3 dic 2020

LAS RELACIONES FAMILIARES

 El vínculo materno filial ha sido y sigue siendo uno de los que más reflexiones suscita, en madres y en hijos.
Las diferentes madres significan a sus hijos de diferente manera. Así he encontrado:
1-     el hijo sentido como reparación y consuelo, (Entendí que Belén era eso para Miriam, cuando enjugaba las lágrimas de su mamá a horcajadas en su falda, mientras ésta refería su historia de orfandad),
2-     el hijo como carga agobiante ( Julia gateando ante Norma, impotentizada por su perfeccionismo paralizante, que no le dejaba tomar a la vida más que como acumulación de  pesos que la abrumaban),
3-     -el hijo como argumento para seguir luchando (Mariano para Marta en el momento más siniestro de su historia, cuando ambos en la cárcel, él se constituía en motivo de alegría, y todos sus progresos en causa de celebración)
4-     -y aún la mirada de la hija como interrogación incesante ( la de Magdalena para Graciela en los cuestionamientos sobre el sentido que quería darle a su vida, signada por un vínculo conyugal de violencia y en el que esa hija venía a insertarse como pregunta ineludible)
Y los hijos han construído su lugar en el mundo a partir de ese primer encuentro, con la frecuente paradoja de venir a constituirse en proveedores de razones para la dicha o la infelicidad de quien los había convocado.
He registrado la paradoja de hijas en conflictiva relación con su madre, cuyo segundo nombre era el de ésta, fuerte símbolo para portar cargas  no siempre felices. Casos en que ese nombre quedaba ligado a mandatos o a restricciones heredados.
En los que portar ese nombre o el parecido físico era sentido desde el enojo impotente muchas veces acallado.
Las historias en relación al vínculo materno filial  son de una gran riqueza, en dónde la posibilidad de escuchar desde los diversos ángulos amplía la perspectiva.
Así he sabido de la demanda de hijas de proximidad y cuidados, más que de órden y limpieza de sus madres obsesivas. Que cuestionaban las prioridades con que éstas organizaban la vida familiar jerarquizando lo concreto de la casa y descuidaban lo abstracto que hace de una casa un hogar.
De la neligencia de aquella otra que desentendida de urgencias económicas y sin ubicarse en las reales posibilidades de su hija, que no llegaba a cubrir lo necesario, (el alquiler, la obra social) señalaban con frivolidad  faltas de lo superfluo, (tratamientos de belleza, sofisticados electrodomésticos) y que con su desubicación despectiva desataban tormentas.
Aún de la crueldad de aquella que después de haberlo autorizado no permitió el viaje de egresadas de su hija, cuando ésta ya estaba en el colectivo que la llevaba con sus compañeras, y su valija guardada en la panza con las otras.  En razón de sus propios miedos (de su propia neurosis) hizo  bajar a ambas: chica y valija y  produjo con ello la más grande frustración.
He escuchado a mujeres asumir el convertirse en mamás de sus mamás : Una llegó a plantear"-O la adopto o no me queda solución".
A otra en que el reconocimiento de la presencia protectora levó a decir: Estuvo siempre que la necesité...Mi vieja fue de fierro y por eso me sirve de modelo¡que me importa si tuvo o no tuvo orgasmo! Fue una madraza y eso no se le puede negar...
Y he observado la complementariedad en una dupla madre-hija en dónde la madre describía su hija como un "surtidor de afecto" y en dónde la hija se reconocía viviendo en la necesidad de aprobación de su mamá, condenada a la inexistencia por fuera de ello: " A los treinta años me doy cuenta que gasté la vida en complacerla".
 
