, el exchofer y portero inició una carrera como intérprete de bolos y breves apariciones secundarias en el cine y la tevé, usualmente en la piel de personajes “pesados”, gánsteres, asesinos y mafiosos, por lo general de origen italiano
La transformación del versátil y políglota Mortensen en un hombre de familia tosco y malhablado, fornido aunque algo pasado de peso (hay más de un gag referido a su ingesta desenfrenada de hot dogs, hamburguesas y pizzas) y esencialmente desconocedor de todo aquello que exista más allá del horizonte del barrio en el cual nació y vivió toda su vida, resulta un clásico de la actuación del Método  A su vez, la otra transformación, la del personaje –que, en la mejor tradición de la road movie, irá mutando junto con el paisaje, de negro hater a hombre tolerante: él también, a pesar de las apariencias tempranas de control, tendrá algunas cosas que aprender de su chofer

Zuleika 3 Sobreviventes

 Comentario  de "Estoy acá. Mujeres sobrevivientes", autora: Zuleika Esnal.

Ella escribe a veces, y las cosas que dice quedan pulsando… Por ejemplo: “Si paso y no dejo huella, entones ¿para qué paso?” También les dice a las sufrientes “Ustedes hablan, yo escribo”, y sobre todo una verdad: “Sanar, me sana”. Sé que es cierto, como que “Dejarse agradecer también es humildad”
Y cuando cuenta que en primer grado: “Restar me daba pena; ¿Adónde van los numeritos que quitamos seño?” me hizo pensar, y tal vez sea una idea delirante, pero permítanme decirlo en este espacio, me hizo pensar en aquellas que han sido restadas de la vida, y  que faltan porque las mataron, o se suicidaron? ¿Son como los numeritos que le daba pena quitar? ¿Qué intuición había en esa pena?

El tema de la sobrevivencia

El libro como un gran friso, en el que se expresan historias de vida. Y también el relato de un encuentro con la escucha sensible de una mujer, a lo dicho por otras mujeres, y sobre todo, un encuentro de cada una de ellas con su propia voz.
Los testimonios ¿ 100, 8000, 80.000?, ¡el número no importa! nos confrontan con una verdad dolorosa, contada en primera persona. La de la indefensión de las niñas, y la de la crueldad de los  victimarios.
Ya sé que hay hombres solidarios, acompañadores. Ya sé que existen padres protectores, hermanos y esposos que hacen suya la causa de las mujeres.
Pero este libro habla de los otros. De los que violentan, atropellan y ocasionan daño. Cuesta pensar que sean tantos, y en la magnitud de su odio.
Y los testimonios cuentan del silencio generalizado ante esa violencia, que mata. Y de la voz que cuando llega escomo un abrazo, que permite vivir, y aunque la palabra sea escrita también abraza.
Los testimonios dicen también, de la complicidad de los que no escuchan, de los que no pueden, ni quieren escuchar.
De la desestimación de los que debieran prestar oídos: psicólogos ¿en primer lugar?, policía, hospitales, escuelas. De la negligencia, del ocultamiento, de la repetida desaparición de pruebas de la violencia. Y de las restricciones para dar el nombre del agresor. Laberintos burocráticos que también niegan justicia. Demoras tan prolongadas que convierten al agresor en un anciano deteriorado, amnésico, que en muchos casos  queda impune.
Los testimonios dicen de  aquellos casos en que semen, saliva no bastaron para probar el delito. En que la acusación recayó sobre la víctima: “loca”, “mentirosa”, “resentida”.
Y vale aquí la pregunta ¿quién es más culpable: el abusador o sus cómplices? El que no escuchó, no vio…o el que no quiso ver y oír?

Complicidades  en situaciones de violencia

De los profesionales, cómo es que la psicóloga que en vez de resonar,  increpa, que reta, que duda, que ordena?  La psiquiatra, que tal vez por impotencia, resopla impaciente?
Y sucede a veces, que la psicóloga puede decir en la comodidad de la consulta y ajena a la angustia: “hablá tranquila”, mientras la niña  piensa “pero a la que se le metía en el baño, era a mi”.
Aquella que dice a la madre “qué imaginativa es tu hija” cuando relata los abusos del hermano, atada a la teoría, pero ciega al sufrimiento.
Y la policía? Cómo es que actúa  el comisario que dice: “algo hicieron” ¿Para que el violento incendiara la casa, qué delirio puede justificar  y dar razones?
Los fiscales y juezas que manosean con sus preguntan: ¿Por qué no denunció antes?.
Y los Médicos que veían las marcas, pero no decían nada.
Y los vecinos que habían escuchado los golpes y los gritos. Pero “no sabían nada”.
El Colegio en donde las maestras no preguntaban nada sobre los cambios en la conducta?
Y es que ante estos dramas, la gente mira para otro lado. Cambian de tema. Es difícil resonar a tanto dolor: espanta. Pero hay un arma: El arma de la voz

Las víctimas

Niñas, adolescentes, jóvenes, adultas, ancianas. Padeciendo repercusiones a largo plazo. Padeciendo y en soledad. Con efectos en sus vidas: adicciones, suicidios, afecciones a la salud física y mental.
Mujeres que dicen: “Nunca tuve a nadie …Si me escuchás un ratito”. Mujeres que escriben en situación de Desamparo. Con mayúsculas.
Tanto en familias ricas que cuentan haber vivido en: “Cárcel con pileta”, hasta otras que vivieron sumergidas en la pobreza: “El festejó con  un asado en mis 17 años. Había de todo. Yo no conocía la molleja”.
La sexualidad mutilada de tantas: “No sabía que era el orgasmo”.
Y las que viven con miedo, amenazadas en la casa, ella, la víctima, y la madre, y la hermana por el violento abusador. En constante pánico, ese que erosiona la propia estima.
Y las que parecen paradojas siniestras.:  Aquella, que harta de violencia, se cortó a sí misma y cortó al abusador con el vidrio que se rompió en la lucha ¡y que queda ella! con restricción perimetral vista como “loca peligrosa”.
 La que “cuando lo denuncié, mis padres no me creyeron, era un amigo de la familia, le dijeron a él y le tuve que pedir perdón”. Yo era para ellos “la loquita”.

