También he encontrado, como he mencionado, semejanzas entre las angustias que ellos, los pacientes traían y las padecidas en lo personal, que a veces acarreaban intensas resonancias.
Recuerdo a un niño angustiado por las cosas que se terminan. Que ante cada cuestión que implicara un cierre, experimentaba un fuerte sentimiento displacentero. Si se terminaba un frasco de dulce, o una semana, o unas vacaciones, o a la vuelta de un paseo expresaba su dolor por eso, por el tiempo ido, por las cosas que se van para no volver. Me remitió a ese duelo permanente que es la vida, en la que constantemente estamos despidiéndonos de cosas, aun cuando eso sea necesario para dar ingreso a otras, y que yo experimentara tantas veces.
Resonancias como las que surgieron en un paciente respecto de la película Alien, que lo remitieron a lo oscuro y destructivo de sí mismo, también me provocaron sentimientos de afinidad, de poder compartir lo planteado.
La represión de la pena, de todas las penas que llevaban a aquel hombre a llorar sin saber por qué, que me hizo contactar con algo de mí, que él ponía en palabras, pero que yo recordaba haber experimentado y sentía como pertinente a mis propios afectos.
3 dic 2020
ENCUENTRO CON SEMEJANTES
HISTORIA DE MARISA
No quiero cerrar este apartado sin referir desde un recuerdo lleno de admiración y afecto por la que fue primero una paciente, luego una colega de la que me quedaron valiosas enseñanzas.
Cuando consultó era una estudiante de los primeros años y simultáneamente trabajaba en lo que era la Asistencia Pública de Rosario, luego Hospital de Emergencias. Se desempeñaba en hemoterapia y tuve por ella noticias de ese mundo intenso en donde la inminencia de la muerte es una presencia constante e ineludible.
Traía a consulta el relato de todo lo referido a sus rutinas que transcurrían en una defensa de la vida tan dramática como en pocos lugares puede darse.Y sucedía que a ella particularmente, por sus características personales de una generosidad colosal y una entrega incondicional el trabajo la involucrara hasta los límites de lo sensato. Cuando trabajaba era un tromba, un huracán sin medir hambre, sueño o cuestiones personales.
Durante un tiempo dejé de verla, pero me avisó cuando tuvo a su último hijo y compartimos esa alegría que llegaba tardíamente.
Cuando Marisa se recibió de psicóloga siguió trabajando en Salud Pública a nivel hospitalario hasta que recaló en una especialidad. Se ocuparía de pacientes terminales.
Tuve pocas noticias de ella, excepto alguna vez en que la consulté respecto a su tema, el de pacientes con patologías orgánicas graves que estaban por morir, y me dio una serie de pistas muy útiles para pensar la asistencia psicológica en esas circunstancias.
Un primero de diciembre, en la conmemoración de todos los años a las víctimas del sida, nos encontramos en la Plaza Montenegro. Allí me dijo :-"Estoy saliendo de un cáncer, me operaron hace un año, pensaba verte para trabajar sobre algunas cosas"-
Así fue como volvió a consulta veinte años después. En ese tiempo ella asistía en las cárceles a los afectados con HIV.
Trabajamos un tiempo. En Navidad hubo necesidad de internarla porque había tenido un hemorragia. La vi en el Hospital Carrasco, no podía utilizar su obra social porque estaba atrasada en el pago de las cuotas. Ella, desde la cama del hospital se planteaba la urgencia de recuperarse para volver a sus pacientes en la cárcel. Me resultaba coherente que alguien como Marisa, que había gastado sus mejores esfuerzos en la asistencia a los más desprotegidos pasara su Navidad en ese hospital, en la primera de las internaciones que se fueron sucediendo. Y en las que se veía cada vez que su preocupación pasaba por lo que sucedería con "su gente", esto es, los pacientes que ella tomara a su cargo, de muy difícil derivación. También deseaba dejar previstas cierta protección para su hijo menor, gestionando una jubilación, que quedaría como pensión para él hasta la mayoría de edad.
Pudo terminar a tiempo todas los trámites, con el apoyo de la sección de gremiales del Colegio de Psicólogos que la acompañó en ese tramo
Falleció en el invierno. Al tiempo hablé con el mayor de sus hijos. Me contó que la obra social había puesto trabas para reintegrar los gastos del sepelio.
COLEGAS QUE ENSEÑAN
He realizado importantes aprendizajes en el diálogo con colegas, a veces sentido como puesta en común de experiencias, a veces como confrontación, siempre como interconsulta que legitima o permite corregir perspectivas y conclusiones.
Me ha fascinado la audacia de quienes se atreven a transitar nuevos caminos y usar recursos creativos y originales.