Por último, el efecto devastador de madres perturbadas y perturbadoras pude registrarlo en algunos casos de los que mencionaré:
. El de aquella mujer madura, madre de un joven con graves inhibiciones, que fantaseaba con: "conseguir una chica, de esas huérfanas del Buen Pastor", para que su hijo pudiera establecer una relación con ella y así salir de su soledad. Allí la madre se proponía suplir la iniciativa y encauzar su vida amorosa, para la que él parecía inhabilitado.
. El de aquella otra que acompañando a su hija universitaria a rendir, hija que tenía graves dificultades, increpó a los profesores que la habían reprobado: porque "Si ella rindió mal es por timidez, y yo no podía dejar pasar la injusticia".
Y, en fin, el de aquella madre de una contadora que a consecuencia de un A.C.V.  había quedado hemipléjica, pero que intentaba reintegrarse a algún trabajo, y cuya madre oponiéndose a esa posibilidad, la disuadía con el argumento de que: "Quién va a emplear a una cuarentona con bastón?"
 
 Por último, y hablando de madres, la descripción del "nido vacío" se enriqueció con el aporte de una investigadora que extendió dicho sentimiento de desazón  ligado a la partida de los hijos, al sentimiento que suscita la conclusión de una tarea intelectual, con la publicación de trabajos, lo que nos llevó a la categorización de los hijos en tres clases: biológicos, adoptivos y complementarios, a saber estos últimos, las obras que podemos dar a luz y cuyo desprendimiento también conmueve.
De las rarezas y heterogeneidades describibles en el terreno de los hijos  está la de aquel niñito que cuando lo besaban lloraba, sin que pudiera descifrarse por qué, el de aquel que se atajaba cuando se extendía la mano hacia él como previendo golpes, y  como si desconociera las caricias  y la de aquel que contradictoriamente reaccionaba con golpes a las manifestaciones de afecto.

RAZONES PARA AMAR

  Entre las razones que las personas refieren para acercarse o iniciar una relación  he escuchado las más variadas.
Un niño de pre-esecolar señaló que había elegido a Mariela como su novia porque era la única del grupo que tenía una iguana como animalito doméstico. Frente a lo ordinario de perros, gatos, canarios y hamsters, era obvio que la mascota de Mariela resultaba la más original.
Un adolescente planteó que iba a romper un vínculo pués le interesaba otra  muchacha. Cuando indagué, me dijo que iba a empezar a visitarla porque tenía una computadora con programas novedosos e impresora color.
Un joven planteó sus dificultades en continuar su relación con una chica, porque venía el invierno y se le hacía complicado verla ya que ella vivía lejos y él padecía mucho el frío.
Y al fin, una joven que había entablado relación epistolar con varios hombres, con fines sentimentales, decidió conocer al que escribía mejor, con una redacción más cuidada y sin errores.
He escuchado describir el estilo y ciclo de las relaciones amorosas con una lucidez admirable. Desde aquella muchacha que comentaba:-"Sí, me tiene en su vida pero en los márgenes, sujeta a un montón de restricciones. Y de esa forma éste es un "amor bonsai" que  no se desarrolla libremente, sino que tiene su crecimiento entorpecido por los límites y así yo me estoy sintiendo mutilada.-"
Y otra: -"Seguimos juntos, pero comparo nuestro funcionamiento como el de un barco a vela. Nos movemos si hay viento...Está faltando el motor..."-
Los reclamos reiterativos más frecuentes en el caso de  las mujeres, pasaban por el reclamo de escucha y de palabras, sintiendo el hermetismo de sus compañeros (novios, esposos, amantes) como privación de lo insustituible, como privación de aquello cuya falta produce una suerte de desnutrición de la que es difícil volver.
Así: -"No me escucha, parece hombre..."-, o -"No me habla de lo que siente, se queda mudo..."-
O el comentario de una muchacha que ante el estancamiento del vínculo con su novio y decidida a plantearle un cambio, pero temerosa de los efectos lo expresó diciendo:-"Algo tengo que proponerle, no se si que nos casemos, nos mudemos juntos, o que por lo menos tomemos clases de tango..."
De ella también había sido la observación de que como protagonista de historias se podía pensar a sí misma como una extraña cruza de la Bella Durmiente, despierta bajo el beso del príncipe, de la Cenicienta atada al tizne de las cacerolas y de Caperucita engañada por el lobo.
 