Efectos

Todas estas víctimas vistas y nombradas como “locas”,  como “raras”.
Sus testimonios: 1 “Viste las películas donde el alma sale del cuerpo, así…yo miraba desde afuera”
2 “Apretaba los dientes cuando me lastimaba y dolía tanto. Era como no estar allí, hasta que terminaba”.
El ataque criminal,  además de arrasar el cuerpo doliente de la niña, es un ataque a la capacidad de pensar. Una defensa la lleva a desdoblarse, “despersonalizarse”, mecanismo que se ve en perturbaciones mentales graves. Pero que en estos casos hace a la defensa para sobrevivir y para no enloquecer.
Como estrategias para poder seguir, sintiendo no obstante la fractura de su historia, en que niñez y adolescencia fueron arrasadas.
Pero siempre vivir el silencio como lo peor. “Mi dolor molestaba”. Cuantas muriendo de aguantar ¿cuántas? “Fingía que estaba bien, para no preocupar …” para proteger  la madre o a la hermana.
En muchas, de estas víctimas violentadas otras devastaciones: Drogadependencia. Intentos de suicidio. Infecciones-
La que lúcidamente reconoce: “Yo salí de esa casa, pero sigo allí dentro”. Tal y como dicen los sobrevivientes de los campos de concentración.

Madres

La historia tristísima de muchas madres: la que fue asesinada intentando proteger a las hijas amenazadas.
Las otras, las que son cómplices
“La peor es la madre que sabe y no le importa” “Mi vieja no me hablaba, ni me miraba. Mis padres no me querían…te vas hundiendo”.
La madre que no la recibe, porque “no quiere problemas con su marido” O peor aún, la que acusa “Vos querés arruinar mi matrimonio?” Es madre la que le cerró la puerta?  
La otra abuela que lo eligió a él. Dijo “Solo es cariñoso” Y que pone en marcha una respuesta: “Voy a pintar a todas las víctimas, a todas las que asesinaron. Soy una artista de la bronca”. Reparación a las que no están. Sí, también hay una tracción a bronca que motoriza la búsqueda de justicia.

Y los padres

Los indiferentes: Padres que reciben a la hija violentada, pero no indagan demasiado. Como no queriendo saber.
La ruindad del que desconoce: “No sos nada mío. Un espermatozoide solamente”. El que la lleva a sentir: “Fui un error para mi padre”.
Aquellos que desafilian a la hija, al colocarlas en otro lugar, los que la abusan convirtiéndola en paria. Expulsada del vínculo que hubiera debido ser.

Hermanas

Entre ellas, las que se sacrificaron por las otras: “Me ofrecía yo para proteger a mi hermanita”.
Y las que por haberlo permitido, se culpabilizan.
A veces estas hermanas solo se tenían la una a la otra.
Y en casos, recién pueden surgir las confidencias después de huir. Lo que no habían dicho. Lo que callaron. Las que juntas y muchos años después, pueden celebrar la muerte del violador
El auxilio y la asistencia entre hermanas, como en los cuentos tradicionales. La bella sirenita, La mujer de Barba azul, Las mil y una noches. Hubo hermanas, en los cuentos y en la vida, que acompañaron e idearon estrategias para oponerse al opresor.

Victimarios

Padres, padrastros, tíos, hermanos, abuelos, amigos de la familia, vecinos, desconocidos.
Que apelan al silencio: “Esto es un secreto…” o intimidan:  “No vayas a contar, porque no te van a creer”, o “Te van a meter pupila”. Los que amenazan: “Si no sos vos, es tu hermana”.
Y los hombres que llegan después. Muchas veces a imagen y semejanza del que inauguró la historia de violencia

Y los hijos del poder

Viene bien recordar de dónde surge esa denominación y a María Soledad. Su asesinato hace años, puso en marcha resortes que se activaron, para marcar un límite a los señores feudales. Pero aún hay quienes encaramados en clase, cuna o contactos se sienten impunes.
Puede ser el agresor que afirma: “Si denuncias te destruyo” hijo de un juez y dueño de la situación.
O el abusador inimputable, sobrino de un político que a partir de su inserción se sabe protegido.
Como el estudiante rico, que por cuestiones de clase y etnia no vacila en el atropello ante la adolescente  boliviana.
También el músico o actor encaramado en la fama, desde la que atropella.
Después, a veces: Reacciones
En todos los casos en los testimonios se repite algo: el dolor. Desde el que lleva al suicidio, a la impotencia que mata de otro modo.
Pero hubo quienes pudieron. Amenazar con cuchillo, navaja, revolver en un caso, le bastaron a algunas para frenar el oprobio. Pero sí,  son tantas las asesinadas!
En situaciones, el absurdo de un agresor detenido y juzgado por robar, no por violación.
Hubo un Ingeniero industrial sorprendido y disgustado en su soberbia, al ser  denunciado por la que llamaba “negra de mierda”.
Y al fin, alguno detenidos por asesinato. Por asesinato ya cometido. Pero al menos, para evitar otros.
Es decir, todo el abanico de lo humano cruel en estos hombres, impregnados de la convicción de que pueden, de que es “normal” disponer de las niñas como presa. Emergentes de una sociedad que justifica, que apaña, que brinda coartadas.
Impregnados por la certeza, acuñada durante generaciones y generaciones que su lugar es ese, lugar conmocionado al fin. Por la palabra que nombra, por el gesto que acompaña. Por el “estoy acá” que tiende la mano y permite salir del silencio. Y tal vez eso sea lo más importante a subrayar.

M.C.M.  octubre 2018

Prólogo a Historias del exilio

 ¿Cómo entrar en este libro?
Creo que requiere una particular delicadeza, prudencia, cuidado. Por la materia evanescente y sutil de que está compuesto: se trata nada más, y nada menos que de historias de vida. Y que por el modo en que se expresan y con ello se exponen, y por la forma en que nos involucran en la lectura, harán que ésta no nunca sea calma, fría, desapasionada.
¿Cómo sumergirse en estos relatos, que son testimonio, recuerdo de lo pasado, interpelación en el presente?. Creo que primero valorando la confianza que alentó a los artífices de estas palabras. Palabras que relatan sentimientos, y nos están dejando en las manos parte de sus vidas. Es preciso que tomemos la dimensión gigantesca de esa confianza.
Y como correlato a esa confianza que los alentó para escribir a los autores, una demanda a nosotros, lectores, del compromiso a un respeto incondicional. Como aquel con que se entra en un santuario, en muchos casos, apenas entreabierto después de treinta años.
Los testimonios que componen este libro lo imponen. Y también la aceptación de la cuota de misterio implicada en cada uno de ellos.
Creo que la articulación de la confianza de los autores, con el respeto en la lectura, merece ser subrayada por la índole de lo que queda escrito.
También me parece ineludible señalar que este libro, por el hecho de estar compuesto de múltiples voces, implica una dimensión coral. Voces que debieron sumarse para dar sentido, densidad y consistencia a las diferentes miradas. Y que cuentan el paisaje de aquellos tiempos, y también de éstos, en los que como refiere el poeta: “todavía cantamos”.
Cabe la esperanza de que este libro pueda funcionar como un “Himno a la alegría” sudamericano, en que la hermandad sea testimoniada desde la palabra.
 