He dado con colegas que compartieron generosamente sus puntos de vista, y de ellos supe de cuán diversas maneras pueden pensarse temas como el acceso al placer y sus obstáculos, con reflexiones tan simples como: "Preguntémonos cómo sentimos cuando sentimos". Lo que nos llevó a cuestionamientos tan importantes como la del supuesto orgasmo vaginal como señal de madurez y a la revisión crítica de dogmas que se daban como inamovibles.
Temas como la necesidad de encontrar sentido a las acciones propias y ajenas aunque parezcan descabelladas como un suicidio y a la necesidad correlativa de respetar el profundo misterio que habita en cada uno. Y como en este llamado a la humildad nos pertrecharemos ante la angustia, sin renunciar a la búsqueda de un sentido, sentido que a veces es esquivo, pero que es preciso hallar
Me he congratulado de aprender también de otros interesados en las cuestiones humanas, maestros, sacerdotes, médicos, que desde su perspectiva enriquecieron mi mirada.
Y me ha asombrado que también ellos a veces transitan senderos no convencionales. En una oportunidad en que asistía a una joven, que a su vez era medicada por un psiquiátra y acompañada espiritualmente por un sacerdote, me refirió que había una coincidencia entre los planteos de ambos, Pedro y Mariano, sólo que uno puteaba y el otro no.
-Claro -intervine yo- Pedro (el psiquiatra) es un poco bocasucia .
-No, el que putea es Mariano!- aclaró ella, dando por tierra mis expectativas sobre el léxico de un sacerdote.
Me he asombrado por la soltura con que aún especialistas de disciplinas más que estrictas deponían su rigidez para incorporar terapéuticas complementarias, como el infectólogo que con mucha reserva y después de muchos preámbulos recomendó el tratamiento de la "culebrilla" por una curandera de probada eficiencia, y el de un neumonólogo que aceptaba el empleo de una hierba llamada "pulmonaria" como antitusivo.
No he entendido en cambio a colegas despectivos, a quienes parecía pesarles su tarea, y que con una actitud entre crítica y prescindente se referían a los pacientes con un dejo de fastidio, como mal inevitable en sus vidas.
Puedo formularme, que vidas gastadas en un trabajo que no se ama son vidas desdichadas y compadecerme de ellas, pero la descalificación del paciente que tienen entre manos, constituye la peor afrenta a la tarea y sobre todo a quien depositó en ellos la confianza en un cuidado que se espera y no está, que naufraga en la negligencia la desaprensión..
También me han conmovido los conflictos en las consultas de colegas jóvenes (y no tanto) que en pleno tránsito por sus propias exploraciones y sin desanudar sus propios dramas, están en la tarea de asistencia clínica. Y en esa tarea donde se juegan cuestiones profesionales hay tanto desafío al anhelo de poder, a la necesidad de respetar la palabra y la libertad del otro, a la propia capacidad de ejercitar el cuidado del prójimo, que a veces me inquieté por los afectos movilizados, en quienes estamos supuestamente a cargo, en quienes supuestamente sabemos y podemos.
Es cierto que -como dijera un colega- los pacientes son nuestra vida (al menos la mitad de nuestra vida) y nosotros no somos la vida de nuestros pacientes, sino una pequeña y transitoria parte. Que es deseable que así sea y que apuntamos a que ese vínculo, útil durante un lapso, pase a formar parte de su historia.
Pero también es cierto que muchas veces los pacientes se vuelven al terapeuta buscando un referente. Y allí, para el terapeuta, frente al riesgo de ser capturados por la soberbia de instalarse como modelo (y que habremos de evitar), existe otro riesgo y es el de desestimar a ese otro que nos interpela y que tiene derecho a la escucha, al respeto y la consideración.
En éste vínculo que establecemos con nuestros pacientes puede suceder que nos sintamos tentados a ir más lejos de lo que los encuadres recomiendan.
Así ha sucedido algunas veces, en casos muy conmovedores, el que surgiera en mí la fantasía de intervenir con una asistencia incondicional que pudiera poner las posibilidades, que un tratamiento y una dedicación convencionales no alcanzarían a proveer.
He sentido la tentación de ofrecer una asistencia que traspasando lo estrictamente profesional tendiera puentes. Como una remota chance de mayor salud, libertad o armonía.
Lo he sentido cuando es la vida lo que está en juego en pacientes con grave organicidad, cuando el sufrimiento soportado es inenarrable, cuando el precipicio de la locura está cerca con su poder de fascinación.
No puedo precisar dónde está el límite que permita obrar con absoluto rigor, pero sí puedo pensar, que los apoyos y estímulos en relación a metas personales de quienes nos consultan, si bien no pueden nunca sustituir la propia iniciativa, muchas veces hacen a la diferencia entre obras logradas por nuestros pacientes y el estancamiento y la impotencia.
Lo he registrado en relación a proyectos vinculados a estudio y/o trabajo. Y mi insistencia en jerarquizar dichos proyectos sumó energías para permitir que se pusiera en marcha tal viaje, o se asumiera tal cargo o se lograra la publicación de tal investigación.