La última de las aseveraciones respecto de los hombres la trajo una consultante cuyo comentario, durísimo no puedo dejar de reproducir: -"Casi no hay hombres, y en ese terreno lo que hay está hecho pelota..."- Se suma éste al comentario de otras mujeres de las más diversas edades cuyos fracasos en la búsqueda de un encuentro es un tema reiterativo.
Lo paradójico es que también los varones expresan la desazón cuando sus búsquedas de amor y erotismo se ven frustradas. Al fin el desasosiego ante la soledad constituye un universal de difícil tramitación, así como lo son las limitaciones del encuentro, que , por supuesto es siempre imperfecto.
Y es respecto a la jerarquización de este encuentro en la vida de los consultantes, que se han producido cambios significativos. Para quienes nos formamos en los criterios freudianos que planteaban como expresión de salud mental el "amar y trabajar", el logro de una pareja estable era meta innegable del trabajo psicoterapéutico y certificación de tarea cumplida. Actualmente la reflexión sobre la posibilidad de asumir en soledad las cargas del vivir es considerada tan como legítima como anteriormente  lo era el encuentro amoroso.
El ciclo de amores y desamores suele impregnar los relatos de consultantes y pacientes como tema prioritario, sobre todo para las mujeres, quien  siguen constituyendo el amor y la sexualidad como referentes identitarios. Amor y familia surgen insistentemente, así como en los varones junto a estos temas, los éxitos laborales y económicos concentran la mayor parte de preocupaciones y anhelos.
 
Una modalidad que viene registrándose con insistencia es la de aquellas parejas que luego de la separación y aún del divorcio restablecen su relación amorosa.
Se suma a las nuevas formas de unirse, sin una tramitación formal, (los novios que van a vivir juntos hasta que deciden casarse) esta nueva forma de separarse en la que los ex cónyuges, a veces en forma oculta vuelven a  verse con continuidad y recomponen de otro modo el funcionamiento como pareja.
También se reitera una forma novedosa de vínculo en que sin un rompimiento del mismo, los integrantes de la pareja optan por vivir en diferentes, pero cercanas viviendas. Comparten vacaciones y fines de semana, así  como la asistencia recíproca en casos en que sea necesaria. Se turnan para cuidar a los niños y cooperativamente resuelven las urgencias.
 
Un tema que suscita mi interés desde hace tiempo es la significación asignada por algunas parejas nada más y nada menos que al mate. En torno al mate se suscitan todas las posibilidades de aproximación o distanciamiento.
Así compartir el mate, me lo han relatado como modo de reconciliación y prueba de intimidad. Otras veces negarse a aceptar el mate ofrecido usado como signo de desprecio y rechazo. Incluso en algún caso verificar si el otro recibía el mate ofrecido, permitía establecer con este gesto una suerte de complicidad. Así como el compartir la bombilla, establece una suerte de fusión en lo que atañe al cuerpo, que debe ser aceptada, así también implica un abandono de la distancia en lo emocional. Tal vez por eso las parejas, pueden hacer de esta práctica un recurso para expresar sus sentimientos.
Igual sentido tenía para las generaciones precedentes el pasaje del trato de usted al tuteo como signo de intimidad y acceso a una mayor confianza.

OBSTÁCULOS

 La represión de la sexualidad obturando el libre despliegue de la vitalidad y creando situaciones de sufrimiento insistió y aún insiste en la consulta, a pesar de los vientos de liberación que han creado un mejor clima para debatir el tema.
En mujeres formadas en criterios prenconciliares (mujeres que son maduras ahora), he encontrado cuestionamientos  tardíos respecto a lo que fue la normativa respecto a anticoncepción. Leonor llegó a plantear que de haber dado con la posibilidad de pensar con menos obediencia, su familia hubiera sido otra y los conflictos correlativos también.
En otra mujer separada la necesidad de sofocar sus pulsiones eróticas le creaba intensa angustia e insatisfacción al entrar en contradicción con los mandatos religiosos que inhibían para ella todo ejercicio del erotismo. Rogaba envejecer para no sentir el dolor que le acarreaba su naturaleza de ser vital y sensible.
Una jóven rogaba el que sus anhelos sexuales disminuyeran por ponerla en contradicción con sus convicciones, que apostaban a una castidad que le era difícil.
En todos estos casos se trataba de mujeres que daban genuina adhesión a normativas sociales y religiosas que no podían desatender, y que les creaban serios conflictos.
Los cambios operados en las últimas décadas han permitido planteos más flexibles, y tal vez necesitan ser examinados desde criterios que consideren las demandas, a veces contradictorias que nos atañen como seres humanos en busca de una ética.