Comentario
Historias del exilio
…a los sueños, a las esperanzas no hay manera de exiliarlas, ni de doblegarlas…( yo agregaría, a los sueños, a las esperanzas es preciso nombrarlas. Este libro es un modo de seguir  nombrando)
La historia
Los exiliados cuentan su viaje. La mayoría de ellos, como saliendo de una trama kafkiana, en donde no había lógica sino irracionalidad  y miedo. Varios de los testimonios se refieren con esas palabras para designar ese absurdo, oscuro y siniestro que se adueñó de sus vidas, para empujarlos al exilio
Cada uno, se presenta a sí mismo, en su relato, con una carga de recuerdos que son testimonios de vida, una vida tan amplia y profunda que de ella, solo tendremos apenas  un atisbo, un pantallazo. Porque cada una, según expresan, da como para escribir un libro.
Ellos describen también en estas crónicas, los esfuerzos para acomodarse a esa nueva realidad. Sin poder desempacar del todo, esa,  la valija del alma que quedó para muchos, a medias desarmada. Que quedó en un rincón de la habitación, como prueba muda del dolor de estar allí. Tal vez  lo que sucede cuando irse no es lo que se elige, sino lo que se impone.
Pero dispuestos a tomar esa oportunidad de vida, en Bélgica, después de tanta muerte. Aceptando el lugar frío y gris, en el que transcurrirían los próximos años. Trabajando en lo que fuera, como medio para continuar y lejos de los  sueños y proyectos interrumpidos. Y en esa oportunidad, la perseverancia en ideales que insisten, y luego, a veces también la alegría. Porque los niños crecían, y otros llegaban a ampliar las familias.
Porque se trataba de hubiera un bálsamo que atenuara el dolor y una tibieza que disminuyera el frío. Por eso la solidaridad prevaleció para recibir y acompañar a los que llegaban con azoramiento y  dudas, y esa solidaridad construyó el nido para que cobijara  y diera sosiego.
Bélgica
Pero todos ellos, empezando a saber algo. Algo que surgiría con los años y que se dice claramente en este balance, y es que a partir de allí, como surge de un testimonio: “Inevitablemente fuimos, somos, de dos países”
Para muchos, desde la llegada fue como instalarse en una cuenta regresiva, estaba claro el deseo y  el objetivo de volver. Pero aún para los que volvieron, Bélgica y el exilio e instaurarían como insoslayable en sus historias. Marcarían un antes y un después en cada biografía.
Casi todos, habitando luego en una franja intermedia, como escribe alguien “con un pie en cada orilla y el corazón partido”
Con una familia allá, con la que se compartieron anhelos y crecimientos.  Una gran familia con fiestas de Navidad y celebración de cumpleaños. Con tíos y primos postizos, o mejor, tan genuinos como quedaron en el recuerdo. Y otra familia acá, de la que llegaban las noticias, porque la vida continuaba.
Y los chicos ?  
“Nuestros chicos crecían un poco lagrimeando, algunos con berrinches, otros con agresividad, o callados y retraídos… El trato era de usted, le daban la mano al llegar y al despedirse aunque apenas supieran caminar y los aprendizajes más apreciados eran que tanto el bebé como el niño se adaptaran a la vida adulta, es decir poco movimiento y poca excitación, poco hablar y mucho por favor y gracias.”
Algunos de aquellos chicos, que hoy son hombres y mujeres escriben y dan cuenta de lo que sintieron…A veces el extrañamiento, siempre el corte en la historia que se había desplegado hasta entonces. Y aunque la agitación y el temor se fueron calmando, quedó el desconcierto. La búsqueda que aún continúa para algunos. La necesidad de establecer nuevos lazos.
N. “Fue un cambio abrupto, ahí nadie te abrazaba ni te sabía mirar a los ojos. Tuve que vestirme con mucha ropa pesada y con apretados zapatos oscuros que detestaba…
…antes de nuestra partida (cuando volvían) mamá me mandó separar todos los juguetes, explicando que no lo los podíamos llevar con nosotros, y que se los íbamos a nuestros amigos, a nuestros primos del corazón…aprendí que solo poseía lo que llevaba conmigo.”
M. “ Sentí la  llegada, era bien distinto todo, un gran conjunto de casas marrones, casi fantasmagóricas, rodeadas por un barro social, tan frío y viejo como las primeras. No era un paisaje para un niño. Desde aquella mirada, impresión y sentimiento, el salto comenzaba a cobrar su tributo, que fue pagado con melancolía.
Yo contemplaba, miraba, y como todo niño, crecía. Solo que yo lo hacía mucho para adentro, porque lo necesitaba. Necesitaba buscar, como quien necesita anclar adentro, abrir las aguas y tratar de encontrar lo propio. Solo que Bélgica no era el mejor lugar para hacerlo.
Volví a la Argentina…Y sí, por más que uno se mude de continente e intente dejar atrás todo, siempre hay equipajes que no se descargan así nomás…Así mi infancia fue difícil…seguía construyéndome cada vez más hondo.
Mis padres eran exigentes, había que trabajar y estudiar en la Universidad. Había una insistencia persistente sobre eso, bajo el manto de ser feliz como meta principal. A mí no me salían todas juntas.”
M. L. El exilio y su sombra.
“Según el diccionario, exilio es “1- Separación de una persona de la tierra en que vive. 2-Efecto de estar exiliada una persona. 3- Lugar en que vive el exiliado. 4- Expatriación, generalmente por motivos políticos”. A esta  definición yo agregaría: salida del país como única opción para salvar la vida.
El exilio fue una etapa que marcó mi vida, una impronta que trazó mi destino…
Una gran carga de sentimientos, una mezcla de miedos, a la soledad, al abandono, a que nadie pueda protegerme, de incertidumbres, de angustias…”
(Entonces) según mi razonamiento, por avión llegaban “los desaparecidos”. Los que desaparecían estaban por el mundo, no se sabía bien dónde, y aparecían con el tiempo en el aeropuerto. Más tarde comprendí…”
“…consciente de que mi hermano y yo hubiésemos podido ser parte de la lista de los 400 nietos robados, buscados aún hoy, por las familias y las abuelas de Plaza de Mayo. Allí dentro de la gran tristeza, contábamos con el consuelo de estar los cuatro reunidos.”

M.C.M. mayo 2018

Alaridos

 Las películas "Vergüenza y respeto" dirigida por Tomas Lipgot (documental de la vida cotidiana de una familia de gitanos del conurbano bonaerense) y la nominada al Globo de Oro "Mustang" (coproducción turca, franco alemana) dirigida por Denize Gamze Ergüven, ambas proyectadas recientemente en Rosario, ofrecen afinidades interesantes  de destacar. Como si ambos films, fueran  reflejo, en países tan diversos y distantes de algo.  Ese algo: la perseverancia de ciertas tradiciones en torno a la cuestión de la educación y el destino delas mujeres.