Nunca tuve que arrepentirme de esa insistencia. ¿Qué de mí misma se jugaba en ello? No dudo que intervinieron mis propios esquemas respecto a lo que es valioso, que en todo caso engarzaron con los de mis pacientes en la consecución de estos objetivos.
PSICÓLOGOS EN CONFLICTO
Por otro lado recordemos que buena parte de lo que vamos a escuchar como preocupación o motivo de conflicto en quien llega, forma parte de cuestiones que ya hemos atravesado, o estamos viviendo, o podemos llegar a formularnos. De allí que pese a formación , análisis personal y supervisiones, puede que en determinados temas nos sintamos involucrados.
Y allí surge que, en lo que hace a la tarea, se desplegarán cuestiones éticas. Es en este sentido que llegué a preguntarme en sincero cuestionamiento: ¿debo resistirme o resonar cuando me afectan determinados contenidos: la orfandad y el desamparo, la explotación y expoliación, los amores no correspondidos, el miedo a lo desconocido, los vínculos insatisfactorios, los propios dogmatismos, la tramitación de la propia violencia...?
Todos los seres humanos al fin, vivimos agitados por las mismas inquietudes y el ser terapeuta no siempre da garantías de un mejor manejo de los dramas a vivir y resolver.
Y ya no me asombra descubrir que muchas veces las cuestiones éticas que nos interpelan pueden ponernos en crisis. Lo he registrado desde lo personal y lo he cotejado con colegas que se formulan planteos equivalentes.
Ver ésto en nosotros, me llevó a plantearme cuan desdibujadas son las demarcaciones entre dogmatismos repudiables y admirables convicciones , entre firmeza y terquedad, entre perseverancia y necedad.
Y allí me hago eco del anhelo de una colega que puesta a planear soluciones a estas cuestiones imaginó un recurso : un instituto destinado a la rehabilitación en la capacidad de estar solo/a, y a la capacidad de establecer vínculos como ejes existenciales prevalecientes.
Al fin hay mejores y peores modos de resolución a las conflictivas humanas. En cambio no hay garantías en un área de tanta sutileza y evanescencia.
Tan es así que he registrado que se inauguran nuevas maneras de pensar las problemáticas, y originales formas de trabajo, que no es del caso desdeñar y frente a las que registro entre nosotros/as una actitud de flexibilidad y respeto por la diferencia, inusual en los años de ordoxia del signo que fuera.
El que algunos colegas sigan en la búsqueda me alienta a continuar también yo, huyendo de las respuestas ya dadas, de las fórmulas inamovibles que tranquilizan, pero cierran la interrogación y obturan nuevos intentos.
MÁS SOBRE TERAPEUTAS
El que el terapeuta sea descalificado o valorizado implica la puesta en juego de imaginarios que puede ser interesante desplegar. No necesariamente tienen relación con las "cualidades reales" del mismo.
Puede tener en cambio vinculación con el tipo de lazo que pueda haberse creado, en donde el terapéuta interviene, pero en el que también las viscisitudes emocionales del paciente lo habilitarán más o menos para crearse un espacio de ensayo y error, de exploración personal en el tema de crear vínculos y conectarse con otro/a en lo que se desarrollará como afecto transferencial.
No obstante vale aceptar que los terapeutas también atraviesan crisis emocionales y que no están inmunes a las conmociones afectivas de las que se ocupan. Que éstas a veces se expresan abiertamente y otras de modo más solapado.
Al respecto recuerdo el comentario de una joven que relató que estaba con su hermano, su hermana y la acompañante terapéutica de ésta viendo una película. Se trataba de un drama. y el hermano se burlaba de ellas que estaban muy emocionadas por la escena del film. En eso el padre entró a la habitación, miró la escena y comentó (respecto a la acompañante) como quien piensa en voz alta: -"¡¡Otra más que llora!!"-
Las crisis que nos afectan en tanto seres humanos tal vez sean igualmente frecuentes que en otros grupos, pero el hecho de funcionar como referentes las torna más visibles.
De allí el escándolo que a nivel social producen los quiebres de psicoterapéutas que se hacen públicos y suscitan desde la sensación de desamparo más profunda a las críticas más acerbas.
Pero sucede que somos tan vulnerables como cualquiera.
Y aquí cabe el recuerdo de Mari Langer, tal como lo trasmite Eduardo Pavlosky, en su carta homenaje, cuando se remite a una época dura de su vida en que estando en tratamiento con ella le pide otra sesión semanal. Y ella elude darle esa otra sesión y en cambio recomienda que haga teatro, por lo que él empieza a participar en "Teatro Abierto" con un éxito contundente. Y que cuando él está recuperado puede recién decirle:"- Te curó el Teatro. Si te daba esa cuarta sesión que pedías los dos hubiérmos terminado locos".