LOS LOGROS

 Lo éxitos obtenidos por pacientes en tratamiento, aquello que constituyen sus crecimientos personales surgen en las sesiones y he tomado nota del lugar jerarquizado de algunas de ellas. La adquisición de una casa ha estado en el sentir de una paciente que pudo verbalizarla como un logro tan importante o más que la armonía en su vínculo amoroso. Lo dijo así:- Él puede estar o no, ya que no se cómo vamos a seguir, pero esta casa que pude comprar es un motivo de alegría y orgullo que nada puede empañar.
También en el relato de un joven que entro un día comentando: -Murió mi mamá, y eso es importante. Pero al mismo tiempo sucedió que pude al fin adquirir la casa en que vivía, y se me superponen los dos hechos. Mi mamá iba a morir, pero en cambio a la casa, podía o no tenerla...
La intervención en estimular cuestiones de logro personal como recibirse en la carrera que se cursa, es algo frecuente que suscita todo el apoyo como meta. A veces sobredimensionado, constituye como las promociones laborales un tema prioritario de debate.
En el trabajo terapéutico la obtención de un título, la presentación de tesis, el dictado de conferencias, la publicación de libros sirven como indicadores de un crecimiento en marcha del que los terapeutas nos sentimos partícipes.
Un fenómeno reciente lo está constituyendo el de egresados con muchos años de recibidos, que con la implementación de Maestrías y Doctorados empiezan a cursar estudios de postgrado compatibilizándolos con sus otras actividades y situaciones de vida. Así he escuchado en este último tiempo a un par de abuelas que coordinan la preparación de sus tesis con el cuidado de sus nietos, circunstancia inusual años atrás. Inisual porque no se habían implementado aún estos postgrados y también porque no era habitual que personas adultas continuaran su formación. Pero sobre todo me resulta revelador que se trate de abuelas ( y no de abuelos) porque coincide con dos hechos: la autopostergación que llevó a estas mujeres a suspender sus logros personales en materia profesional, y el que sigan a cargo de la crianza cuando hay niños en la familia. Todavía no asistí a ningún abuelo que deba conciliar la preparación de sus trabajos académicos con la de entibiar mamaderas.

OTRAS SORPRESAS EXTENSIONES DE LA CLÍNICA A FAMILIARES

 También ha sucedido, y no deja de asombrarme que cada paciente hiciera una evaluación de los hechos no coincidente con la que yo podía suponer: una vez una joven esperaba un resultado de ciertos estudios que definirían o no una cirugía. Presumía que su espera era angustiosa, por eso cuando llegó muy seria, me quedé a la expectativa.
No mencionó nada del tema. Más tarde cuando pudo dar cuenta de lo que la tenía tan concentrada, se refirió a una discusión con su padre, con quien se había confrontado ásperamente. Las dificultades en el vínculo con él, eran tales y la angustia generada de tal magnitud, que el problema de salud, del que yo estaba pendiente, habían quedado desdibujados. Ella no lo había mencionado porque la otra cuestión la había desbordado.
En relación a este mismo caso sucedió que la actitud intolerante de él, actitud que constituían una verdadera carga para mi paciente, se fue modificando a medida que ella progresaba en su trabajo terapéutico. En éste, como en otros tratamientos sucedió que parecían tener un efecto imprevisto en los familiares que sin asistir a las sesiones, operaban cambios  como si indirectamente resonaran a la tarea que se estaba llevando a cabo, con otro miembro del grupo.