En el documental de Lipgot se  registra como aún quedan relegadas las mujeres de la tribu, del contacto con el mundo de los "payos" (no gitanos) dedicadas en exclusividad a la privacidad del hogar. La mujer se casa virgen (la prueba de la misma es una exigencia insoslayable) y vive recluida en la casa, de la que no puede salir, ni al kiosco de la esquina, solamente se le autoriza (???) si lo hace acompañada por una de sus mayores. No puede concurrir a fiestas (al menos que sea una celebración familiar). Con lo cual solamente  tiene vínculos con las personas del grupo.  Y solo concurre a la escuela hasta adquirir los conocimientos elementales.  

El hombre más veterano de la casa argumenta: “Nosotros amamos a nuestras mujeres. Amor es una palabra larga, hoy en día se confunde con pasión o atracción”, y continúa con genuina convicción: “La base de la ley gitana es la mujer. De ella surge todo lo que viene después”.

La honorabilidad de la familia se asienta en esta forma de concebir las tareas y funciones de varones y mujeres. Pero el realizador entrevista a las mujeres, las deja expresarse a cámara -y ellas reiteran el mismo discurso-, mostrándose en un todo de acuerdo a las normas por las que se rigen y con las que viven. Normas que desde otra mirada  resultarían al menos cuestionadas. La película se inicia durante la celebración de una boda y culmina con el nacimiento del primero de los niños de la joven pareja.

La mirada de Lipgot no censura ni aplaude, permite a los protagonistas, expresarse con soltura , para contarnos como son, como es su vida y como se relacionan.

Resulta perturbador para quienes venimos reflexionando sobre la constitución de las subjetividades, modos de funcionamiento como estos en torno a lo femenino.
Lo más conmovedor fue para mí, el consentimiento de las mujeres gitanas a eses modo de vinculación, que presumiblemente las sitúa como pilares de la familia, pero a costa de renuncias inconcebibles, al menos para quienes aspiramos a la equidad de géneros. Pero, nobleza obliga, se registra en todas ellas una serenidad que deviene de la coherencia con las normas que las rigen.
Un comentarista pudo plantear de la reflejada por el film, como:" una identidad que encuentra en la familia su unidad y su fuerza, en la honra su brújula, y en la música su corazón"

En cambio, en las protagonistas de Mustang hay rebeldía y lucha.
Su directora, Deniz Gamze Ergüven nació en Ankara en 1978 y se educó en Francia, Turquía y Estados Unidos.  En 2012 escribió, junto a Alice Winocour, Mustang (Belleza Salvaje). ¿Por qué el título? Ella detalla: “Un Mustang es un caballo salvaje que simboliza perfectamente a mis cinco espirituales e indomables heroínas”.

La protagonista que narra la historia, es la menor  de cinco hermanas , que son apresuradas en su preparación como esposas, a partir de una sanción que les acorta la adolescencia y pretende precipitarlas a un destino adulto al estilo medieval del pueblo en que viven. La sanción devino del hecho de  que las cinco huérfanas, a cargo de la abuela, son acusadas de escandalizar en sus juegos en el mar con compañeros de la escuela, en una celebración del final de clases.

"En un momento, todo se transformó en una fábrica de esposas", comenta en otro tramo. "Nuestra casa comenzó a convertirse en una verdadera cárcel"

También aporta Ergüven en una entrevista:En la Turquía de hoy,  la condición femenina es más que nunca un asunto de interés principal. Y el hecho de que frecuentemente haya alternado Turquía con Francia me daba una perspectiva diferente. Cada vez que vuelvo siento una forma de opresión diferente que me sorprende; todo tiene algo que ver con la condición femenina, constantemente referida a la sexualidad. Por ejemplo he sabido que hay directores de escuela que prohíben que muchachos y chicas utilicen las mismas escaleras para ir a clase; aplican una carga sexual a las situaciones más banales. Subir una escalera se vuelve una cuestión importante, lo que demuestra el absurdo de esa clase de conservadurismo: todo es sexual -explica contundente-. Al final terminan hablando de sexo todo el tiempo. Y de ahí emerge una concepción de la sociedad que equipara la función de las mujeres a la de máquinas de producir hijos: sólo son buenas para las tareas hogareñas


Los elementos en común entre los dos films, que atañen a la condición femenina que se plantean son:

1-La restricción de la escolaridad, reflejada en los dos films, respecto a  los dos grupos, poniéndose el acento para la mujeres, en los aprendizajes que atañen a los quehaceres domésticos, desalentando cualquier otro interés. En ambas realidades la pulsión de saber queda restringida a lo cotidiano: cocinar, coser, limpiar .

2-La reclusión en el hogar estando impedida la salida del mismo y la exploración del mundo exterior. Y también  evitado el  trato con  personas ajenas al gripo.  Esto como tradición entre los gitanos. Y en concretas  rejas y barrotes en Mustang que las encierra. El maravilloso universo queda cercenado y cercado a las paredes de la casa.

3-1- La exigencia de virgindad para las niñas, al punto de imponer humillantes exámenes, (en ambas films además,  la exhibición de las sábanas nupciales con las señales requeridas como prueba)

Esta exigencia de virgindad, me remitió a dos ceremonias conocidas entre nosotros, en la celebración de bodas. Creo que simbolicamente la ruptura de la copa en que han bebido los novios de las celebraciones judías, apunta en esa dirección. Y entre los católicos, el pasaje de la novia del brazo del padre al del esposo. Tal esposo es quien además levanta el tul que cubre el rostro de la novia (al menos en aquellas  bodas que recuerdo de antaño). Creo que así como la sábana exhibida como prueba, en  las otras tradiciones,  también se alude a la desfloración, siendo la copa y el velo metáforas, al menos, a considerar

Y volviendo a las películas...En ambos casos, los alaridos.... tal vez no tengan que ver con ellas.
Tal vez tengan que ver con las reflexiones  que como  estudiosas del tema de las problemáticas de género, surgen  al plantearnos las asimetrías que siguen vigentes, allí. Pero también acá,  en el acceso al mundo, para la mitad de la humanidad.
Cuando todavía si bien las carreras universitarias tienen ingreso femenino, el acceso a cargos de titularidad  y   directivos es minoritario para mujeres. Cuando la calle, sigue  siendo sentida como espacio peligroso. Cuando todavía el acceso a la sexualidad exige  responsabilidades que los varones recién empiezan a asumir. (Y  tomo nota, por lo valiosa , de  la iniciativa de Varones Antipatriarcales, como compañeros de ruta).
 Pero creo que films, como los aludidos, sirven para recordar, que si tanto nos sacuden y nos espantan en lo  anecdótico, es porque dan cuenta, de lo pendiente que también tenemos como tarea a realizar.     
 María del Carmen Marini. Magister en Problemática de Género



 
30   RELACIONES ENTRE ESTUDIOS DE GENERO Y PSICOANÁLISIS (2016)Articulación entre deseo e historia. Página 12

    Las relaciones entre Psicoanálisis y Estudios de Género tienen una historia de intercambios prolongados y fructíferos.
    La necesaria articulación entre ambas lleva a repensar teorizaciones psicoanalíticas. Al respecto plantea Ana María Fernandez: “Cuánto de lo que ha sido pensado como estructura inconciente universal no da cuenta sino del modo socio-histórico de subjetivación de la modernidad para varones y mujeres? Cuál es la articulación entre deseo e historia? Podemos seguir pensando lo inconciente como estructura invariante universal?”(1)
    Tiene sentido construir relaciones entre los conceptos aportados desde el psicoanálisis referidos a la psicosexualidad y los atinentes a los vínculos de poder que impregnan las relaciones intra e intergenéricas.
    Tendría sentido rescatar en este punto los planteos de Emilse Dío Bleichmar respecto al riesgo de manipular conceptos psicoanalíticos acusando de falicismo el empeño de los seres humanos de ser considerados tales, cuando tales seres son mujeres. Todavìa encontramos esos estereotipos.
En un trabajo anterior (2) desarrollé como notas constitutivas de la subjetividad femenina lo que describí como vigencia aún hoy, de la prescripción de las tres “s”. Las “s” de Silencio, Sumisión y Servicio que en la lengua española, bien podrían  concebirse como las tres “k” del alemán, cuando destina a las mujeres a las “k” de kinder, kuche, kirche, es decir: chicos, cocina e iglesia.
    Respecto a la prescripción del silencio, la vinculamos a su condición de gran silenciosa de la historia, en el transcurso de su prolongado exilio de la palabra, fue hablada (desde afuera y desde arriba: ciencia, religión, derecho, tradiciones) por quienes con supuestas solvencias describieron como “debía ser” para ser “femenina”. (Recordemos también aquel bolero...) Podemos asumir que es reciente el ejercicio,  por parte de las mujeres, de la propia palabra, despejando enigmas, desdiciendo viejos errores sostenidos como verdades consagradas, expresando, en suma, como puede concebirse a si misma cuando elude y/o resiste tradicionales mandatos.
    
    En una nota, Hilda Habichayn (3) describe como forma embozada de violencia la censura   y prohibición respecto a las manifestaciones orales y gestuales, que implica que el tono e intensidad de la voz, el léxico empleado, los gestos, los movimientos deben pasar un fino tamiz para ser considerados “apropiados”para una mujer. ¿Entrarán en esta categoría nuestros comportamientos censurados? ¿Por no adecuarse al estereotipo de lo “exquisitamente femenino”? ¿Será ese el feminismo considerado por algunos “agresivo”?
Confundir la crítica al patriarcado que nos atraviesa a todos y todas,  con enfrentamiento y confrontación de las mujeres hacia los varones de la especie es simplificar   una cuestión  que nos atañe en tanto humanos en crisis.
    Hilda Habichayn también se refiere a la violencia implícita en lo que llama, la censura desde el lenguaje, que opera cuando las mujeres son negadas al subsumirlas en la categoría masculina. El vocablo hombre se utiliza para designar no solo a los varones de la especie.
    El pretexto de incluirnos en un concepto de humanidad más amplio, nos roba la posibilidad  de pensarnos a nosotras mismas, reconociéndonos en la diferencia. Se nos impone, y en esto el lenguaje no es inocente, la referencia a un modo de ser humano, el modo de ser humano masculino.
    Un discurso que incluya a las mujeres se presenta desde la crítica a las estructuras androcéntricas y desde el cuestionamiento al poder patriarcal en todas las áreas. Es eso lo que tal vez resulte inquietante.

Otra vuelta de tuerca
       “Para la teoría feminista que es una teoría política que se propone transformar la categoría de diferencia sexual y sus consecuencias en la vida social- y para cierto psicoanálisis que no quiere ver su filo subversivo hipotecado en el sostenimiento del orden patriarcal- el problema es llegar, a incluir lo histórico social como entramado complejo y multidimensional, en el que se construyen las categorías antes mencionadas y se sostienen las condiciones de su posibilidad” nos dice Martha Rosenberg.(4)
Lo que puede ser dicho por alguien, y también lo que no puede ser dicho, es lo que posiciona a cada ser humano en el lugar desde el que habla. O desde donde es hablada, en el caso de que no llegue a tomar la palabra.Y puesto que el silencio también pertenece al lenguaje, es el lugar prescripto y asumido preferentemente por el género femenino.
    Es este silencio (y sobre todo a este silenciamiento) .y sus costos en enfermedad mental, violencia y muerte, lo que Rosemberg señala .
Resulta interesante respecto de este tema del “decir” la dificultad en escuchar la propia voz y las consecuencias en términos de empobrecimiento personal acorde y simultáneo a la disposición a ceñirse a la palabra del otro significativo.
El esfuerzo en encontrar vinculación entre las mujeres descriptas desde el Psicoanálisis y desde los Estudios de Genero dio lugar a interesante producciones.
También parece útil el registro de mujeres escritoras haciendo referencia a su experiencia de análisis.
    Dice Marta Mercader: (5)
“...Durante milenios la escritura fue patrimonio de los sacerdotes, de los poderosos, de los ricos, de los varones, de los que mandaban. Los grandes silenciados de la historia han sido los pobres y las mujeres. Somos tataranietos, los hombres y las mujeres actuales, de analfabetas milenarias. O quizá sea mejor decir. Somos descendientes de mujeres ágrafas. Nuestras antepasadas que no dejaron testamento escrito, nos transmitieron otros códigos que todavía no sabemos descifrar”...

    En “Diario Colectivo”(6), también encontramos aportes interesantes.
“No tengo voz ni palabras...Estoy necesitada de una voz propia, de palabras que me pertenezcan. Creo que me esfuerzo, que combato a brazo partido con los fantasmas, pero la nueva criatura no logra emitir sonidos.”
“...Detrás de toda la masculina admiración hacia el “misterio femenino” subyace una de las peores humillaciones:- Te adoro, pero no hables, no contradigas la imagen que tengo de vos...”
    “...Que puedo aprender de mí como mujer a través de las definiciones psicoanalíticas?...Me provoca un cansancio tremendo probarme las imágenes que me proponen, descartarlas sin poder rescatar una que me sirva para descubrir algo más...Me encontré entre científicos que hablaban de mì, con fòrmulas precisas, disparándome fantasmas y situaciones y vivencias y sensaciones y mecanismos que examino y que no son...”

Durante mucho tiempo los planteos freudianos sobre psicosexualidad femenina que fueran postulados originariamente como sujetos a verificación y como cuestiones a seguir siendo interrogadas, se presentaron  como verdades inamovibles por seguidores dogmáticos, fieles a la letra, más no al espíritu de la indagación psicoanalítica.
Se necesitó mucho tiempo para comenzar a cuestionarlos.
La opresión histórica de las mujeres tal como comenzó a ser incluida, encuentra en nuestro medio sus primeras conceptualizaciones en obras que exploran la articulación de las formaciones inconcientes y los condicionamientos histórico-sociales.
Los estudiosos interesados en las relaciones entre Psicoanálisis y Teorías de Género deberán interrogar las marcas de patriarcado que obstaculizan su propia reflexión, infiltrando su indagación sobre las subjetividades.
Hornstein plantea al respecto: “Para dilucidar las relaciones entre género y psicoanálisis se requiere trabajar en las fronteras, no pensándolas como bordes infranqueables sino como espacios de intercambios, como zonas de encuentros. Concebidas no como límites limitantes sino fundantes. No tanto como márgenes sino como lugares de producción. No es beneficioso para el psicoanálisis ignorar lo que acontece en otras disciplinas...Toda teoría que no puede ser perturbada por ruidos nuevos es condenada a una clausura mortífera y a su extinción”.(7)
    Vale pues la interrogación respecto a los sexismos que sin duda nos atraviesan, a aquello del patriarcado en que nos formamos y vivimos sumergidos que todavía nos impregna, en suma a todo lo que actúa en nosotros cuando pensamos y cuando escuchamos.
    Nos permitiría intentar descifrar, en nuestros abordajes en Psicoanálisis, aquellos rasgos sexistas y androcéntricos que, al silenciar los sesgos de las voces que nos llegan, obturan la posibilidad de nuevas conceptualizaciones y nuevos abordajes clínicos.
    Irene Fridman aporta : “...es en función de estos silenciamientos que los/las pacientes no son escuchados en sus padecimientos genéricos, por lo tanto reenviados a repetir lo que no han podido elaborar. Puntos ciegos de la teoría que obturan líneas de análisis que se podrían profundizar teniendo en cuenta en los abordajes terapéuticos la perspectiva de género...”(8)
    Llega el momento de considerar en la constitución del psiquismo humano metas ligadas al logro de una mayor autonomía y al establecimiento de relaciones equitativas en donde los modos de ejercicio de las subjetividades sexuadas femenina y masculina impliquen menos estereotipia y más libertad.  
    Un pensamiento que se precie de científico requerirá el esfuerzo de abandonar concepciones tranquilizadoramente totalizadoras y reduccionistas. La incorporación de categorías variadas y múltiples implicará un inquietante cuestionamiento, pero podrá ser significada como un paso más en la reflexión ciéntífica y ética de las subjetividades sexuadas.

Notas

1- Fernandez Ana María: “Autonomías y de-construcciones de poder” en Meler Irene, Tajer Débora (comp.), Psicoanálisis y Género. Buenos Aires, Lugar Editorial,2000
2- Marini María del Carmen: “Ser mujer, un desafío”. Rosario Ed. Casa de la Mujer,1989.
3- Habichayn Hilda: “Algo más que magullones”nota Página 12. 25 de Nov. 1998
4- Rosemberg Martha: “Representación de la diferencia sexual” en Meler I., Tajer D. Op. Cit.
5-Mercader Martha: “Para ser una mujer”.Buenos Aires, Sudamericana,1992
6-Aldaburu María Inés, Cano Inés, Rais Hilda, Reynoso Nené: “Diario Colectivo”. Bunos Aires La Campana Ediciones, 1885.
7-Hornstein Luis: “Amar y trabajar en mujeres y Hombres” en Meler I., Tajer D. Op. Cit.
8-Fridman Irene: “La búsqueda del padre. El dilema de la masculinidad” en Meler I., Tajer D., Op.
Cit.     
                       Ps. María del Carmen Marini

Presentación Seda Cruda - 8 de agosto de 2015

 Es ineludible para mí empezar esta presentación del libro de Marta recordando la frase de Theodor Adorno : “¿Cómo escribir poesía después de Auschwitz?”. Diríamos después de La Esma, después del Sótano.
Cómo escribir para contar, eludiendo dos riesgos: el amarillismo de algún periódico, o la frialdad burocrática de un expediente.
En la clínica de lo traumático (que eso es escuchar en la consulta) se incluye el trauma del que lo padeció como víctima, y también una exigencia  de quien lo escucha. Si el trauma se volvió relato, si logra, por ejemplo volverse escritura, requiere que se lo vuelva a contar. Y que se lo vuelva a escuchar. Muchas veces.
Se complejiza la llamada “cura por la palabra” que pasa a ser, que alcanza a ser, en algunos casos, la cura por el relato. “Narrar es construir una diferencia con lo vivido”  dice Eduardo Muller.  Es pasar de la pasividad a la actividad, es encontrar la palabra enmudecida, es hacerse dueño de la propia historia.
En el trauma puro y duro sucede que es la misma escena, la que  vuelve igual a sí misma, una y otra vez (en el estres postraumático, la escena vuelve alucinatoria o en pesadillas, con la carga de afecto intacta). Si se vuelve narración, si puede ser narrada, entonces algo puede despegarse (¿esa carga de afectos desbordados?) y algo puede desplegarse, cuando las palabras nombran.
Una condición es que alguien pueda alojar esa narración, difícil de ser escuchada por el dolor que evoca, y para alojarla se requiere silenciar las propias resonancias, y hacer espacio al discurso que recién se puede empezar a construir. Volverse nido con resistencia de piedra.
  El desamparo ante el terror en la situación traumática implica padecer un orden de vulnerabiblidad subjetiva, diferente al desamparo estructural de todos los seres humanos.  Su densidad hace preciso considerarla de otro modo. De ahí partir para considerar el valor del testimonio frente a esta tragedia subjetiva.  El relato además, no refleja solo una mera percepción de lo vivido por alguien, sino que también, como en las tragedias clásicas, esa voz  le permite hacerse oír  a quien la vivió y dar fe de su propia experiencia, adueñarse de ella. A veces por primera vez puede dar, su asentimiento: “esto sucedió”. Y algo más, expresar también a la trama social afectada, , y con ello le permite a otros ¿a nosotros?, recuperar trazas, indicios y restos de una verdad. La de quienes vivieron esas situaciones y también la de aquellos que ya no están.  
Así Marta Dillon cuenta en “Aparecida” respecto al entierro de su madre “La íbamos a acompañar en el viaje desde el anonimato hacia el territorio de los muertos recordados, ahí donde podría seguir diciendo por sí misma, aquí estoy, en este tiempo supe lo que era la primavera, fui madre, fui hermana, estor son mis deudos…he sido asesinada, mi existencia negada, pero los míos arrebataron mi cuerpo de las sombras, desde aquí doy fe de la doble masacre de las vidas y de los cuerpos.”
En la escritura se recupera la palabra del silencio.
Hay un conflicto suficientemente descripto entre la acción moral de decir esa verdad y el dolor de esa verdad implica. Ha sido mencionado muchas veces. ¿Decir? ¿Cómo decir? ¿Cuánto decir? ¿Cuándo es el momento? Pero eludir ese dolor hace el juego a  la dificultad de cerrar una versión de los hechos. Y eso obtura el necesario proceso de duelo. Antígona reclamando dar sepultura a su hermano muerto interpela al tirano por un orden más justo y exige con ello un reconocimiento de la dignidad de la existencia, más allá de la muerte física.
Un hecho singular en estas historias, es la presencia de duelos congelados, no tramitados y con efectos devastadores. Duelo no solo por la muerte de quienes no están, sino también por la vida no vivida, o vivida a medias en el exilio y en el insilio.
Es en esta encrucijada trágica que el sujeto se abisma, al haber descendido, por la vía del terror a aquella dimensión de lo trágico puro.
El abismo implica un derrumbe subjetivo, en la consulta en que la palabra surge, queda margen para un dispositivo ético, que permita un asentimiento a decir con sus propias palabras, y con ello construir un relato. Relato que en muchos casos tendrá valor de testimonio. Decimos que es un dispositivo ético en tanto asumir su palabra lo humaniza y le devuelve un lugar  que lo desabisma.  Esto, porque el asentimiento a la propia palabra, la transformación de angustia en relato, la posibilidad de decir lo acallado tiene que ver con la recuperación de lo vital.
Y esto sucedió en la paradoja de que cuando ya no trabajábamos en la consulta, es que se produjo la mayor tarea sanadora. Cuando ya no era mi paciente fue cuando la escritura, en que la acompañé desde otro lugar, operó su tarea reparadora.

La tarea
En el transcurso  de dicho trabajo de escritura, Marta pudo ir  dando forma a un texto donde compaginó páginas de su diario, y parte de la correspondencia. La correspondencia que envió a su  madre desde Villa Devoto y desde Bélgica, que ésta conservó y le restituyó a la vuelta del exilio, hacia donde había partido .
    Su hijo nació mientras ella estaba en los sótanos de la Jefatura de Rosario.
Al octavo mes ambos habían enfermado, Marta tuvo que entregarlo a sus familiares para que pudieran tratarlo  de la dolencia contraída por las condiciones en que habían vivido.
    De ese momento es el siguiente fragmento:
“Me dieron unos días. Unos días en que supliqué que no me hicieran abandonar a mi bebé  enfermo. En que busqué los argumentos éticos y no éticos. En que pedí, exigí, grité. En que terminé preparando el bolso, la caja de lustrosos dibujitos y una mañana todo partió por el  mismo pasillo por el que entramos el primer día.
    Despacito desarmé la cuna, la de barandas rebatible para cuando creciera, cada tuerca, una lágrima temblorosa de pena. ¿Qué haría él cuando me extrañara, cuando me necesitara?. Y yo, ¿qué haría yo con la absoluta soledad que vislumbraba?. Destinatario de mis luchas, argumento de mi vida cotidiana, hijo que me enseñaste a quererte, a hacerme madre, a mantenerme viva con tu crecer sin pausa, sin tregua...te ibas. Desarmaba la cuna, el pequeño rectángulo de tu lugar en la sala de madres. El rincón que quedaría indefectiblemente vacío de tu volumen, tu risa, tu perfume, tus fiebres, tus reclamos...un lugar lleno de tu ausencia. Cayó la primera baranda. Eran para protegerte, para que no te cayeras. ¿ Y a mí quién me protege de éste desamparo?. Hijo, creí que solo te cuidaba y no vi hasta ahora que te vas, lo que me protegías a mí con tu necesitarme. Te tenía conmigo y en la imperiosa necesidad de sostenerte, me sostuve, con el pretexto de tu supervivencia, sobreviví. Cayó la segunda baranda. Como pedazos mío, de mi coraza, de mis defensas, como si fuera una parte que se desarma, que se desarticula, que ya no hace sombra. ¿Sanarán tus heridas?. La mía hijo mío, entreveo, no habrá remedio que la repare...eras el espejo en el que me miraba, y me veía tan necesaria, tan irreemplazable, tan amada, ahora se empaña de enfermedad, con tu ausencia se triza, ¿cómo voy a sobrellevar tus dolores, los míos?
    Saqué el elástico, los cabezales. Me senté en el suelo ocupando el rectángulo de sol cuadriculado y desconsolada lloré tu presencia ausente, lloré, lloré hasta quedar sin lágrimas.
    Con todo atado con hilo sisal hice  un bulto y lo entregué a la guardia.
    En el fondo del armario de chapa, celosamente elegidas, quedaron como remembranzas, algunas ropitas del ajuar interminable.
    Después de la cuna, partió Mariano, por mucho tiempo. ¿Un mes? Para mí fue una vida....”
La profundidad del dolor toma forma por una intensificación del sentimiento de la proximidad corporal con el hijo y es registrado  con la pérdida de éste.
    La memoria de la intimidad de los cuerpos da cuenta del desgarramiento para el cuerpo memoria de las madres.
¿Cómo incorporar ésta, la historia de Marta a la saga de las otras madres? Como la una mujer que prioriza sin vacilaciones las posibilidades de lucha por la vida. La de sí misma, la del hijo amado a quien había defendido palmo a palmo durante el embarazo, y al que no obstante elige renunciar para su bien. Lo delega a sus padres que se ocuparán de su tratamiento para que Mariano pueda sanar, para que pueda vivir.
    Y entretanto le escribe, le escribe y confecciona dibujos, tarjetas bordadas con los hilos de colores extraídos de las toallas, con los pocos elementos que puede obtener. Los cuentos, los dibujos, las tarjetas  son obsequios con  los que aspira a seguir ocupando un lugar en la historia y en la cotidianidad de su hijo. Deja en estos trabajos, en su diario, y en la correspondencia testimonios de ese tiempo durísimo de separación, de dolor, pero también de lucha para preservarlo y preservarse. Manteniendo siempre en claro el objetivo de no resignar esperanzas.
    Entre los ideales de defensa de la vida que se imponen está prevaleciendo la madre que solo hace eco a los valores de lo originario, esos “que se olvidan en lo que llamamos civilización”, como plantea Nicole Loraux.
Olvido y silencio.
Y aquí cabe un interrogante sobre esta civilización que compuso Auschwitz, la Esma. El Sótano.
Las metáforas de Auschwitz que hoy nombro habitan nuestro presente.
Y a veces, como planteaba , las metáforas de Auschwitz nos constituyen. Operan desde adentro como enfermedad, locura, muerte.
Silencian nuestra palabra y obturan nuestra memoria.
Por eso, construir un lenguaje que exprese la devastación y recuperar los recuerdos olvidados, sigue siendo la meta de legítimos esfuerzos.
Sostuve ese esfuerzo algunas veces en búsquedas, que tenían algo de quijotesco. Una de estas luchas que libramos contra el silencio y el olvido, se plasmó en este libro: El libro de Marta.
Ella había dicho: tenés que ayudarme a escribir. Venía del exilio, y antes del exilio, de la cárcel.Y me habló de  aquella cápsula en la que durante tantos años guardó lo vivido. Le había servido de coraza y de refugio. Esa cápsula en la que herméticamente encerrada  había quedado parte de su historia. Cápsula cárcel, cápsula nido, cápsula amnesia.
La estrategia de entonces  había sido olvidar. La de ese momento requería recordar. . Aquello reclamaba ser legitimado, tal vez siendo re-escrito. Para poder saldar la historia abierta. Para poder soldar los fragmentos. Para poder unir las escenas. Saldar, soldar, unir, escribir.
Ella también se fue encontrando con su posibilidad de escribir.
     Su primer escrito se llamó : En silencio.
“El silencio pareciera para muchos tener algo de muerte. Yo encuentro, sin embargo, que tiene vida.
Porque yo no hablo de la ausencia de ruidos. Hablo de la presencia de un camino que desde el borde del presente y para atrás se alarga y se puebla de nosotros.  A veces mirando adentro, me veo como en un espejo, en el agua quieta. Me encanta descubrir esos ribetes nuevos que cada evocación convoca y oir como se astillan esos silencios tan profundos detrás de los que yacen los olvidos. Por las grietas asoman, a veces cautelosos, otras desbocados, pedacitos de mí que, de tan acallados, creí muertos para siempre. Y despaciosamente se meten en esas lagunas vacías (no de nada, sino de ausencia) y vuelven a hilar la trama de mi vida, que así se regenera”.

Luego fue la reconstrucción de su detención y su tránsito por Jefatura. En ese tiempo nacería su hijo. Luego pasaría a la Unidad 5, cárcel de mujeres.
Y en la cárcel de mujeres otro testimonio:
“    Resistir...encontrar fuerzas en la flaqueza, resistir, no a costa de los propios hijos, sino por ellos, sino con ellos. Aunque parezca patético para quien no vivió esto. Aunque para las que lo vivimos esté aún doliendo.
El dolor de lo irreparable. La lesión inscripta con el cincel de la agonía. Lenta, insidiosamente. Para toda la vida, si los hijos sobreviven, si es que nosotras sobrevivimos. Por siempre pulsando en las entrañas, en el mudo instalarse de la amnesia, silencioso bastión para sobrellevar el pasado en el presente”.

Con la posibilidad de salir del país Marta se exilia en Bélgica.
“Cuando volví del exilio, mi madre me mostró una carpeta naranja, ajada de tiempo diciendo:
-Acá guardé las cartas  que mandaste desde Villa Devoto-
 Así fue como volvieron a mis manos y permanecieron encerradas allí, durante muchos años, sin animarme a abrirla.
Hasta que llegó un momento en que  empecé  leer las cartas”.

Y los testimonios fueron corriendo una cortina. Trabajando  sobre el silencio es que aparecieron las palabras. Las suyas, primero las suyas, pero también después sigilosamente las mías.
Si ella nombraba, yo también. Al reconstruir su historia  me llevó a que yo asumiera parte de la mía. Su recordar (que es volver a pasar por e corazón y pagar los costos por ello) tuvo una reverberación que me alcanzó. Y así como ella tomó conciencia de que creyendo proteger, había sido protegida por su hijo, para mi fue posible advertir que creyendo ayudarla me ayudaba a mí misma. Creía ayudarla a regresar de aquel otro exilio: el de si misma.Y sucedió también que me encontré con un impensado retorno: el de aquello exiliado de mí que resonó, que hizo eco a su voz recuperada. Abriendo un espacio para su palabra también se insinuó la mía, como por un mismo cauce abierto en el encuentro.
La escritura como avalancha, y el escribir como restañar, reparar, cicatrizar. A partir de un encuentro en donde se recuperó la memoria, se suturaron olvidos y se enunciaron palabras. Lo que nos lleva a redefinir la naturaleza de lo terapéutico más allá de  supuestas neutralidades y asepsias. Neutralidades que habrán de escandalizarse por rupturas de encuadre, por contratransferencia desbocadas,  contraidentificación introyectiva, perdida de la distancia y quien sabe cuántas cosas más.
Y aquí puedo hacer mías las palabras y los sentimientos de Juan Carlos Volnovich, cuando se refiere a su trabajo psicoterapéutico con Andrés.
Y si solo cambio el nombre de Andrés por el de Marta podré decir:
“Decir que Marta interpela mi función, mi historia personal, la de mis hijos es decir bien poco. Decir que Marta y yo estuvimos juntas en este proceso terapéutico y que también nos unió la violencia y el exilio, que nos arrastró la turbulencia, el torbellino, la vorágine de la historia, es algo más pero no es todo. Con Marta nos une o nos separa un mismo latigazo. Nos une o nos separa una misma fobia. Fobia nuestra a ir por donde vaya el viento. Culpa nuestra por la sobrevida. Intento mutuo de expiar sufriendo. Pero también y por qué no decirlo, empecinado esfuerzo para no repetir”.
Parece extraño llegando a este punto, advertir que en un trabajo que empezó tratando sobre el silencio y el olvido, se llegue a fomular sostener la continuidad de la vida, que es la continuidad de nuestros deseos y la posibilidad de formular proyectos.
Tal vez la continuidad de la vida y la lucha por las metas sean posibles, si y solo si volvemos a habitarnos y nos reencontramos con las energías que creíamos ausentes, con las fuerzas de las que nos creíamos despojados, con la historia que nos constituye. Haciendo válido aquello de “Nada que provenga de mi debe faltarme” , y recordando que : “Escribir es un forma de no claudicar”.(Liliana Mizrahi)
Es nuestra forma de no claudicar.